Al acercarse el final del año, hay cada vez más consenso (si no es resignación) que la actividad económica apenas crecerá alrededor de 1.2 por ciento en 2013. Ya nadie piensa que podremos crecer más que la última proyección oficial de 1.7 por ciento, mientras que muchos estiman una tasa más cerca al 1.0 por ciento. Los últimos datos que tenemos sugieren que si todavía habrá revisiones, estas serán a la baja.
El INEGI informó el martes que se mantiene la tendencia a la baja el indicador coincidente en agosto. Las cifras que tenemos para septiembre y octubre, como los datos de comercio exterior, los números de la ANTAD y de la AMIA y la familia de índices de difusión, subrayan la debilidad de la economía. En el mejor de los casos, pudiéramos observar una recuperación incipiente y frágil a partir de noviembre o diciembre, pero realmente no queda claro.
El gobierno preparó el presupuesto con la expectativa de que la economía crecerá 3.9 por ciento en 2014. Los legisladores modificaron ciertas provisiones que implican menos ingresos, pero que compensaron con supuestos más optimistas en el marco macroeconómico que acompaña la Ley de Ingresos. Sin embargo, los analistas de mercados financieros que participan en la encuesta de Banamex revisaron a la baja su expectativa de crecimiento para el año entrante a 3.6 por ciento (de 3.8 por ciento), mientras que los especialistas en economía del sector privado que colaboran en la encuesta de Banxico fueron todavía más pesimistas al anticipar crecimiento de 3.4 por ciento. Finalmente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) opina que México alcanzará una tasa de tan solo 3.0 por ciento.
Habría que advertir que esta ronda de revisiones a la baja todavía no concluye. Pero sí queda claro que la mayoría de los analistas ven ahora menos crecimiento a raíz de la reforma fiscal. Los hogares tendrán menos ingresos disponibles al pagar más impuestos y realizar menos deducciones, mientras que su poder adquisitivo se verá mermado por alzas en precios en consecuencia de los nuevos impuestos especiales (incluyendo el aumento en el IVA en la zona fronteriza). Al mismo tiempo, las empresas tendrán menos incentivos para invertir y en muchos casos, mayor carga impositiva. El gobierno planea instrumentar una política de mayor gasto deficitario, pero la mayoría de los analistas opinan que no será lo suficiente para alcanzar el crecimiento deseado.
¿De qué dependerá el crecimiento económico en 2014? Son varios los factores que tendremos que vigilar. Primero, está el entorno externo que determinará la dinámica de nuestras exportaciones no petroleras, el motor principal de crecimiento de nuestra economía. Aún con una economía interna estática, podría ser factible una tasa mayor a 3 por ciento si nuestras exportaciones logran crecer a dos dígitos. Si fuera el caso, es muy probable que poco a poco empiecen a responder las actividades terciarias. Afortunadamente, los indicadores de la economía norteamericana apuntan hacia una mejoría en 2014 y lo único que quedar por verse es si alcanzará para lograr la dinámica que requerimos.
En segundo lugar, está de por medio la recuperación del sector de la construcción. Para su revitalización necesitaremos mayor inversión pública, crecimiento de las remesas y condiciones propicias para que los desarrolladores de vivienda reinicien edificaciones, en especial, de interés social. En principio, todo apunta a que la industria de la construcción debe estar por tocar fondo y que inicie una fase de recuperación a principios de 2014.
En tercer lugar, necesitamos que empiece a crecer la inversión privada. Entre los factores más importantes está la concretización de la reforma energética, que potencialmente tiene mayores posibilidades de estimular nuevos proyectos que generarían más empleo y crecimiento económico. Si el PAN busca vengarse de la reforma fiscal mediante un bloqueo a la energética, podríamos ver un desenlace muy negativo.
Finalmente, tendremos que ver cómo se absorben los efectos negativos de la reforma hacendaria. Muchas de sus medidas afectarán la creación de empleo y fomentarán la contratación informal. En un principio, enfrentaremos una disminución en la productividad general y una disminución en nuestra competitividad, que buscará compensar el gobierno mediante más gasto. El problema central es que el gasto público es ineficiente y burocrático, con una proporción pequeña en inversión productiva.
Ya nada más nos queda esperar el comienzo del año para ver cuáles serán los factores que más imperan.