La actividad económica de Estados Unidos se estancó en el último trimestre de 2012. La tasa de 0.1% de crecimiento se explica principalmente por una variación negativa en los inventarios y una reducción significativa en el gasto público en el rubro de defensa. Sin embargo, los componentes más importantes del PIB, el consumo de los hogares y la inversión fija bruta, registraron avances prometedores, por lo que el desempeño del trimestre en si se vio como una excepción y no una nueva tendencia.
Los indicadores disponibles para el primer trimestre del mismo país sugieren una recuperación rápida. Por ejemplo, el ISM de febrero registró un nivel de 54.2, el más elevado de los últimos 19 meses. El componente de nuevos ordenes llegó a 57.8, un nivel compatible con una tasa de expansión manufacturera más elevada. Otros indicadores de empleo, vivienda y confianza apuntan a un desempeño favorable, aunque todavía por debajo del crecimiento normal que se observa en Estados Unidos en sus periodos de expansión. No obstante, el comportamiento de la economía estadounidense es favorable para México, que depende mucho de la demanda del vecino para nuestras exportaciones no petroleras.
La economía mexicana también mostró señas de cierta desaceleración en la segunda mitad de 2012. Las exportaciones no petroleras crecieron menos, mientras que la construcción y la inversión pública reflejaron un comportamiento típico de fin de sexenio. Aun así, diciembre sorprendió cuando el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) se desplomó 0.99% respecto al mes anterior, que anualizada significa una disminución de 11.3%. Así, el IGAE de fin de año registraba un nivel apenas de 0.07% por encima del observado en julio.
Parte de la explicación del desempeño negativo de diciembre fue el impulso que se dio al “buen fin” en noviembre, que adelantó ventas y producción. Dado que es un fenómeno nuevo, los modelos que calculan la estacionalidad no pudieron captar este comportamiento, que en un futuro (de prevalecer el “buen fin”) deberá volverse típico. También es posible que haya influido el cambio sexenal, que limitó severamente el gasto público y las actividades relacionadas.
En principio, el nuevo sexenio parece arrancar bien. El gobierno logró la aprobación de las primeras reformas y está cerca de presentar algunas adicionales. Ha mostrado firmeza e inspirado confianza, por lo que es de esperar que la actividad económica vuelva a tomar su camino después de cierta interrupción atribuible al cambio sexenal.
Sin embargo, los primeros datos de enero sugieren todavía un paso lento. Las exportaciones no petroleras, que representan nuestro principal motor de crecimiento, cayeron 7.8% respecto al mes anterior y la tasa de desempleo urbano marcó un repunte atípico, lo cual no aboga bien para el arranque del trimestre. Pero las importaciones sugieren que marcha todavía bien la demanda interna, por lo que habrá que esperar para ver si la falta de dinamismo en las exportaciones en enero fue la excepción o el principio de una nueva tendencia. Si las exportaciones no repuntan pronto, podemos esperar más adelante una desaceleración en la demanda interna.
Independientemente del desempeño en sí de la actividad económica, vuelve a aparecer el fenómeno de la Semana Santa. En esta ocasión la Semana será en marzo después de cuatro años consecutivos que se ubicó en abril. Esto significa que estaremos comparando el primer trimestre de este año con menos días laborales con el año pasado que tuvo más días. Por lo mismo, la tasa anual del primer trimestre será muy baja y se verá compensada con una más elevada en el segundo trimestre. Esto significa que la tasa de crecimiento anual de este trimestre será la más baja de los últimos tres años, con una alta probabilidad de que sea significativamente menor a 3%.