Mediante el cálculo tradicional del PIB, el crecimiento del segundo trimestre de este año disminuyó -0.2 por ciento del PIB, apenas una décima de diferencia con la estimación oportuna de -0.1 por ciento dado a conocer hace tres semanas. Las actividades primarias y secundarias disminuyeron -2.1 y -0.3, respectivamente, mientas que las terciarias crecieron 0.2 por ciento. A nivel sector, el comercio al por menor registró una tasa negativa de -1.5 por ciento, después de dos trimestres consecutivos de muy buenas tasas (4.8 y 3.3 por ciento, respectivamente). Fue un contraste significativo con el trimestre anterior, donde todas las actividades mostraron tasas de crecimiento positivas. ¿Qué pasó?
Aunque sabemos que mes por mes, abril y junio tuvieron un desempeño negativo, mientras que mayo ayudó a que no cayera tanto, todavía no tenemos toda la información por el lado del gasto. Sabemos que los dólares recibidos por exportaciones no crecieron tanto, pero falta conocer su contribución al PIB. El consumo de los hogares siguió creciendo, aunque a un ritmo menor que en el primer trimestre. Se puede intuir que el consumo de gobierno mantuvo su paso ante el proceso electoral. Sin embargo, lo que parece explicar el estancamiento del segundo trimestre fue la inversión fija bruta. Después de un desempeño sobresaliente de 3.2 por ciento en el primer trimestre (el tercer mejor trimestre del sexenio), todo apunta a un desenlace negativo en el segundo.
¿Por qué creció tanto la inversión en el primer trimestre y disminuyó en el segundo? Aunque el primer trimestre tuvo todavía impacto de las reconstrucciones posteriores a los sismos, aparentemente el camino recorrido estuvo más asociado a las expectativas de las negociaciones del TLCAN. En el primer trimestre hubo avances positivos y apuntaba hacia un acuerdo para fines de mayo. Sin embargo a partir de abril, fue evidente que no habría final feliz sino hasta después de las elecciones en el mejor de los casos. El comportamiento del tipo de cambio reflejó básicamente lo mismo: una disminución continua en el primer trimestre y un incremento pronunciado en el segundo.
Esto nos lleva a pensar las perspectivas para la segunda mitad del año. En principios, esperamos una disminución acentuada en el gasto público en lo que resta el sexenio, pues ya pasaron las elecciones y el gobierno ya no tiene mucho en que gastar, fenómeno que se ha observado al final de prácticamente todos los sexenios. Sin embargo, hemos observado una mejoría en el ingreso laboral y en la entrada de remesas, por lo que se anticipa el buen camino del consumo privado. Todo apunta a que las exportaciones deberían seguir creciendo. Por tanto, será de nuevo la inversión lo que explicará una mayor aceleración o desaceleración en la actividad económica.
En julio y agosto hemos observado una disminución en el tipo de cambio, indicativo del buen proceder de las negociaciones. Esta semana empezó con la noticia de que los equipos de México y Estados Unidos llegaron a un acuerdo. Aunque falta la parte correspondiente a Canadá, realmente la parte más difícil concluyó. Esto abre la posibilidad de que veamos cierto incremento en la inversión privada, dirigida especialmente hacia la ampliación de la capacidad instalada de la manufactura exportadora. No obstante, no queda tan claro que tanto podrá crecer, ya que estamos ante la incertidumbre tradicional (y ahora más marcada) del cambio sexenal. Es casi un hecho de que el primer semestre de 2019 arrancará algo lento hasta que el sector privado vea ya en la práctica el rumbo que toma el gobierno. ¿Qué pesará más? ¿La incertidumbre tradicional de la llegada de un nuevo gobierno o la certidumbre otorgada por el acuerdo comercial, aunque sea por lo pronto bilateral?
Con tal de tener un acuerdo, el equipo negociador cedió demasiado en el sector más importante para México, el automotriz, que ya representa más de una tercera parte de toda nuestra producción manufacturera. Intuitivamente, para conformar la industria a las nuevas reglas de origen, vamos a ver mucho menos inversión en este sector y posiblemente hasta cierta desinversión. Puede ser que veamos tasas de crecimiento negativas en la producción automotriz y en autopartes en los siguientes años. Por lo menos, se va a reducir el dinamismo de lo que había sido uno de los sectores más dinámicos en los últimos ocho años. No pinta bien.