La recesión de 2008-2009 terminó en mayo de 2009 y desde entonces seguimos en una fase de recuperación, sin haber alcanzado el pico anterior en términos de la combinación de desempleo y actividad económica. Hasta agosto de este año esta fase cumplió 28 meses, rompiendo así el record anterior de 27 (posterior a la recesión de 2000-2003). Si el índice compuesto de indicadores coincidentes sigue avanzando a la misma tasa promedio que hemos observado en el transcurso de este año, hemos de terminar la recuperación e iniciar una nueva fase de expansión en enero de 2012. Sin embargo, la volatilidad excesiva observada en los mercados financieros desde agosto sugiere que la economía se desacelerará en los siguientes meses y así se postergará por más tiempo la recuperación.
Si hacemos un corte a mediados de año, la economía mexicana iba bien. Las exportaciones no petroleras, nuestro motor de crecimiento, estaban jalando a la economía interna y el crecimiento del PIB en la primera mitad del año fue de 3.9%. Este ritmo fue más del doble al avance observado en Estados Unidos. Varios indicadores señalaban que la inversión privada iba en aumento y las perspectivas apuntaban que podríamos terminar el año con un crecimiento cercano a 5%. Con el ímpetu que significan las elecciones, era probable que pudiéramos seguir el ritmo en 2012 y terminar la segunda mitad este sexenio con un crecimiento promedio de 5%.
Sin embargo, las perspectivas empezaron a cambiar significativamente a raíz del anuncio de Standard & Poor’s (S&P) de bajar la calificación de riesgo-país a Estados Unidos. Aunado a la incertidumbre creciente en torno a un eventual default de Grecia y el contagio que pudiera propagarse hacia Europa y el resto del mundo, los mercados financieros cayeron en todos lados y después mostraron una alta volatilidad extendida no visto en mucho tiempo. Hemos visto una aversión al riesgo creciente que ha resultado en un reacomodo de capitales en prácticamente el mundo entero.
La máxima ironía es que casi todos han buscado refugiarse en bonos de la tesorería de Estados Unidos. En vez de observar un aumento en sus tasas de interés en respuesta al señalamiento de mayor riesgo por parte de S&P, hemos visto justo lo contrario: las tasas han bajado a niveles históricos. S&P podrá opinar lo que quiera, pero el mercado rechazó categóricamente el cambio de calificación y el Director General de la calificadora perdió su trabajo.
La gran volatilidad continúa y continuará hasta que se despejan las dudas en torno a la economía de Estados Unidos y el contagio griego. Esto hace sumamente difícil vislumbrar las perspectivas económicas de nuestro país. Por un lado, si Grecia declara default con un contagio mayor en toda Europa y Estados Unidos entra de nuevo en una recesión, tendremos un escenario de por más pesimista. En cambio, si el Banco Central Europeo le encuentra una salida al sobreendeudamiento de los griegos y la economía norteamericana sigue creciendo (aunque lentamente), el escenario pintaría mucho más optimista. El problema fundamental es que a estas alturas los dos escenarios tienen una igualdad de probabilidades, con la desventaja de que entre más tiempo dura la incertidumbre habrá más desconfianza, menos inversión y mucha preocupación por no acumular inventarios.
Aunque podríamos ver repercusiones en ambos lados, los problemas de Estados Unidos y Grecia (Europa) no están totalmente interconectados, es decir, podríamos observar una recuperación económica en Estados Unidos a pesar de un default en Grecia, o bien, Europa podría encontrar una solución satisfactoria y de todos modos Estados Unidos entra en recesión. Estas dos posibilidades añaden un número igual a nuestra lista de probables escenarios para 2012. No obstante, queda claro que parte de los motivos que han llevado a los consumidores y empresarios en Estados Unidos a mostrar un comportamiento más cauteloso ha sido el miedo de que se desaten efectos globales a raíz de una crisis de deuda soberana en Europa.
La punta de partida para armar un escenario para México es la probable evolución de la actividad económica de Estados Unidos. Pero el problema es que los economistas que siguen la economía de ese país todavía no han terminado de revisar sus proyecciones. Queda claro que las revisiones son hacia abajo, pero todos están procediendo con demasiado cautela. A principios de año el consenso sobre el crecimiento para Estados Unidos en 2011 era 3.3% y más todavía para 2012. Hace tres meses todavía se pensaba que habría crecimiento mayor a 3% este año, sin embargo, en septiembre ya se había revisado a 1.6%, prácticamente a la mitad de lo que se pensaba hace poco. Todos piensan que habrá mayor crecimiento en 2012 que en 2011. En otras palabras, aunque muchos hablan de las posibilidades de una recesión, nadie lo ha reflejado todavía en los números de su escenario macroeconómico.
¿Habrá recesión en Estados Unidos?
Una recesión “normal” involucra una restricción monetaria que hace que la curva de rendimientos tenga pendiente negativa, es decir que los rendimientos de los instrumentos de mayor plazo sean menores a los de menor plazo. Si utilizamos la diferencia entre los bonos de tesorería de Estados Unidos de 10 años y los de tres meses, podemos observar que cada recesión desde la década de los 50 ha sido precedida por un diferencial negativo. Las condiciones monetarias más restrictivas conllevan a una disminución en la construcción residencial y en la inversión fija bruta por parte de las empresas. Posteriormente los consumidores adoptan una actitud más cautelosa y las empresas buscan reducir sus inventarios, dando pie a la recesión.
El problema es que si Estados Unidos entra ahora en recesión, ésta será todo menos “normal”. Por lo pronto, existe una expansión monetaria sin precedente. Si no se observa mayor expansión del crédito bancario, es por falta de demanda y no de oferta. Dado que las tasas de corto plazo están en el piso, es simplemente imposible observar una curva de rendimientos con pendiente negativa. No es probable observar una disminución en la construcción, ya que este sector se encuentra estancado desde hace mucho tiempo. Si es que los consumidores deciden moderar sus compras y las empresas reducir sus inversiones (incluyendo inventarios), será por la ansiedad causada por la amenaza de una crisis europea de deuda soberana y por la lucha política en Washington en torno a los problemas del déficit público. Lo anterior se complica con la percepción del público que ya no hay margen para instrumentar una política económica anticíclica y que la recesión empezaría con una tasa de desempleo muy elevada.
Esto significa que los indicadores adelantados que típicamente se observan para anticipar una recesión no funcionan en este entorno. Si lo que pudiera empujar a la economía hacia una recesión es el miedo o incertidumbre que tienen los consumidores y las empresas, entonces deberíamos fijarnos en los indicadores que reflejan este comportamiento. En vez de analizar la expansión real de la oferta monetaria o la curva de rendimientos, deberíamos estar al pendiente de las encuestas de confianza e indicadores que reflejan cambios en los hábitos de los consumidores y de las empresas.
El primer indicador es el gasto de las familias en bienes de consumo, que si bien casi no ha crecido desde abril, tampoco ha disminuido. Aunque el patrón todavía no es consistente con uno de recesión, si queda claro que las familias han reducido su gasto en algunas áreas como transporte, recreación y restaurantes y se están comportando con mucha mesura en otros.
El segundo indicador es el ISM manufacturero, que tampoco muestra todavía niveles consistentes con una recesión. Aunque ha disminuido significativamente en los últimos meses, todavía se ubica por encima del umbral de 50 puntos. Para anticipar una recesión necesitaríamos que bajara a por lo menos 46 puntos e incluso más. Sin embargo, hasta ahora las empresas no han disminuido su producción ya que han estado atendiendo pedidos atrasados. Pero llegará un momento en que lo tendrán que hacer, ya que en los últimos meses los pedidos nuevos no han crecido.
Este indicador también señala que no hay nuevas contrataciones desde marzo. Las empresas han decidido mantener su planta laboral sin cambios ante la perspectiva incierta. Sin embargo, dado que las compensaciones salariales son el componente más importante del ingreso personal, las familias se enfrentan a mayores restricciones presupuestales. Si los ingresos no empiezan a aumentar pronto, el gasto en consumo se irá ajustando hacia la baja y las probabilidades de una recesión aumentarán.
El tercer indicador a observar es la confianza del consumidor. En Estados Unidos hay dos: el índice de la Universidad de Michigan, que contiene preguntas en torno a las condiciones y expectativas financieras; y el del Conference Board, que se enfoca más en las condiciones de negocios y empleo. Por lo mismo, el primero va estar más susceptible a cambios en los mercados de valores, mientras que el segundo más hacia las condiciones del mercado laboral y el ambiente de negocios. Si se utilicen los dos juntos, no han producido una señal falsa en torno a una recesión en los últimos 30 años. Mientras que la Universidad de Michigan ya muestra valores consistentes con el inicio de una recesión, el índice del Conference Board todavía no.
Con tanta incertidumbre es muy difícil predecir si habrá recesión o no. Por lo pronto, la apuesta es que Estados Unidos enfrentará una desaceleración significativa, con casi nulo crecimiento (y posiblemente hasta ligeramente negativo) en el último trimestre del año. Sin embargo, no será lo suficiente para generar otra recesión, por lo que la recuperación (modesta) volverá a tomar camino en 2012.
¿Y México?
La economía mexicana ha surtido relativamente bien la desaceleración de Estados Unidos, ya que a pesar de una economía norteamericana débil, la economía mexicana ha logrado mantener un ritmo de exportaciones suficientemente robusta como para crecer entre 3.5 y 4.0% este año. Queda claro que será difícil mantener el mismo ritmo ante la desaceleración externa, pero mientras Estados Unidos no entra en recesión, México deberá crecer por encima de 3% en 2012.
La depreciación del tipo de cambio deberá ayudar al mercado exportador, mientras que la economía interna se ha mantenido a flote. A partir de octubre empiezan oficialmente las campañas electorales, por lo que deberíamos sentir presiones positivas en el consumo en los siguientes tres trimestres a raíz del mayor gasto público. Esto nos deberá dar un respiro en la primera parte del año, por lo que pudiéramos sentir un poco menos la desaceleración de la demanda externa.
Sin embargo, los riesgos de un desplome aumentarán sustancialmente a partir de la segunda mitad del 2012 cuando el impacto positivo del gasto público se desvanece. Si para entonces Estados Unidos no ha resuelto sus problemas estructurales y permanece la incertidumbre de ahora, no sólo enfrentaremos una desaceleración significativa, sino que posiblemente podríamos estar en la antesala de una nueva recesión.
Debemos recordar que los mejores periodos de crecimiento de los últimos sexenios han sido el primer semestre del último año: en 2000 la economía venía creciendo por encima de 7% en la primera mitad del año, mientras que en 2006 era mayor a 6%. Sin embargo, en ambas ocasiones experimentamos desaceleraciones mayores en la segunda mitad. Aunque no se vislumbra que la primera mitad de 2012 sea el mejor semestre del sexenio de Calderón, sí podemos esperar la desaceleración después de las elecciones. Por lo mismo, la expectativa de crecimiento para todo el año pudiera ser engañosa.
Internamente, no se prevé ningún desequilibrio importante. El balance fiscal tradicional deberá mejorar marginalmente de 2.5% del PIB en 2011 a 2.2% en 2012, mientras que el déficit de la cuenta corriente cerrará este año por debajo de 1% del PIB y el año entrante ligeramente por encima. En el mismo sentido, la inflación terminará 2011 muy cerca del objetivo del Banco de México y por debajo del rango superior de 4% en 2012. En ningún caso se presentará algún problema en estos rubros.
Las perspectivas del tipo de cambio refleja la mayor incertidumbre externa. A pesar de haber llegado a niveles de 14 pesos por dólar en septiembre, casi todos los analistas anticipan su regreso a niveles inferiores de 13 pesos antes de que finalice el año. Sin embargo, el regreso del peso únicamente será posible si es que disminuye la aversión al riesgo que se ha presentado ante la posibilidad de una crisis de deuda soberana europea. Aun así, los bonos gubernamentales que México ha colocado en el exterior son considerados a la par con países desarrollados como bonos de bajo riesgo y buen rendimiento. Esto significa que habrá un momento en el futuro cercano en que muchos de los capitales que se fueron del país en busca de menos riesgo, regresaran por los mayores rendimientos. Esto significa que el peso sí deberá verse fortalecido de nuevo en 2012, aunque posiblemente no a los niveles observados en la primera mitad de 2011.
Marco Macroeconómico 2011-2012
2011 2012
Gobierno Consenso IMEF Gobierno Consenso IMEF
Producto Interno Bruto 4.0% 3.8% 3.7% 3.5% 3.4% 3.6%
Inflación (fin de año) 3.0% 3.4% 3.3% 3.0% 3.7% 3.5%
Tipo de Cambio (promedio) 11.9 12.0 12.1 12.2 12.5 12.8
Tasa Política Monetaria 4.5% 4.5% 4.5% 4.5% 4.5% 4.5%
Cuenta Corriente -0.9% -0.8% -0.8% -1.4% -1.3% -1.1%
PIB de Estados Unidos 1.6% 1.6% 2.8% 2.1% 2.1% 2.5%
Fuente: Comité de Estudios Económicos del IMEF
Estimado Jonathan
¿Cómo obtienes el crecimiento del semestre si tienes el crecimiento desestacionalizado de los dos primeros trimestres? Dices que no es la suma de los dos.
El crecimiento del semestre a partir de la serie ajustada la calculas de la misma manera que a partir de la serie original.