Existe tres formas distintas (pero equivalentes) para calcular el PIB mediante las cuentas nacionales. La primera es mediante la resta del valor bruto de la producción y el consumo intermedio, que se llama el método del valor agregado. Esta da el cálculo del PIB por el lado de la oferta, desagregado por los principales sectores de la economía, que en principio son 20. Este es el que en principio utiliza el INEGI y que publicará el próximo 23 de febrero. La segunda es por el lado del gasto, que resulta en la suma del consumo privado, el gasto público, la inversión fija bruta, la variación de existencias y las exportaciones netas. También lo calcula el INEGI, aunque lo dará a conocer un mes después del primer cálculo, el 18 de marzo. La tercera es a través de la suma de los componentes del PIB por el lado de los ingresos (salarios, utilidades, pago a capital, etc.). Esta última no lo estima el INEGI, por lo menos no con la frecuencia trimestral de las demás cuentas.
En principio, no es necesario. La recomendación de FMI es que cada país escoja dos de las tres formas, una como principal y la otra para asegurar consistencia. Utilizar las tres ya es redundante y podría resultar muy caro. Dado que la contabilidad nacional se realiza mediante encuestas, los cálculos son estimaciones que contienen cierto grado de error probabilístico. Incluso, entre las dos formas que utiliza el INEGI existe una discrepancia estadística, difícil de obviar. No obstante, al no realizar el cálculo por la tercera forma, no tenemos indicadores oportunos de ingresos como podría ser el ingreso personal disponible.
Una de las sorpresas de 2015 fue la mejoría en el consumo de las familias, a pesar del estancamiento de las exportaciones y una inversión fija bruta decepcionante. Las ventas internas de automóviles crecieron a tasas no observadas desde hace quince años. Las ventas que reportó la ANTAD sorprendieron a todos al registrar crecimientos reales por encima de muchos años anteriores. Al final, hubo muchas hipótesis para explicar este comportamiento (como la de las remesas familiares en pesos reales, la expansión monetaria del Banco de México y la existencia de una demanda reprimida), pero realmente no podemos terminar de entender el fenómeno sin un indicador confiable del ingreso personal disponible, ya que el consumo es función primordialmente del ingreso.
Lo más cerca que tenemos es un cálculo incompleto que podemos realizar mediante los datos estratégicos que brinda la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en su entrega trimestral. La encuesta proporciona las horas trabajadas a la semana y los ingresos por hora trabajada, que al multiplicar nos da el ingreso promedio por semana. Si lo deflactamos por el INPC tenemos una aproximación al ingreso promedio real de las familias. Finalmente lo podemos multiplicar por el número de empleados remunerados que reporta la encuesta para obtener una idea de la masa salarial real. Este cálculo no incluye muchas fuentes adicionales de ingresos, por lo que es incompleto. No obstante, ante la ausencia de algún indicador mejor, lo podemos analizar para ver si nos ayuda a explicar el fenómeno descrito.
Lo primero que sobresale es que el ingreso promedio real creció 1.8 por ciento en 2015. En principio uno pensaría que no es mucho, en especial para explicar un consumo real que creció por arriba de 3 por ciento en el año. Sin embargo, resulta que el ingreso viene de siete años consecutivos de tasas negativas. La última vez que creció fue 1.0 por ciento en 2007. El rebote de 1.8 por ciento del año pasado viene después de haber caído -4.7 por ciento en 2014. De hecho, con todo y el incremento observado en 2015, el ingreso se ubica -15.6 por ciento por debajo del registrado en 2007.
La buena noticia es que el empleo remunerado ha crecido todos estos años. La mala es que la mayoría de los empleos creados han sido de muy bajos ingresos. En 2015, el empleo creció 2.2 por ciento, mientras que en 2014 creció 0.6 por ciento (la tasa más baja de los diez años que tenemos de datos de la ENOE). Si multiplicamos el empleo por los ingresos promedio, vemos que la masa salarial real creció 4.1 por ciento, la mejor tasa observada desde 2006. Aun así, se ubica -1.5 por ciento por debajo del nivel observado en 2008.
Los datos afirman que sí hubo una recuperación en el ingreso, que en parte explica la mejora en el consumo. También da pie a pensar en la existencia de una demanda reprimida (después de siete años de caídas en el ingreso) que motivó a las familias a gastar un poco más.
GRACIAS JONATHAN, SUS ARTÍCULOS SIEMPRE NOS ENSEÑAN ALGO NUEVO.
UN AFECTUOSO SALUDO
MAB