¿AMLOve o AMiedo?

Desde su primera campaña, hace ya doce años, hubo un movimiento bien orquestado para hacernos todos creer que AMLO era un verdadero peligro para el país. Cuando perdió y secuestró Paseo de la Reforma por seis semanas, provocando así miles de millones de pérdidas a negocios y trabajadores, muchos nos quedamos convencidos de que así era. Seis años después, la campaña en su contra se concentró en su carácter autoritario e intolerante, con mucho énfasis en las inconsistencias en sus propuestas. Ahora vemos que se retoma este esfuerzo mediático, sucio, en su contra con un enfoque a sus tendencias populistas y su ira en contra de los empresarios. Pero ¿qué tanto es verdad y qué tanto simplemente un esfuerzo organizado para asegurar de que no llegue al poder?

Sabemos que hay muchos intereses afectados de por medio. Aunque los tres partidos contendientes han adoptado la bandera contra la corrupción, parece ser el único que realmente quiere acabar con el sistema priísta tan enraizado que tenemos. El otro candidato proviene del partido que tuvo dos oportunidades para hacerlo y esta a un strike de estar ponchado.

Por más buena gente que parece, Meade se ha asociado con el partido sinónimo de corrupción. Realmente no importa lo que diga ahora en la campaña, la gran mayoría de la población está harta y votará en contra del estatus quo. Estamos a punto de iniciar la campaña oficial (aunque parece que empezó hace buen tiempo) y cada vez más parece ser un encuentro entre dos. La pregunta que enfrentamos es cual de los dos realmente podrá desmantelar el sistema actual de impunidad, inseguridad, falta de transparencia y muy poco avance en el desarrollo social y económico de nuestro país.

Hasta ahora las estrategias principales han sido las de descalificación y asociación con prácticas no deseables, como corrupción, populismo, lavado de dinero, impunidad y autoritarismo. ¿A quién le vamos a creer menos? ¿A un joven, autoritario, sin experiencia, que proviene de una coalición de intereses irreconciliables?, o ¿a un viejo lobo, intolerable, que propone cada cosa que quita el sueño? Entre los dos, el único que ha hecho un esfuerzo por esbozar su programa de gobierno es AMLO. Por lo mismo, es el único que hasta ahora podemos hacer el ejercicio de poner a un lado nuestros prejuicios, ignorar todas las descalificaciones y leer su programa.

Lo primero que sobresale es que no hay indicios de populismo rampante en sus propuestas. De entrada, dice que va a respetar la autonomía del banco central, mantener el equilibrio macroeconómico, no incurrir en un déficit fiscal y no aumentar la deuda pública. No propone regresar a esquemas proteccionistas, mientras que expresa su intención de respetar todos los acuerdos y tratados comerciales. Habla de trabajar junto con la iniciativa privada para mejorar la infraestructura del país e incluso, subraya la importancia de eliminar barreras a la competencia y desregular trámites burocráticos. Puntualiza que mejorar la seguridad, aplicar un verdadero estado de derecho y mantener la estabilidad macroeconómica son puntos esenciales para que cualquier política económica, industrial, social y sectorial puedan funcionar.

Uno de sus puntos centrales es acabar con el descuido de las finanzas públicas y la ineficiencia del gasto público. Por ejemplo, recalca que la inversión pública como proporción del PIB se ubica en mínimos históricos, algo que el CEESP ha enfatizado mucho en los últimos años. Su idea no es aumentar el gasto público sino encauzarlo a donde más se necesita, con mayor transparencia y eficacia. Si nunca hubiera escuchado la crítica de que es un populista, después de leer su programa nunca se me hubiera ocurrido el adjetivo calificativo.

Tampoco puedo decir que estoy de acuerdo con todo lo que plantea. Por ejemplo, su idea de crear una beca para los que no trabajan ni estudian para ayudarlos a encontrar su primer empleo, suena como algo difícil de financiar. Sin embargo, habría que ver la logística del programa. Por lo menos suena menos descabellado como la idea de brindar un ingreso básico universal a toda la población o de crear un registro de las necesidades de cada ciudadano del país.

Por lo pronto, no queda más que esperar a que el otro candidato viable dé a conocer sus propuestas y (ojalá) deje de concentrarse en puras descalificaciones.

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