El lunes pasado, Alejandro Hope nos recomendó vía Twitter un artículo interesante en Foreign Policy, escrito por Joshua Keating, titulado “Who won the recesion?: these 7 countries” (foreignpolicy.com/articles/2012/10/08/these_7_countries …). A raíz de que tres años después de haberse concluido la recesión de 2008-2009 la mayoría de los países siguen en una etapa de recuperación o de plano regresaron a recesión, el autor se pregunta cuáles fueron los países que ganaron a raíz de la gran recesión. Su conclusión es que fueron siete países: Corea del Sur, Polonia, Canadá, Suecia, Indonesia, Turquía y México.
Resulta interesante que México esté en la lista, ya que en el país abundan las discusiones de por qué no crecemos lo suficiente, a tal grado que a través de los años han aparecido grupos que buscan resolver esta insuficiencia, desde el “Grupo Huatusco” hace ya como diez años, hasta “México, ¿Cómo Vamos?” de recién creación. Sin embargo, después de varias décadas de un desempeño mediocre, a partir de 2010 México parece querer empezar a despegar, ya que el crecimiento económico ha sido por arriba del promedio de los demás países.
El récord de México de 2001 a 2009 de 1.3% promedio anual fue el peor de todo América Latina. El contraste con las demás economías de la región fue muy contrastante, ya que la década pasada fue muy favorable para la mayoría de los países latinoamericanos. Volteábamos a ver a Brasil, Chile, Perú y Panamá con envidia, que crecían muy por encima de nosotros. Al mismo tiempo, surge China como nuevo centro manufacturero mundial y todo parecía ser que nos estaba comiendo el mandado.
Viene la gran recesión en 2008 y el PIB mexicano disminuye 6.0% en 2009. A pesar de una supuesta fortaleza macroeconómica, un sistema financiero saneado, una política cambiaria adecuada y relaciones de deuda externa relativamente buenas, tuvimos uno de los peores desempeños a escala mundial. Al desplomarse el comercio exterior, México pierde su motor de crecimiento más valioso y la economía interna no supo responder.
No toda la retracción de la actividad económica provino de afuera. La sobrerreacción de las autoridades al virus H1N1, que paralizó por completo a la economía por un espacio importante, contribuyó a por lo menos dos puntos porcentuales de los seis que disminuyó el PIB ese año. Pero aun así, México parecía maldecido y condenado al crecimiento mediocre.
Sin embargo, el panorama empezó a cambiar a partir de 2010 con un repunte significativo en las exportaciones no petroleras, a pesar de la lenta recuperación mundial. El PIB de México logró crecer 5.5% y 3.9% en 2010 y 2011, respectivamente, por encima del promedio mundial. En estos años hemos recapturado una porción del mercado norteamericano que habíamos cedido a China y de repente se oye hablar de nuevo de nuestra competitividad. No sólo la industria automotriz despegó a gran velocidad, sino también las exportaciones manufactureras no automotrices. Pero todavía más sorprendente es que la economía interna ha respondido también y parece tener ahora su propio dinamismo.
¿Cuáles son los factores que explican nuestro mejor desempeño vis-a-vis los demás países? En principio, son tres: un reacomodo de líneas de producción (en especial en la industria automotriz) dentro de América del Norte, mediante el cual se busca reducir costos de producción e incrementar la eficiencia a raíz de los efectos de la recesión en Estados Unidos; una moneda más competitiva (depreciada) a raíz del ajuste significativo que sufrió el tipo de cambio en 2008; y un cambio fundamental en la política económica de China.
A raíz de la profunda recesión de 2008-2009 en Estados Unidos, varias de las empresas automotrices estuvieron a punto de quebrar. Recibieron incluso ayuda gubernamental y tuvieron que implementar cambios profundos para volver hacer competitivos y rentables. Muchos de estos cambios involucraron cambios en sus líneas de producción de Estados Unidos hacia México, que en parte fue un reconocimiento de que la productividad de la industria automotriz mexicana no solamente era buena, sino de las mejores a escala mundial. Ahora no sólo hemos observado nuevas inversiones en las plantas de capital norteamericanas, sino también en las europeas y asiáticas. El resultado ha sido que en apenas un par de años después de la crisis, México ha ganado mucha participación en la producción automotriz mundial.
En los años anteriores a la crisis, el dólar se había depreciado respecto a las principales monedas del mundo. Dado que el peso mexicano está muy ligado al dólar, México aprovechó parte de esta depreciación para incrementar sus exportaciones a países distintos a Estados Unidos. Como consecuencia de la crisis, el peso sufrió una depreciación significativa respecto al dólar en un momento en que el dólar se recuperó respecto a los demás países. De nuevo, ganamos competitividad hacia el exterior y nos posicionamos muy bien cuando el comercio exterior empezó a recuperarse.
Finalmente, China empezó a poner más énfasis en su mercado interno, empezando por otorgar mejores salarios a sus obreros. Como consecuencia, la distancia abismal que había entre nuestros costos laborales se acortó y las ventajas de seguir produciendo en China se empezaron a cuestionar. Después de casi una década en la cual China absorbió una buena parte de la actividad manufacturera global, muchas empresas se dieron cuenta que los costos de logística y de transporte eran igual o más importantes que los laborales. Al final de cuentas, la cercanía geográfica de México y las posibilidades de abastecer oportunamente, volvió a posicionar a México como creciente posibilidad de producción manufacturera.
Tampoco es el caso de que México ahora crece a tasas muy superiores al resto de América Latina. Se espera que por lo menos nueve países de la región terminen este año con una tasa de crecimiento superior a la mexicana. Más bien lo que llama la atención es el buen desempeño de México a pesar de la debilidad norteamericana. Por primera vez desde 1996, disminuye la correlación entre ambos países. Sin embargo, nos encontramos lejos del desempeño de Panamá, que espera crecer más de 8% este año, y de Perú, que pudiera alcanzar 6% en 2012.
¿Puede México crecer a más del 6% en forma sostenida? A pesar del desenganchamiento (decoupling) visto en los últimos dos años con Estados Unidos, seguimos muy dependientes de su demanda por nuestras exportaciones. Difícilmente podremos pensar que podemos seguir creciendo a contrapelo, en especial ahora que el FMI ha revisado hacia abajo el crecimiento mundial y subraya los riesgos de una recesión global. Por lo mismo, en el corto plazo tendremos suerte si podemos mantener un promedio cercano al 4%. En cambio, las perspectivas de mediano plazo dependerán más de nuestras propias acciones, de las políticas públicas, de las posibles reformas, de la implementación de cambios profundos dirigidos a aprovechar nuestras ventajas inherentes.