La encuesta IMEF de enero señalaba que el consenso para el crecimiento del PIB en 2012 era 3.1%. Incluso hubo un analista que pronosticaba crecimiento de 1.9% para el año. En ese momento dije que esperaba que el consenso se fuera revisando al alza en el transcurso del año al ver el desempeño de los indicadores. Dicho y hecho, en junio el consenso ya alcanzó 3.7% y espero que todavía habrá mayores revisiones. Por ejemplo, el próximo lunes (2 de julio) conoceremos el consenso de la encuesta de Banxico.
Primero vimos que el PIB aumentó 4.6% (tasa anual) en el primer trimestre. Ahora acabamos de observar que el IGAE avanzó 4.7% en abril. Banamex ha revisado su proyección para el segundo trimestre a 4.5%, lo que significa que podemos esperar crecimiento de alrededor de 4.6% para el PIB en la primera mitad del año. Simple aritmética nos dice que tendría que desacelerarse la actividad económica a menos de 3% en la segunda mitad para que la tasa de todo el año registre 3.7%. Sin embargo, no hay evidencia al respecto sino puras conjeturas.
El Indicador IMEF No Manufacturero ha registrado una tendencia al alza en los últimos ocho meses, lo que significa que la economía interna no sólo sigue creciendo a buen paso, sino que seguirá así por lo menos dos o tres meses más (recordemos que tiene la característica de ser un indicador adelantado). El índice de la Inversión Fija Bruta muestra una tendencia alcista que incluso se ha acelerado en los últimos cinco meses. Las exportaciones no petroleras siguen avanzando a pesar de la incertidumbre que prevalece en los mercados internacionales. Otros indicadores complementarios, como el crédito de la banca comercial y las ventas del ANTAD, señalan que la demanda agregada se mantiene firme.
¿Por qué hemos de pensar en una desaceleración tan importante en la segunda mitad del año? Básicamente por la incertidumbre que prevalece ante la situación europea y estadísticas sobre el desempeño económico de otros países, entre los cuales se encuentra (sorpresa) China. Sí, hasta el poderoso país asiático que ha crecido a más de 10% anual por más de dos décadas, reporta su PMI por debajo del umbral de 50 puntos. Por varias razones, la mayoría opina que la desaceleración (en el mejor de los casos) mundial afectará primordialmente a Estados Unidos y por consecuencia a México.
No hay duda que el desempeño de Estados Unidos ha sido sub-par. A pesar de que está creciendo, la recuperación de la crisis de 2008-2009 ha sido la más larga de su historia (por lo menos después de la Segunda Guerra Mundial). Su sector de vivienda ni siquiera ha mostrado indicios de empezar a recuperarse después del tremendo estallido de la burbuja hace ya casi cinco años. Su tasa de desempleo permanece por arriba de 8%, casi lo doble de su promedio en periodos de expansión. Conociendo la alta correlación entre nuestros ciclos económicos, es difícil pensar que podemos seguir creciendo por encima de Estados Unidos. Tarde o temprano, terminará nuestro (mini) auge. Los más pesimistas anticipan contagio mayor de la crisis europea a Estados Unidos y por consecuencia a México.
¿Y los optimistas? ¿A poco creen que estamos inmunes a los vaivenes mundiales? No tanto como inmune pero si relativamente blindado. Hemos logrado mantener un crecimiento promedio alrededor de 4% en los últimos dos años a pesar de la debilidad de la recuperación norteamericana y de los vaivenes en los mercados mundiales. Además el contagio de Europa hacia Estados Unidos no debería ser de la misma magnitud cuando ocurre al revés, ya que la asimetría se explica mediante una economía norteamericana mucho menos abierta que la europea. Debemos recordar que el motor principal de crecimiento en Estados Unidos es el consumo privado y los indicadores más recientes tienden a favorece su recuperación. Esto significa que si Europa y algunos países asiáticos entren en recesión o estancamiento (algunos países ya están), no necesariamente Estados Unidos los seguirá. Si se mantiene el crecimiento, aunque lento, podremos sobrevivir la incertidumbre mundial con relativamente poco daño.
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