La Decisión de Política Monetaria

Algunos analistas han señalado que se podría activar un pánico en el mercado si el Banco de México no aumenta su tasa de política monetaria a la par con la Reserva Federal. En su opinión, podría darse una fuga de capitales de tal magnitud que las reservas internacionales y el crédito flexible del FMI podría desaparecer en cuestión de semanas. Sin embargo, un escenario tan extremo es muy poco probable. Para entender el por qué tenemos que entender algunos aspectos del mercado cambiario, de las tasas de interés y de los capitales que se podrían “fugar”.

De entrada, el peso mexicano se depreció significativamente entre fines de noviembre del año pasado y principios de marzo del presente a consecuencia de la especulación que se desató en esos meses sobre los posibles cambios en la política monetaria de Estados Unidos. Pero más que un debilitamiento del peso, básicamente lo que pasó fue que se fortaleció el dólar contra prácticamente todas las monedas del mundo. Incluso, la depreciación del peso contra el dólar fue menor a la sufrida por la mayoría de las monedas, a tal grado que el peso mexicano se apreció vis-a-vis muchas de las mismas.

Dado que coincidió con la caída en el precio internacional del petróleo, muchos atribuyeron la debilidad del peso a que entraban menos dólares al país. Sin embargo, los dólares que obtiene Pemex por la exportación de petróleo no entran al mercado cambiario, ya que la ley dicta que Pemex los tiene que vender directamente al Banco de México. También se le atribuyó a que seguramente muchos capitales extranjeros invertido en bonos gubernamentales vendieron sus posiciones para refugiarse en dólares. No obstante, no hay evidencia de salidas de capital de portafolio, sino al contrario, todavía se registra una entrada neta. Tampoco hubo cambios importantes en los flujos comerciales o flujos de divisas por otros conceptos. ¿Entonces qué motivó la depreciación?

Para contestar la pregunta, primero debemos entender ciertas características del peso mexicano. El volumen normal del mercado cambiario mexicano oscila entre 10 y 15 mil millones de dólares diario, lo que no solamente lo sitúa entre las diez monedas más intercambiadas en el mundo, sino también como la moneda más intercambiada de todos los mercados emergentes. Parte de la razón es que México tiene una buena calificación de riesgo-país y una apertura comercial que le da volumen natural al mercado, lo que brinda a su vez una excelente relación riesgo/rendimiento y liquidez.

Pero todavía más interesante resulta el hecho de que más del 60 por ciento de las transacciones del mercado se llevaban a cabo fuera del país. Por las características antes mencionadas, el peso es una moneda idónea para coberturas, opciones, derivados y operaciones de futuros. Esto significa que muchas de las demás monedas utilizan al peso para cubrirse sin tener un interés comercial o financiera directa con el país. Ante este entorno, lo más seguro es que la mayor parte de los cambios en la oferta y la demanda del peso que motivó su depreciación se llevó a cabo fuera del país, por ejemplo, en el mercado de futuros de Chicago.

Aun así, sabemos que ha existido un influjo de dólares de inversión extranjera de cartera, dirigido principalmente al mercado de bonos gubernamentales, a tal grado que la proporción de deuda pública interna en manos de extranjeros ha crecido a niveles muy elevados. El Banco de México dio a conocer la balanza de pagos de 2014 hace unas semanas, que señala que México ha recibido casi 100 mil millones de dólares en inversión de cartera en los últimos dos años. Este capital, señalado por algunos como “especulativo” o “golondrino”, tiene fama de que pudiera salir del país (la famosa fuga de capitales) ante cualquier cambio pequeño en las tasas de interés, con el peligro de provocar una devaluación mayor, un incremento significativo en la inflación y un brote de inestabilidad peligrosa, agotando por completo las reservas internacionales del país.

Sin embargo, la realidad es otra. La gran mayoría de estos capitales provienen de fondos de inversión que buscan buenos rendimientos y permanencia. En muchos casos son pensiones para jubilados, que no van a invertir en cualquier país. Incluso, la mayoría de los fondos tienen cláusulas que prohíben invertir en bonos que no tengan “grado de inversión”, es decir, no pueden comprar papel “especulativo”. Esto significa que no van a salir tan fácil del país y menos ante un cambio pequeño en la tasa de interés con una pérdida cambiaria.

Por último, es importante entender la lógica de las tasas de interés. La Reserva Federal, al igual que el Banco de México, fija la tasa de fondeo de los fondos federales, equivalente a la de fondeo interbancario en México. Pero el resto de la estructura temporal de tasas los fija el mercado. En Estados Unidos, la Reserva Federal mantiene la tasa de fondeo en un rango de 0 a 0.25 por ciento, mientras que el bono federal a 10 años está en 1.9 por ciento. Si la Reserva Federal decide aumentar su tasa objetivo de 0 a 0.25 o a 0.5 por ciento, no queda muy claro que el mercado moverá la tasa del bono a 10 años en la misma proporción ni al mismo tiempo.

En México, la tasa de fondeo está en 3 por ciento, mientras que el bono a 10 años está en 7.1 por ciento. Si la Reserva Federal aumenta su tasa sin respuesta por parte del Banco de México, es muy probable que el propio mercado ajustará la tasa del bono a 10 años respectivamente. En otras palabras, no es la política monetaria del Banco de México lo que provocará que el diferencial de tasas entre bonos a 10 años cambie, sino el mercado mismo. Esto significa que la acción del Banco de México es más de crear expectativas y de enviar mensajes, que tener una injerencia directa sobre la curva de rendimientos.

La especulación sobre los montos y tiempos del inminente cambio en la política monetaria de la Reserva Federal tiene efectos reales y visibles sobre los tipos de cambio en prácticamente todo el mundo, más que nada en respuesta a las coberturas cambiarias y no tanto por movimientos de inversión en cartera. El Banco de México deberá tomar acción, pero no necesariamente mediante un aumento en su tasa de política monetaria, sino con decisiones que involucren más a la Comisión de Cambios. Pero al final de cuentas, tenemos que recordar que la mayoría de las operaciones con el peso se toman fuera del país, por lo que es muy difícil contrarrestar lo que ocurre con medidas internas.

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