En su manual de la balanza de pagos, el Fondo Monetario Internacional establece que un inversionista necesita adquirir por lo menos 10% de las acciones de una empresa para que se considere inversión directa. Si el monto es menor a este porcentaje se considera inversión de cartera. Aunque el establecimiento de un umbral para distinguir entre los dos pudiera parecer arbitrario, la naturaleza de ambas es muy distinta. Mientras que a IED va dirigida a una inversión de mediano a largo plazo con cierto arraigo en el país, la de cartera se asocia con flexibilidad y transitoriedad.
La inversión de cartera se asocia con el corto plazo, no por la madurez del instrumento financiero en cuestión, sino por la facilidad con que cuenta para entrar y salir rápidamente de un país. En este sentido, la característica esencial de la inversión de cartera es que los instrumentos en que se invierten deben ser altamente comerciables[1]. Los instrumentos deben ofrecer la flexibilidad al comprador de vender fácilmente para cambiarse de un instrumento a otro, independientemente de la madurez, del monto o del país de origen. Este tipo de inversión está más involucrado con los rendimientos y con la facilidad de mover la cartera rápidamente en función de circunstancias cambiantes. A diferencia de la IED, el rendimiento de la inversión es independiente de la influencia directa del inversionista.
La mayor parte de la inversión de cartera corresponde a fondos de inversión o a inversiones financieras que forma parte del portafolio financiera de una persona o institución. Puede corresponder al mercado bursátil (accionario) o al mercado de dinero (bonos o renta fija), ya sea del sector privado o del gobierno. Las clasificaciones que utiliza el Banco de México en la desagregación de la balanza de pagos es primeramente entre sector privado y público por origen del instrumento financiero. La inversión del sector privado se clasifica entre valores emitidos en el exterior y el mercado bursátil, donde lo primero corresponde a bonos y obligaciones emitidos en mercados internacionales y lo segundo a las acciones de empresas mexicanas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores o en las bolsas en el exterior. La inversión del sector público se divide en valores emitidos en el exterior y en el mercado de dinero (renta fija). Lo primero se relaciona con los bonos que el gobierno emite en los mercados internacionales, mientras que lo segundo a la tenencia de Cetes y bonos de la tesorería emitidos en el país pero adquiridos por extranjeros.
La asociación con una inversión no deseable, golondrina o especulativa, resulta de la rapidez con que los flujos se pueden revertir a raíz de un rumor o un cambio marginal en el rendimiento. Sin embargo, un signo negativo (que corresponde a la venta del activo y una salida de capital del país) no siempre tiene una connotación negativa. En muchas ocasiones, el gobierno mexicano o una empresa toma la decisión de liquidar cierto tipo de deuda, ya sea para desendeudarse o para cambiar su perfil de deuda (hacia un plazo diferente o un rendimiento (costo) menor. Aun así, montos muy grandes (ya sea positivo o negativo) no son vistos con buenos ojos por la volatilidad que pueda representar en los mercados, en especial en forma repentina.
En 2010 se registró la cantidad neta de inversión de cartera más elevada en la historia del país, al registrarse un saldo positivo de 37.1 mil millones de dólares (ver gráfica). La mayor parte de esta entrada de recursos al país fue para el sector público (28.1 mil millones), que no se tradujo en una sobreoferta de dólares en el mercado cambiario, porque el gobierno deposita los dólares directamente en el Banco de México. Sin embargo, casi todo el resto de los recursos fueron dólares adquiridos por el sector privado a través de valores emitidos en el exterior (8.4 mil millones). Esto ocasionó una apreciación significativa de la moneda en el transcurso del año al ver que el tipo de cambio bajara casi 8%.
La entrada masiva de recursos al país en este rubro fue resultado de la política monetaria expansiva que Estados Unidos y otros países desarrollados emprendieron desde hace varios años para tratar de reactivar sus economías y sobreponerse de la crisis de 2008-2009. Esto provocó que los rendimientos en la mayoría de los instrumentos financieros de estos países fueran históricamente bajos. Ante la alternativa, muchos fondos de inversión e inversionistas globales buscaron en México (y otros países emergentes) rendimientos más atractivos. La preocupación reside en que los flujos pueden revertirse rápidamente en un futuro cercano cuando las tasas en otros países empiecen a subir.
La entrada de inversión de cartera al país está asociada a los diferenciales de rendimiento y riesgo del país con el exterior. Esto significa que no es necesario un cambio en la percepción del riesgo-país en México o en los rendimientos que ofrecen los instrumentos financieros mexicanos por si solos. Más bien, necesitan cambiarse en relación a las alternativas existentes en otros países. Por lo mismo, movimientos significativos en este rubro no necesariamente reflejan un cambio en el estado de la economía del país, sin embargo, sí pueden tener repercusiones importantes en el tipo de cambio y otras variables fundamentales de los mercados financieros.
Excelente descripción de lo que es la Inversión Extranjera. Claro y conciso.
El periodo que comentas ( 2010 a 2014) la paridad peso dólar fue estable , manteniéndose en un rango entre 18 y 20 , para que en el 2020 tocara 24 e iniciara el ciclo de apreciación del peso que nos tiene en 17.50 al 15 de mayo de 2023. Es curioso que el periodo de 2010 a 2014 fuera un periodo acomodativo para EUA y México y el diferencial de tasas reales atrajera dólares y ahora en el periodo restrictivo de 2022 en adelante , de igual manera el diferencial de tasas reales sea atractivo para los dólares. ¿Qué consecuencias puede tener para la economía una tasa real de 5% en México ( considerando la tasa nominal de 11.25% e inflación de 6.25 de abril 2023) con una tasa de crecimiento de la economía de 2 a 3% ?