La historia de la inflación en México cambió a partir del 2000 cuando empezó a registrar tasas de un solo dígito en forma consistente. En los 27 años anteriores (de 1973 a 1999) los precios aumentaron 316 mil por ciento, equivalente a un promedio anual de 34.8 por ciento. En ese periodo terminamos 23 veces el año con inflaciones de dos dígitos, dos con tres dígitos (1986 y 1987) y dos con uno solo (1993 y 1994). En cambio en los últimos diez años la inflación ha terminado cada año en promedio en tan solo 4.5 por ciento. En una década nos hemos acostumbrado a otro comportamiento muy distinto de los precios.
Aunque la inflación es ahora mucho más baja que antes, hemos visto que ha adoptado un patrón interesante. Sin excepción, en los años nones baja mientras que en los pares sube. Desde 2003, en los nones se ha situado por debajo de 4.0 por ciento (ya dentro del rango de variabilidad que el Banco de México ha marcado como objetivo), pero cada año siguiente (par) vuelve a quedar fuera del rango. Por ejemplo, en 2008 subió de 3.8 por ciento a 6.5 por ciento, para volver a bajar a 3.6 por ciento en 2009. El año pasado volvió a subir (a 4.4 por ciento) y este año queda claro que quedará por debajo del cuatro por ciento. Incluso, es posible que se registre la tasa más baja para un fin de año desde que existe el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Para que esto pase tendrá que ubicarse por debajo de 3.33 por ciento, que fue la tasa que se observó a fines de 2005.
Después de terminar en diciembre del 2010 en 4.4 por ciento, la inflación bajó rápidamente a principios de año y a partir de marzo ha fluctuado dentro de un rango de 3.1 y 3.5 por ciento. En septiembre sorprendió a la mayoría al registrarse la tasa más baja para ese mes desde 1970 y la variación de doce meses bajó a 3.1 por ciento. Dado que las tasas de octubre, noviembre y diciembre del año pasado fueron relativamente elevadas, es posible pensar que el cierre de este año no sea mucho más elevada que la observada a finales de septiembre.
Sin embargo, la tasa de la primera quincena de octubre (0.61 por ciento) fue la más elevada de todo el año y a primera vista sugiere un posible repunte. Aunque la segunda quincena no fuera tan elevada, es muy seguro que observaremos una tasa para el mes de 0.7 por ciento. ¿Existe indicios de que pudiéramos ver una nueva tendencia alcista?
En principio el dato no es para alarmarse. Dado que la inflación de octubre del año anterior fue 0.62 por ciento, la anual únicamente aumentaría un punto decimal. Si analizamos la incidencia quincenal de los diversos componentes, encontramos que la inflación de la primera quincena fue 13 puntos base mayor a la del año anterior, mientras que el aumento en los precios de los energéticos explica totalmente la diferencia. Esto significa que si los energéticos hubieran subido igual ahora que hace un año, la tasa hubiera sido la misma. El subíndice de los energéticos por si solo explica 0.43 del aumento total de 0.61 por ciento, es decir, más del 70 por ciento del aumento total en el periodo. Incluso, parte de la diferencia se puede atribuir a una mayor ponderación de los precios de electricidad dentro del índice a partir de este año debido al cambio de base que se introdujo recientemente, que en sí no es inflación.
No obstante, sí hay algunas características de la inflación actual que llama la atención. De entrada, existen grandes variaciones entre algunos de los subíndices del INPC. Aunque la subyacente se ubica casi al mismo nivel que la general (3.24 versus 3.27 por ciento a tasa anual del índice quincenal), las mercancías de alimentos, bebidas y tabaco registran un incremento de 7.44 por ciento. En cambio, los precios de mercancías no alimenticias aumentan a 1.98 por ciento y los servicios distintos a la vivienda a un ritmo de 0.27 por ciento. En otras palabras, aunque el promedio se ubica muy cerca de la meta puntual del Banco de México, existen extremos que llaman la atención.
El problema fundamental es que los precios de los servicios y de las mercancías que casi no han aumentado no se perciben mucho. En cambio, los precios de los alimentos son sumamente visibles, al igual que los de la gasolina que suben todos los meses. Por lo mismo, la credibilidad en la medición de la inflación por parte del público en general no es muy buena. Esto es especialmente crítico en este momento, justo cuando el INEGI acaba de tomar la estafeta para la medición.