Una de los interrogantes más frecuentes es sobre la integridad de los indicadores económicos. Las preguntas van desde qué tan confiables son y qué grado de confianza tienen, hasta qué tan bueno son las metodologías que se utilizan y hasta qué tanto logran captar la realidad. Al respecto, primero habría que decir que México es el líder indiscutible en América Latina, se ubica entre los mejores de los países emergentes y está a la altura de muchos países desarrollados. Obviamente, hay muchos países que hacen más y mejores estadísticas. Algunos como Estados Unidos, no solamente nos lleva más de un siglo de delantera, sino además una de sus características es la obsesión por las cifras y las estadísticas en general. Pero al final de cuentas, estamos muy por arriba de la media mundial.
Segundo, hemos mejorado bastante con el tiempo. Ha ayudado mucho el proceso de democratización del país, que va dejando atrás y el pensamiento autoritario, para dar pie a la transparencia y al acceso público de la información. Antes, nuestros gobiernos veían la información como poder, por lo que compartirla era disminuir su mando, su imperio y sus facultades. Poco a poco, esta percepción se ha vuelto obsoleta y ahora se entiende que no solamente el público tiene el derecho innegable a su acceso, sino además su conocimiento permite a todos tomar mejores decisiones todos los días.
Tercero, todo es mejorable. Tenemos terreno para mejorar no solo las metodologías, sino la difusión y la cultura estadística en general. Por ejemplo, hace varias décadas nuestras estadísticas laborales, como las tasas de desempleo, dejaban mucho que desear. Había muchos cuestionamientos y dudas sobre las metodologías, al punto en que los resultados de las encuestas caían en desuso. Después de mucha investigación, discusión y consulta, se diseñó una nueva encuesta en 2005, la ENOE, que incorporaba todas las recomendaciones de las agencias internacionales y que corregía prácticamente todas las críticas existentes. Sin embargo, errores de implementación y de difusión resultaron en que hasta la fecha muchos no saben de las mejorías y desconocen los cambios.
Ha ayudado mucho al proceso la autonomía de las dos instituciones que producen la gran mayoría de los indicadores económicos del país, el Banco de México (1994) y el INEGI (2008). Sin embargo, el Banco Central todavía no divulga toda la información que tiene a la mano y utiliza para su análisis de la economía, mientras que el INEGI le ha costado trabajo introducir mejorías que afectan a ciertas instancias gubernamentales. En el primero caso, el Banco tiene encuestas privadas y produce indicadores que no dan a conocer al público. En el caso del INEGI, ha tardado hasta diez años en incorporar las recomendaciones internacionales que han resultado de las Conferencias Internacionales de Estadísticas Laborales.
A pesar de que siempre podremos emitir críticas <constructivas>, el balance es sumamente favorable. Una buena parte de las objeciones es por desconocimiento o falta de cultura estadística. Por ejemplo, en Estados Unidos presentan sus indicadores con mayor oportunidad entre la conclusión del periodo en cuestión y su divulgación. Sin embargo, el balance entre oportunidad y precisión se incline más hacia lo primero allá, mientras que aquí hay más énfasis en lo último. El resultado es que existen más revisiones en los datos dados a conocer en Estados Unidos que en México.
Cuando se produjo la crisis de 1995, México fue criticado de forma severa por la falta de transparencia e integridad en la construcción y divulgación de sus datos. Se acusó al Banco de México de ocultar cifras de reservas internacionales, al INEGI de maquillar la tasa de desempleo y al Gobierno Federal de privilegiar la entrega de información. Esto llevó a FMI a establecer normas especiales para la divulgación de datos, a los cuales los países pueden apegarse voluntariamente. A raíz de este esfuerzo, la calidad y transparencia de las estadísticas mexicanas mejoraron notablemente. En especial, el INEGI y Banxico buscan cumplir con exactitud todas las normas existentes, al igual que con los estándares internacionales para la construcción de los indicadores.
En octubre de este año se llevó a cabo la Conferencia Internacional de Estadísticas Laborales, en la cual se aprobó eliminar de la tasas de desempleo y empleo a la población agrícola de autoconsumo, que casi equivale a considerar solo la población urbana. Vamos a ver cuánto tiempo tarda el INEGI en adoptar esta recomendación.