La inflación registró 6.66 por ciento en agosto de este año, la tasa anual más elevada desde mayo 2001. En apenas 20 meses vimos como se fue de 2.13 por ciento en diciembre de 2015 (la tasa más baja desde que existe el INPC a partir de 1969), a la más elevada de los últimos 195 meses. El mes pasado, por primera vez en 15 meses, vimos que bajó a 6.35 por ciento. ¿Es el comienzo de una nueva trayectoria a la baja?
La tasa mensual de 0.31 por ciento de septiembre fue algo fortuita. Fue mucho menos de lo anticipado, ya que en la segunda quincena bajaron varios precios temporalmente a raíz de los sismos, como el transporte público y el servicio de telefonía móvil. Estas disminuciones se combinaron con la reducción en precios de varias frutas y verduras y el final de la temporada alta de turismo, de tal forma que la tasa de la segunda mitad del mes fue -0.17 por ciento, muy inusual para una segunda quincena de septiembre. De no haber sido por los sismos, es muy probable que la inflación del mes se hubiera acercado más a 0.5 por ciento; pero aun así la inflación anual hubiera quedado alrededor de 6.5 por ciento, marcando el principio de una trayectoria descendente.
Los últimos cuatro meses del año son, típicamente, los de mayor inflación en el año. Se combinan los aumentos en colegiaturas (septiembre) con incrementos en las tarifas eléctricas ante el fin de la temporada de subsidios en las zonas cálidas del país (octubre y noviembre), con los aumentos en precios en diciembre ante la mayor demanda por los aguinaldos y compras navideñas. Esto significa que la tasa anual aumentará o disminuirá de aquí a fin de año, si la inflación de estos meses es mayor o menor a los mismos del año anterior. La inflación acumulada de los últimos cuatro meses de 2016 fue 2.48 por ciento, mientras que la mayoría de los analistas apuestan a que no será muy diferente en los mismos meses de 2017. Esto nos lleva a que el consenso para fin de año (de la Encuesta de Instituciones Financieras de Citibanamex del 5 de octubre) es de 6.3 por ciento. El Banco de México sí anticipa que será menor, para terminar el año en 5.9 por ciento.
Casi todos anticipan una disminución significativa en la inflación en 2018. El consenso de la encuesta de Citibanamex es de 3.8 por ciento para fin de año, que ya se ubica por debajo del límite superior del rango de variabilidad de Banxico. La institución más pesimista (Vector) anticipa que bajará a 4.5 por ciento, pero hay varios (Bursamétrica, Itaú y Nomura) que anticipan que la tasa bajará hasta 3.3 por ciento.
La razón principal es por el efecto de la base de comparación. En enero de este año sufrimos un incremento de 1.70 por ciento respecto al mes anterior, el aumento más pronunciado para un mes desde enero de 1999. Todos recordamos el famoso gasolinazo que provocó manifestaciones, saqueos y protestas por todos lados ante la decisión del gobierno de aumentar en forma descabellada el precio de la gasolina. Dado que nadie anticipa que las autoridades vuelven a cometer el mismo error en enero de 2018, matemáticamente tendremos una disminución muy pronunciada que, a principios de año, debería disminuir la inflación anual por debajo de 5.0 por ciento.
En los siguientes meses de 2017, en especial febrero y marzo, hubo una escalada de precios ante el impacto de la gasolina y por la depreciación acumulada en el tipo de cambio de los dos años anteriores. Dado que se anticipa un tipo de cambio en el primer trimestre de 2018 menor a la que existía a principios de 2017, ya no existe la presión cambiaria. Por lo mismo, es de esperar que las tasas de febrero y marzo de 2018 sean mucho menores a las observadas en 2017.
¿Pero por qué sentimos que la inflación es mucho más elevada y que no bajará tan rápidamente? Una buena parte de la razón es que el INEGI involucra en su cálculo precios virtuales (como la renta imputada), que no tiene nada que ver con las restricciones presupuestales de muchas familias y precios de muchos bienes y servicios que son muy estables pero que casi no nos percatamos. En cambio, los precios más visibles, como de los alimentos, son los que más han aumentado. Simplemente podemos voltear a ver la inflación implícita en la Canasta Alimentaria que calcula Coneval para medir la pobreza laboral; en agosto llevaba un incremento de 12.7 por ciento, prácticamente lo doble de lo que nos reporta INEGI.