Ante la evidencia abrumadora, el Fondo Monetario Internacional reconoció que México crecerá por debajo de 3% este año, tasa menor a la esperada para el promedio mundial. En general, el instituto revisó a la baja el crecimiento de los países emergentes, alegando que sus economías enfrentan restricciones en capacidad instalada, menor crecimiento de crédito y condiciones externas débiles. En el caso de México podemos agregar el subejercicio del gasto público, la crisis del sector construcción y una inmovilización del gasto privado ante la incertidumbre que prevalece al inicio del sexenio. Ya queda claro que el crecimiento económico de nuestro país en 2013 será la más baja de los últimos diez años, salvo la notable excepción de los años de la gran recesión (2008-2009).
En teoría, cuando la economía crece más que su potencial se generan presiones inflacionarias. Sin embargo, entre 1996 y 2000 cuando la economía creció 5.5% en promedio por cinco años, la inflación mostró una clara tendencia a la baja. En la última década, solo hemos crecido por encima de 5% en dos ocasiones: en 2006 crecimos 5.2%, mientras que la inflación aumentó marginalmente a 4.1%; y en 2010 el PIB aumentó 5.3%, mientras que la inflación aumentó menos de un punto porcentual para terminar el año en 4.4%.
Tampoco queda claro que cuando la economía se estanca o entra en recesión, baja mucho la inflación. Más bien, desde que se logró terminar el año por primera vez con una tasa menor a 4% en 2003 (y apenas, ya que fue 3.98%), el patrón que observamos es un sube y baja continua de tal forma que aumentaba la inflación en los años pares y bajaba en los nones. Se rompe con esta tendencia por primera vez en 2012 cuando baja la inflación, pero solo ante el fenómeno de una baja significativa en los precios del servicio de telefonía móvil al final de año. Sin embargo, más que responder a las presiones asociadas al ciclo económico, el principal problema inflacionario de México ha sido la presencia recurrente de choques de oferta.
Ante el estancamiento de la actividad económica de este año, ¿es factible observar una baja en la inflación? A principios de año sufrimos varios choques como la influenza aviar y el virus en los limones, que contribuyeron a un incremento en la inflación que culminó entre abril y mayo con una tasa anual por encima de 4.6%. Fue claro que los precios agrícolas marcaron la pauta, ya que la tasa anual de los precios de frutas y verduras rebasaron 25%, mientras que la de los precios pecuarios llegó a estar por encima de 15%.
En cambio, la inflación subyacente ha promediado 2.91% en los últimos siete meses, llegando a registrar 2.79% en junio, la tasa más baja desde que existe su medición. Hay que recordar que la subyacente es una medida analítica que busca medir la trayectoria de la inflación en el mediano plazo, substrayendo los precios muy volátiles (como los agrícolas, que suben y bajan mucho con alta frecuencia en función de las condiciones climáticas) y los precios que obedecen más a criterios políticos que de mercado (como los energéticos y las tarifas de gobierno). Sin embargo, la distinción entre los precios subyacentes y los no subyacentes también separan los precios que son susceptibles a la política monetaria de los que obedecen a otra lógica. Por lo mismo, podemos decir que las acciones de Banxico han funcionado hasta donde pueden, ya que la inflación subyacente se ubica por debajo del objetivo puntual de 3%.
El componente subyacente también ha enfrentado choques de oferta, siendo el último el que afectó gravemente a los precios de mercancías alimenticias hacia finales de 2010. A partir de diciembre de ese año, el subíndice correspondiente se colocó por encima de 4% por 30 meses consecutivos, registrando un máximo de 7.5% en octubre de 2011. Finalmente y por primera vez en dos años y medio, en junio de 2013 registró una tasa anual nuevamente por debajo de 4% (3.94%).
En principio, se anticipa que continúe la trayectoria descendiente en la segunda mitad del año para terminar 2013 entre 3.6% y 3.8%. Su evolución no dependerá tanto de la fortaleza o debilidad de la actividad económica, sino mucho más de la ausencia o presencia de nuevos choques de oferta. Ya no parece quedar mucho espacio para más disminuciones en los precios de frutas y verduras, pero todavía podrían bajar los de los pecuarios. En el margen, habría que estar atentos a posibles presiones por la recién depreciación de la moneda (en mercancías y servicios susceptibles como turismo) y la evolución de los precios de los energéticos. Finalmente, favorece la baja la base de comparación del año pasado, donde hubo aumentos elevados en la segunda mitad del año.