Después de casi dos años de estancamiento, parecía que la actividad económica estaba mostrando una mejoría. El Sistema de Indicadores Cíclicos del INEGI, que genera un índice compuesto de seis indicadores coincidentes, señala que para mayo ya prácticamente todos muestran una tendencia positiva. Los resultados de comercio exterior apuntan hacia una mejoría en las exportaciones no petroleras, resultado de una mayor demanda de Estados Unidos. Como consecuencia, la industria manufacturera mostró crecimientos en cada uno de los primeros cinco meses del año.
Lo único que parecía faltar era que empezara a crecer la inversión privada, a pintar la inversión pública y a mejorar el consumo de los hogares. Sin embargo, la aprobación final de las leyes secundarias abriría la puerta a la inversión privada, mientras que el gobierno federal ya repartió los fondos para las obras públicas. La última pieza en la ecuación, el consumo de los hogares, debería responder poco a poco en la segunda mitad del año y así podríamos alcanzar un crecimiento entre 2 y 3 por ciento; los optimistas piensan que más cerca del 3, mientras que los pesimistas alrededor del 2 por ciento.
Sin embargo, los últimos indicadores que se han dado a conocer no son muy halagadores. En los últimos días el INEGI dio a conocer el consumo privado de mayo y la actividad industrial de junio, mientras que la ANTAD divulgó las ventas de julio. El primer indicador disminuyó respecto al mes anterior y sigue mostrando debilidad. El segundo también cae en el mes y sugiere que el crecimiento del PIB del segundo trimestre será menor a lo estimado. El tercero señala que el consumo de los hogares no muestra señales de mejoría en el primer mes del tercer trimestre. Anteriormente, conocimos los indicadores de difusión de junio con resultados decepcionantes; el Indicador de Confianza del Consumidor interrumpió su tendencia alcista, mientras que el Indicador IMEF No Manufacturero sigue perdiendo terreno. El gobierno no ha logrado inspirar mayor confianza en los hogares ni en los empresarios. A este paso, ya tenemos que preguntarnos si la recuperación empezará en el tercer trimestre o si tendremos que esperar más hacia fin de año.
El consenso para el crecimiento anual del segundo trimestre se ubica alrededor de 1.8 por ciento. Sin embargo, si examinamos el IGAE de abril y mayo, encontramos que la actividad económica de junio tendría que haber crecido 3 por ciento o más para alcanzar esta cifra. Dado que ya sabemos que las actividades secundarias disminuyeron en junio, es muy difícil pensar que las terciarias podrían haber aumentado lo suficiente para compensar la falta de dinamismo manufacturera. Por lo mismo, debemos esperar una tasa todavía menor para el segundo trimestre cuando el INEGI anuncia los datos del PIB la semana entrante. Dependiendo de qué tan mal viene, es factible esperar aún otra ronda de revisiones a la baja en las proyecciones del PIB para 2014.
No todas las cifras fueron malas noticias. La construcción de junio avanzó 1.2 por ciento en junio y ligó así cinco meses consecutivos con crecimiento positivo. Este impulso ayudó a que la tasa anual llegara a 2.2 por ciento (y hasta 2.6 por ciento si corregimos por efectos de calendario), que es la primera tasa anual positivo para la construcción en los últimos 19 meses. Mejor aún, el segmento que mejor desempeño mostró fue la de obras civiles de infraestructura, ligada a la inversión pública, que mayor rezago mostraba. La serie de tendencia-ciclo de este indicador sugiere que por fin tocó fondo y empieza a revertirse.
La cifra negativa de la producción manufacturera de junio no representa un cambio de tendencia. Lo más seguro es que repuntará en julio y seguirá funcionando como nuestro [único] motor de crecimiento. Todavía deberíamos esperar la mejoría en la inversión privada, especialmente ahora que ya tenemos leyes secundarias para todas las reformas. No obstante, la gran incógnita sigue siendo el consumo de los hogares. La mayoría de los nuevos empleos han sido de menor remuneración y los precios de los alimentos siguen al alza. Los efectos nocivos de la reforma fiscal siguen dando de qué hablar, mientras que no se repone la confianza.
Hemos visto una mejoría en el entorno externo, indispensable para mover la manufactura. El gobierno ha aumentado su gasto, que eventualmente deberá sentirse en más obras públicas. Los legisladores finalmente aprobaron las leyes, que debería estimular la inversión. ¿Pero qué se ha hecho para apuntalar la situación de los hogares? Pues realmente muy poco, si es que algo.