Después de mucha espera, por fin se dieron a conocer los Criterios Generales de Política Económica (CGPE), junto con el Proyecto de Presupuesto de Egresos (PPEF) y la Iniciativa de Ley de Ingresos de la Federación (ILIF) para el año entrante, lo que se conoce como el “paquete económico” para el ejercicio fiscal 2019. Lo más sobresaliente e importante del paquete es que cumple básicamente con todo lo ofrecido por el nuevo Secretario de Hacienda e incorpora de una forma u otra todas las promesas de AMLO. Creo que es un magnifico esfuerzo de cuadrar lo que no parecía posible. En términos generales, parte de un marco macroeconómico sólido y prudente, contiene principios de austeridad, no contempla incrementos de impuestos, concentra una gran dosis de reorientación del gasto y resalta el compromiso de mantener los fundamentos macroeconómicos sin comprometer la disciplina de las finanzas públicas.
El marco macroeconómico para 2019 parte del supuesto de que el crecimiento económico en 2019 estará dentro del rango de 1.5 a 2.5 por ciento, por lo que los números están basados en la estimación puntual de 2.0 por ciento. Es una cifra prudente y realista, ya que es casi un hecho de que habrá cierta desaceleración en la actividad económica el año entrante ante los rezagos de implementación que siempre implica la llegada de un nuevo gobierno y la cautela natural de la inversión privada. En general, las expectativas están alineados a las encuestas de los analistas, las consultorías y las instituciones que periódicamente realizan proyecciones sobre el entorno económico.
De entrada, me sorprendió el escenario de mediano plazo (2020-2024), que utiliza un “marco macroeconómico conservador consistente con las expectativas actuales de mercado,” con tasas de crecimiento promedio anual de tan solo 2.7 por ciento. Sin embargo, el documento admite que no se han incorporado los efectos estimados de las nuevas políticas económicas que se estarán implementando. Aparentemente, la SHCP los estarán estudiando y los incorporarán en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que deberá estar listo dentro de seis meses. Habrá que estar atentos a este documento, ya que podría contener algunas sorpresas que no están actualmente contemplados.
A primera vista, quedó fuera de la ILIF la reducción de impuestos del IVA y del ISR en la zona norte del país. Sin embargo, para no meterse un autogol, se establece más bien un paquete de estímulos fiscales, que el gobierno podrá controlar y dosificar para no desequilibrar el presupuesto. La idea es combinarla con un salario mínimo mucho más elevada de 176.72 pesos (contra 102.68 pesos en el resto de la República) y establecer condiciones estrictas para ser receptores del estímulo y así minimizar los efectos perversos de evasión y abuso.
El PPEF contiene una reasignación significativa de recursos. Queda claro que el gobierno no planea gastar mucho más que antes, pero eso sí, muy diferente. En principio el objetivo fundamental es dirigir el gasto hacia proyectos que puedan reducir las brechas y desigualdades económicas, incrementando el bienestar social y fomentando el desarrollo económico, dentro de un marco que se mantienen los balances públicos. Basta con ver la configuración del gasto administrativo de 2019 versus 2018; los cambios son notables y en muchos casos gigantescos. También incorpora la lista de los proyectos prioritarios del sector central. En otras palabras, el nuevo gobierno no quiere gastar más sino gastar mejor. Aparentemente, este presupuesto tiene la pinta de ser de “base cero”, lo que prometió en su momento Videgaray, pero nunca pudo hacer. La idea de un gasto mucho más eficiente es fácil de comprar, el reto será obviamente la instrumentación.
En términos generales, es un presupuesto bien armado, ambicioso pero prudente y que garantiza los equilibrios macroeconómicos necesarios para crecer en forma sana y bien dirigido. Pudiera diferir en algunos aspectos o programas muy específicos, pero creo que sería imposible tener un presupuesto perfecto en que todos los mexicanos estuviéramos de acuerdo en todos los detalles. Nos guste o no, muchos de los cambios propuestos son necesarios ante el fracaso de la política económica del sexenio pasado. Por lo pronto, voy a otorgar el beneficio de la duda al nuevo proyecto de nación plasmado en este primer paquete económico concreto.