La Segunda Mitad del Sexenio

Sin duda, la primera mitad de este sexenio ha sido una desilusión mayúscula. Hace tres años ganó el PRI bajo la promesa de que era el único partido que sabía cómo aprobar las reformas y que así íbamos a crecer por lo menos al 5 por ciento anual. Dado que uno de los principales problemas del país es su dificultad para crecer, el ofrecimiento era muy atractivo. Sin embargo, si suponemos que el crecimiento económico de este año termine en el punto medio del intervalo de la proyección del Banco de México (2.5 por ciento), el crecimiento promedio anual del sexenio alcanzará 2.0 por ciento, por debajo del promedio de los cuatro sexenios anteriores.

No obstante, tenemos la esperanza de que mejoré el promedio en la segunda mitad del sexenio. De hecho, el patrón de crecimiento observado a lo largo de los últimos sexenios ha sido así. Tanto Zedillo y Fox, como Calderón, enfrentaron una recesión en la primera mitad de su sexenio, por lo que arrancaron muy mal. Aunque no hubo una recesión en estos tres años, Peña Nieto tuvo un entorno externo difícil y su administración cometió muchos errores de política económica. Sin embargo, con todo lo negativo que hemos visto la primera mitad del sexenio, el promedio anual de crecimiento de 2.0 por ciento resulta superior a los promedios de los primeros tres años de Fox (0.3 por ciento) y de Calderón (-0.1 por ciento), y cerca del de Zedillo (2.2 por ciento). En cambio, el promedio anual de la segunda mitad de sexenio de cada uno de los tres sexenios anteriores ha sido superior al 4.0 por ciento: Zedillo (4.2 por ciento), Fox (4.1 por ciento y Calderón (4.4 por ciento).

Las matemáticas están a favor de Peña Nieto, aunque no para producir cifras impresionantes ni cerca de lo prometido. Pero si suponemos que el crecimiento pueda llegar al promedio observado en las segundas mitades de los tres sexenios anteriores (4.2 por ciento), terminaremos con una tasa promedio de 3.1 por ciento, muy cerca de Zedillo (3.2 por ciento) y muy superior al dúo panista de 2.2 y 2.1 por ciento, respectivamente. Por lo mismo, la pregunta es ¿habrá posibilidades de más crecimiento en los siguientes tres años?

De entrada, hubo un factor favorable para los tres presidentes anteriores, que no se vislumbra para este gobierno. Después de sus peores años, cada uno se benefició de un efecto rebote debido a la base de comparación. Después de caer -5.8 por ciento de 1995, Zedillo se benefició de un rebote de 5.9 por ciento al año siguiente. Fox enfrento tres años malos entre 2001 y 2003 para después crecer 4.2 por ciento en 2004. Finalmente, Calderón tuvo una tasa de 5.2 por ciento en 2010 después de haber disminuido -4.7 por ciento el año anterior. Sin embargo, la proyección del Banco de México para 2016 es de tan sólo 3.0 por ciento (el punto medio de su intervalo). Si suponemos que sea acertada la expectativa de Banxico, entonces necesitaremos un promedio cerca de 5.0 por ciento en los dos últimos años para que Peña Nieto alcance una tasa superior al 3.0 por ciento.

Uno de los factores cruciales será el entorno externo, en especial, el desempeño de la economía de Estados Unidos. Sin embargo, el crecimiento esperado para 2016-2018 de nuestro vecino es, en el mejor de los casos, alrededor de 3.0 por ciento. De materializarse, podremos ver un buen crecimiento de nuestras exportaciones no petroleras, pero no lo suficiente para “jalar” la actividad económica por si solo cerca al 5 por ciento. Significa que la clave será el comportamiento de la economía interna.

En principio, no podremos contar con un empuje significativo en el gasto público. En los primeros tres años del sexenio vimos más gasto, pero muy ineficiente y sin contribución al crecimiento económico. La inversión pública fue el único componente del PIB con una aportación negativa. En los siguientes tres años, habrá más presión sobre las finanzas públicas, sin esperanza genuina de que empezara a aportar algo.

Aunque hasta ahora no hemos visto la mejoría prometida de las reformas estructurales, es posible que empiecen a transformarse en más inversión privada en estos años. Lo que necesitaremos es que estas inversiones produzcan más empleos bien remunerados. De materializarse, podríamos ver una mejoría en el ingreso personal promedio, lo que apuntalaría a un mayor consumo en los hogares. De todos los posibles caminos hacia el mayor crecimiento, aparentemente, este parece ser el más viable.

Por lo pronto, creo que la tasa promedio anual de este sexenio superará a la de los dos sexenios anteriores, pero sin llegar a 3.0 por ciento.

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