Pejenomics

Ni uno de los cinco candidatos a la presidencia me convencen. Uno, por representar al partido que más a promovido la corrupción y la impunidad; otro por venir de una coalición de polos opuestos y posiciones ideológicos irreconciliables, de un partido al que le dimos la oportunidad dos veces sin que hiciera gran cosa; otro por sus planteamientos inconsistentes, ataques férreos e insultos innecesarios; y finalmente, dos independientes que no son tan independientes, pues ambos proceden de la partidocracia.

He tenido la oportunidad de oír a cuatro de ellos personalmente, puse mucha atención al debate y he escuchado sus opiniones varias veces. Todos tienen ideas que suenan razonable y otras con las cuales no comulgo. Han planteado propuestas que hacen sentido, pero sin explicar el cómo, por lo que quedan en el vacío. Afortunadamente, los cinco han prometido sostener finanzas públicas sanas, respetar la autonomía del Banco de México, eficientizar el gasto, respetar el estado de derecho y fortalecer las instituciones.

De los cinco, sobresale uno por muchas razones. De entrada, es el que va arriba en las encuestas y por lo pronto, tiene la mayor probabilidad de ganar. Es el que más ha puesto atención en poner por escrito sus ideas y propuestas. Es el que más tiempo (y por mucho) lleva en campaña para ser presidente, por lo que es el más conocido. Es el menos articulado, el más pausado al hablar y el más ocurrente. Finalmente, es el más controversial en cuanto a los cambios que propone, su respeto por la democracia, sus tintes autoritarios, su intolerancia y sus contradicciones. Por lo mismo, es el más atacado y para algunos el que verdaderamente genera miedo.

Sus enemigos han buscado plantearlo como un peligro para México y vendernos la idea de que nos llevará a dónde está Venezuela ahora. Han dicho que su programa es “fantasioso e irresponsable”. Mucho de esto es irrelevante para un segmento importante del electorado, el llamado voto “anti-establishment”, que va a votar por él independientemente de los ataques y su desempeño en la campaña. Sin embargo, hay otro segmento que ha comprado mucho de esta propaganda negativa. Ante esto, su equipo armó el texto llamado “Pejenomics”, dirigido a los quienes dudan de la viabilidad de su programa económico.

Mi primera lectura del folleto es positiva. Plantea un esquema que respete la autonomía del Banco de México y las restricciones presupuestales, que haga mucho mejor uso de los recursos públicos, reorientándolo mediante una redefinición de prioridades. Habla de redestinar el gasto hacia mayor inversión pública en infraestructura y tener programas sociales muy concretas, no electorales. El principal eje fundamental es respetar y mantener los grandes equilibrios macroeconómicos. Propone eliminar la discrecionalidad y opacidad de la Rama 23. Definitivamente hay puntos en los que no estoy de acuerdo, o bien, necesitan más explicación. Pero en términos generales, no está pelado con la globalización, mientras que busca que los beneficios de una economía abierta se distribuyan de manera más equitativa. Dice que va a fomentar las exportaciones y al mismo tiempo, fortalecer la economía interna.

Sin embargo, el discurso diario difiere en algunos puntos, mientras que habla de propuestas que no están en el folleto. Aquí es donde me confundo y surgen mis dudas. ¿Quiere construir refinerías, que no solo resultarían caros sino hasta obsoletos e incrementarían el costo de la gasolina? ¿Encima de eso, quiere subsidiar a la gasolina, cuando nos faltan recursos para proyectos de mayor envergadura, va en contra de una distribución equitativa del ingreso y acarrea problemas ambientales? ¿Va en serio cuando dijo que quería reubicar todas las secretarias fuera de la CDMX para que estuvieran dispersos por toda la república? ¿Quiere convertir Los Pinos en un museo? ¿Quiere introducir precios de garantía? ¿Soberanía alimentaria? ¿Realmente no cree en la sociedad civil?

Para muchos, el problema principal es no creer lo que dice. Argumentan que promete una gran cantidad de cosas solamente para ganar el voto, mientras que sus verdaderas intenciones son otras. Sin embargo, ¿no podemos decir eso de los otros candidatos también? Por ejemplo, ¿le debemos creer al candidato del partido oficial que ahora sí va a combatir la corrupción?

Todavía no he decidido mi voto. Sigo con muchas dudas y confusiones. ¿Ustedes?

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