Estamos a punto de terminar el sexenio y va a ser la primera vez que va a concluir un periodo presidencial sin recesión (a partir de datos desde 1980). Sin embargo, el crecimiento promedio anual de 2.53 por ciento (sin considerar todavía 2018) se ubica por debajo de los sexenios anteriores que sí tuvieron recesión, con la excepción de los periodos de Miguel de la Madrid, Vicente Fox y Felipe Calderón. Aun así, con De la Madrid vivimos dos recesiones (1983 y 1986), mientras con Fox tuvimos una que duró tres años y con Calderón experimentamos una caída de -5.3 por ciento en 2009. En estos últimos dos casos, las recesiones fueron producto de contagio de recesiones en Estados Unidos. En cambio, en este sexenio no tuvimos recesión y se aprobaron una docena de reformas que se suponían iban a rescatar a México.
¿Por qué no crecimos más? Sin buscar mucho, podemos citar tres cuestiones básicas: la caída en la plataforma petrolera, la disminución en el gasto público y un comportamiento muy mediocre de la inversión privada. En el caso de la primera, el volumen de producción de petróleo crudo disminuyó -41.2 por ciento en lo que va del sexenio, de 2,564 miles de barriles por día (mbd) en diciembre de 2012 a 1,816 mbd en agosto de este año. Si no consideraríamos la minería dentro del PIB, el crecimiento promedio anual de este sexenio subiría a 3.03 por ciento.
La segunda es la disminución en el valor agregado del gasto público, es decir, su contribución al crecimiento de la actividad económica. En estos cinco años, el crecimiento promedio anual de la suma de consumo de gobierno e inversión pública ha sido -0.1 por ciento, siendo la primera vez desde que tenemos datos comparables (a partir de 1993) que se experimenta una tasa negativa. El promedio de los tres sexenios anteriores fue 2.1 por ciento. En especial, lo que más ha afectado ha sido la caída promedio anual de -5.01 por ciento de la inversión pública, siendo igual el primer sexenio que ha registrado una tasa promedio anual negativa desde que tenemos cifras comparables. Supongamos que el gobierno hubiera gastado igual en estos cinco años que en los tres sexenios anteriores. Esto le sumaría un promedio de 0.35 puntos porcentuales al crecimiento anual, que aunado al 3.03 que hubiéramos tenido si no hubiera caído el petróleo, hubiéramos registrado un promedio anual de crecimiento del PIB de 3.38 por ciento. Esta tasa ya supera el crecimiento promedio de cada uno de los tres sexenios anteriores, incluyendo el de Ernesto Zedillo, que experimentó crecimiento de 3.21 por ciento.
La tercera consideración es la inversión privada. El INEGI estima que la inversión privada disminuyó 3.77 por ciento en 2013, algo no necesariamente fuera de lo común para un primer año de sexenio. Sin embargo, también cayó -0.50 por ciento en 2017, la primera vez que se ha observado una tasa negativa fuera de un primer año de sexenio o de uno de recesión. La tasa promedio anual de los cinco años de EPN ha sido 2.13 por ciento, más de un punto porcentual (1.06 por ciento) menor al promedio del sexenio anterior. Si hacemos el supuesto de que la inversión privada hubiera crecido al mismo ritmo del sexenio de Calderón, lo podríamos haber añadido 0.52 puntos porcentuales al crecimiento promedio. Si se lo añadimos al 3.38 por ciento que ya llevábamos al considerar la producción petrolera y el gasto público, hubiéramos crecido 3.90 por ciento promedio anual.
Sin embargo, el cálculo anterior deja fuera el potencial impacto que debimos haber experimentado después de la aprobación de las reformas estructurales. Si suponemos que estas reformas hubieran ayudado a que la inversión privada creciera al doble de lo observado en el sexenio anterior, la tasa promedio anual de la inversión hubiera sido 6.4 por ciento. No es una tasa que no hemos observado antes. Por ejemplo, la tasa promedio de los cinco años de 2004 a 2008 fue de 6.46 por ciento. De haber disfrutado de un crecimiento similar, observaríamos un 1.12 por ciento promedio anual adicional y el PIB hubiera alcanzado una tasa promedio de 4.50 por ciento.
Resumiendo, podemos decir que el crecimiento mediocre del sexenio se derivó de la caída en la plataforma petrolera, la ineficiencia del gasto público y la poca inversión privada ante la lenta implementación de las reformas estructurales y la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, que trajo incertidumbre, en especial ante el rumbo que podría haber tomado las negociaciones del TLCAN.
¿Es factible crecer por arriba de 3 e incluso 4 por ciento en el sexenio que esta a punto de arrancar? Si la plataforma de producción petrolera deja de caer, si el gobierno logra gastar en forma más eficiente y si el sector privado responde con inversión, ya con un nuevo TLCAN por adelante, estamos de gane. No obstante, también tendremos que esperar que Estados Unidos pueda evitar caer en una nueva recesión en los siguientes años.