Cada diez años, el INEGI lleva a cabo el Censo de Población y Vivienda con la finalidad de conocer las características demográficas, sociales y económicas básicas de la población y de las viviendas. El Censo 2010 se llevó a cabo a mediados del año pasado y los primeros resultados se difundieron en noviembre. En cuanto a la población, el Censo obtuvo información sobre edades, sexo, parentesco, lugar de nacimiento y de residencia, acceso a servicios de salud, religión, discapacidad, lengua indígena, nivel educativo, situación conyugal, condición de actividad económica, fecundidad y mortalidad. Respecto de las viviendas se captaron datos del material predominante en pisos, número de cuartos, acceso a servicios de electricidad, agua, excusado y drenaje, así como la disponibilidad de ciertos bienes electrodomésticos y medios de comunicación. En esta ocasión se aplicó un cuestionario ampliado a una muestra de 2.9 millones de viviendas para profundizar en los temas de salud, discapacidad, pertenencia étnica, educación, migración interna e internacional, características económicas, fecundidad y mortalidad recientes de la población y en temas de vivienda que ahondan en las características de construcción y estructuras, existencia de equipamiento, forma de adquisición y tenencia.
Con este instrumento estadístico se obtuvo una radiografía completa del país, que lo podemos comparar con los resultados de los censos anteriores para analizar mejor el desarrollo económico del país. En este contexto, ¿qué nos dice el Censo?
El primer dato que sobresale y debería ser causa de polémica, es el tamaño de la población del país. El Censo reportó 112.3 millones de habitantes, comparado con 97.5 millones del Censo del 2000. Este crecimiento de 15.2% implica una tasa promedio anual de 1.4%, medio punto porcentual por debajo del 1.9% que crecimos en la década de los 90. Hasta aquí todo parece lógico. Sin embargo, el problema empieza cuando tomamos en cuenta el tamaño de la población que se obtuvo en 2005 en el Conteo de Población y Vivienda, que fue de 103.3 millones.
Según esta cifra, la población de México creció 1.16% en la primera mitad de la década, muy por debajo de lo esperado. Esto hizo que el Consejo Nacional de la Población (Conapo) revisara hacia abajo su proyección de población y estimó que en 2010 íbamos a ser 108 millones de mexicanos, lo que implicaba un crecimiento anual de 0.85% en la segunda parte de la década. En su momento, muchos gobernadores y políticos se molestaron, ya que la revisión implicó disminuir presupuestos y recursos destinados a sus estados.
La explicación que nos dieron hace cinco años fue que la migración hacia Estados Unidos había aumentado mucho más que lo anticipado. Una de las implicaciones principales fue que se revisó al alza el PIB per cápita del país, ya que la riqueza se tuvo que dividir entre menos personas. A raíz del ajuste, nuestro PIB per cápita llegó a estar en los primeros lugares de América Latina, ligeramente por encima de Chile.
Sin embargo, el Censo del 2010 encontró que somos un poco más de cuatro millones de habitantes más que lo estimado por Conapo. ¿De dónde salieron 4.3 millones de personas en cinco años? ¿Regresaron de Estados Unidos? Simplemente no cuadran las cifras. Ahora tendremos que esperar a que el Conapo haga una reconciliación de los estimados anuales de población e implica que habrá muchas cifras por revisar.
De entrada, los nuevos datos de población implican a una revisión a la baja de nuestro PIB per cápita. Pero las implicaciones son mucho mayores. Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo publica cada trimestre los números de ocupados, desocupados, trabajadores sin seguro social, los ocupados en el sector informal y un gran desglose de la estructura ocupada y desocupada por nivel de educación, actividad económica y condiciones laborales. A partir de las cifras del Censo del 2010 se hicieron obsoletas todas las cifras históricas y el INEGI no puede reportar las cifras actualizadas hasta contar con una nueva conciliación demográfica.
Esta conciliación es muy complicada. De entrada la primera pregunta es ¿qué hacer con los resultados del Conteo Rápido de 2005? Los datos de los Censos del 2000y 2010 simplemente no son compatibles con el Conteo. Lo que tiene que hace ahora el Conapo es examinar estado por estado, municipio por municipio, hasta encontrar los lugares que reflejan más inconsistencias. Por ejemplo, pudiera ser que el Conteo en la Ciudad de México estuvo bien, pero en algunas zonas de Chiapas se encuentran inconsistencias. Esto significa que habrá datos que se pueden utilizar pero otras que simplemente se tendrán que desechar y construir una interpolación entre 2000 y 2010 sin los números de 2005.
El crecimiento económico promedio anual en la primera década de este siglo fue apenas 1.65%. No obstante, el Censo del 2010 releva una mejoría generalizada en la población en muchos aspectos. Por ejemplo, disminuyó la tasa de analfabetismo de 9.5% en el 2000 a 6.9% en 2010; pero si vemos que la mayoría de los analfabetos son mayores de 60 años, podemos esperar una reducción paulatina en esta tasa en las siguientes décadas, en especial porque únicamente 1.9% de las personas entre 15 y 29 años de edad no pueden leer y escribir.
También vemos un aumento en el grado promedio de escolaridad de 7.5 a 8.6 años por habitante de 15 años y más, combinado con mayor número de televisiones, refrigeradores, lavadoras, teléfonos y computadoras por vivienda. Interesante notar no solamente que el bien duradero con que más hogares cuentan es la televisión (más que refrigeradores o lavadoras), sino que también ahora las viviendas tienen más televisores y menos radios que antes, muy en línea con los avances tecnológicos. Sin lugar a dudas, las cifras revelan una clase media creciente con más educación, más bienes básicos y más aspiraciones.
Sin embargo, seguimos encontrando los mayores rezagos en los estados más pobres, en las zonas más rurales y en las regiones menos desarrolladas. Por ejemplo, mientras que el número promedio nacional de hijos nacidos vivos de las mujeres de 15 a 49 años es de 1.7, sube a 3.5 si no tiene educación; en cambio, con la primaria completa baja a 2.5 y con una educación media y superior resulta de apenas 1.1 hijos. Existen relaciones similares si analizamos los datos por tamaño de localidad y por nivel de desarrollo. Esto significa que la población más pobre, más marginada y menos educada es la que crece a mayor velocidad. Si de por sí el país tiene un enorme reto en cuanto a la distribución del ingreso y el abatimiento de la pobreza, ésta dinámica sociodemografica complica mucho más la lucha.