La inflación de marzo sorprendió a la baja al registrar 3.25 por ciento, resultado principalmente de una disminución significativa en los precios de las gasolinas. Para abril anticipamos otra baja importante, pero ahora no solo en los precios de los energéticos, sino también en los precios del componente subyacente. Si bien, puede ser que permanezca relativamente elevada la inflación de las mercancías alimenticias, deberíamos observar una disminución significativa en la inflación de los bienes no alimenticios y en los servicios. Esto será fundamental, ya que estos precios no han cedido a lo largo de los últimos dos años. Desde meses atrás, se ha visto a este mes como el punto de quiebre en los precios subyacentes por efectos de base de comparación y ciertos efectos estacionales. Ahora con la economía en un coma inducido por el cierre de emergencia, es altamente probable que veamos acentuada esta disminución ante las disrupciones en la oferta y la demanda agregada. En otras palabras, algunos precios aumentarán ante las caídas en la oferta y aumentos en la demanda de productos esenciales, lo que se verá más que compensado con menores precios en un gran número de productos y servicios prácticamente sin demanda.
No obstante, entramos en una etapa inédita en que la inflación tradicional se tornará irrelevante para la mayoría de la población. Por ejemplo, están disminuyendo drásticamente los precios de los servicios turísticos, restaurantes, aerolíneas, hoteles y servicios de esparcimiento, que empujarán a la inflación a la baja. Sin embargo, con las políticas de quédate en casa y sana distancia, estos precios pierden significancia. La medición tradicional de la inflación se calcula mediante ponderadores fijos de una canasta típica de consumo de los hogares, donde se toman en cuenta bienes duraderos y semi-duraderos, junto con muchos servicios que simplemente se han dejado de consumir. En cambio, algunos precios que no tienen una ponderación relevante en el índice de precios dado que casi no pintan en el consumo en tiempos normales, como el gel antibacterial y los tapabocas, han subido de precio en forma casi escandalosa pero sin incidencia alguna en la inflación. Por lo mismo, en estos meses la medición tradicional de la inflación nos dirá muy poco respecto al cambio en los precios de una canasta de consumo actual que está totalmente distorsionada por el Coronavirus.
A este fenómeno tenemos que agregar otro factor que ya hemos comentado, el de la dificultad de recopilar adecuadamente los precios. En concordancia a la política de quédate en casa, el INEGI se vio forzado a posponer todas las encuestas presenciales, por lo que en estos meses cambiará la metodología para recabar precios. Esto podrá ocasionar una distorsión difícil de cuantificar e introducir un sesgo desconocido en la medición de la inflación. En otras palabras, habrá más margen de error en la medición de una inflación que dificultará su lectura en el corto plazo.
La pregunta es qué pasará con la inflación en el mediano plazo cuando termine la pandemia y empiece el largo camino de regreso a la normalidad. Dependerá de la rapidez con la cual se recupera tanto la oferta de bienes (que no debería ser tan tardado para la mayoría), como la demanda de los consumidores. En el primer caso, algunas líneas de producción podrán sufrir retrasos, en los casos en que la interrupción temporal provocara problemas en las empresas, como podría ser el agotamiento de capital de trabajo y la provisión de insumos básicos. En muy buena medida, dependerá del tiempo en que haya durado la pandemia, ya que si se extiende mucho más, habrá una mayor cantidad de empresas quebradas y quedará elevada la tasa de desempleo por más tiempo. En el segundo caso, deberíamos esperar una recuperación lenta y gradual en la demanda agregada, dependiendo del nivel de desempleo y el alcance de los apoyos sociales que ofrezca el gobierno. Ante este escenario, es muy probable que la inflación sea relativamente baja en este y en el siguiente año.
De acuerdo contigo. Y entonces no habría que cambiar temporalmente la metodología de la canasta básica para que ésta refleje lo que se consume? Por ejemplo ponderar los servicios de salud, entre otros?