La Panacea

La época dorada del crecimiento económico en México fue a partir de la Segunda Guerra Mundial hasta el último año del boom petrolero en 1981. Dependiendo de qué año se empieza a contabilizar, el promedio anual fue entre 6.2 y 6.8 por ciento. En cambio, de 1982 a la fecha ha sido 2.3 por ciento, cerca de una tercera parte de lo que fue anteriormente. Por lo mismo, ya tenemos un buen rato en busca de una fórmula que nos pudiera regresar a la senda de crecimiento elevado y sostenido.

Algunos argumentan que la falta de crecimiento se debió a la implantación del modelo “neoliberal”, que retrajo el papel del gobierno y dejó la liberalización comercial como el vehículo principal para crecer, pero sin una debida política industrial. La hipótesis es que solo se favoreció a una pequeña minoría, mientras que la mayoría de la población se quedó estancada.

Sin embargo, no podemos olvidar que gran parte del crecimiento anterior se logró mediante el acumulo de desequilibrios insostenidos, que llevaron el país a la quiebra y a muchas de las dificultades que todavía enfrentamos ahora. Como han señalado Enrique Cárdenas y Raymond Vernon, estos desequilibrios empezaron a surgir a principios de los sesenta, pero lejos de corregir, se agravaron en los sexenios de Echeverría y López Portillo. La crisis de 1982 evidenció la imposibilidad de utilizar el gasto público deficitario como instrumento permanente para impulsar el desarrollo sano de la economía.

Casi sin contar con otra salida, el gobierno de Salinas introdujo reformas que permitió sanear las finanzas públicas y volver a la estabilidad macroeconómica que nos había caracterizado en décadas anteriores. Posiblemente el beneficio más tangible que trajo fue la habilidad de producir internamente las divisas necesarias para evitar los grandes desequilibrios con el exterior. Pero el problema principal fue que no condujo a la senda del crecimiento económico sostenido.

Para algunos el proceso de reformas quedó inconcluso ante la crisis de 1995, cuando se produjo una especie de síndrome de fatiga de reformas. Después de varios años tumultuosos al final de los noventa, los gobiernos siguientes han buscado retomar las reformas como el camino apropiado para impulsar el crecimiento. Nos han vendido la idea de que es prácticamente el único camino a seguir y que si se aprueben todas como debe de ser, en conjunto serán la panacea a todos nuestros males.

No obstante, la mayoría saben que nuestros problemas son estructurales y demasiado enraizados en nuestra cultura, economía y sociedad como para resolverlos mediante una serie de decretos. Peor aún, ni siquiera existen los consensos sobre qué deben contener. Por ejemplo, mientras casi todos coinciden en que necesitamos una reforma energética, existe una gran diversidad de opiniones al respecto de qué debe contener y qué rumbo debe tomar.

El gobierno actual, que abarca los poderes ejecutivo y legislativo, ha logrado aprobar la mayoría de las reformas propuestas. Sin embargo, ya viendo los resultados de cerca, queda claro que no serán la panacea. La reforma laboral introdujo menos del cinco por ciento de lo que se necesita; la financiera busca ampliar la penetración crediticia, pero estará severamente limitada por el desplazamiento de recursos que implica la reforma fiscal; la de telecomunicaciones no logró terminar con el oligopolio del mercado; la hacendaria resultó simplemente un intento recaudatorio, que amenaza con el regreso a los déficits crónicos y no resuelve problemas de fondo; y la reforma educativa ha producido más caos mediante huelgas y manifestaciones a tal grado que está dejando a millones de niños sin clases. Falta la energética, pero el debate que ha surgido parece no conducir a ningún lado.

Por lo pronto, todo apunta a que el crecimiento económico que se anticipa en los primeros dos años de este sexenio va quedar por debajo del promedio de los cuatro sexenios anteriores. La tasa promedio anual de 1989 a 2012 fue 2.9 por ciento, pero se ha caracterizado por una clara tendencia a la baja: mientras que Salinas obtuvo un promedio de 4.0 por ciento, Zedillo logró 3.3, Fox 2.2 y Calderón 2.1 por ciento. Hay quien anticipa que el crecimiento promedio de 2013-2014 puede llegar tan solo a 1.7 por ciento.

En teoría, las reformas deben conducir a mayor crecimiento en el mediano plazo. Según la última encuesta de Banxico, los especialistas en economía anticipan un promedio anual de 3.9 por ciento para los siguientes diez años, es decir, 2014 a 2023. ¿Panacea?

2 comentarios en “La Panacea”

  1. Olvido que tenemos un gran problema de Corrupción y saqueo del país. Lo anterior abona al poco crecimiento que tenemos. Mientras no exista transparencia en el gasto y castigos ejemplares vendrán muchas más reformas más y el país seguirá hundiendose

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