Llevó más de diez años quejándome de la forma en que el INEGI presenta su indicador de Confianza del Consumidor. La última vez, fue en esta columna el pasado 11 de julio, donde cuestioné la autonomía misma del INEGI al no poder comunicar correctamente la confianza al consumidor. No entiendo por qué Banxico le dicta al INEGI la forma en que tiene que publicar esta información.
Como expliqué en aquel momento, se construye el indicador mediante la ponderación de las respuestas a cinco preguntas sobre las percepciones que tienen los consumidores sobre la situación económica de su hogar y del país. Si se responden las cinco preguntas con las respuestas más optimistas, el indicador tendrá un valor de 100, mientras que, si todos responden con las más pesimistas, valdría cero. De esta forma, hay un umbral natural que divide una ponderación optimista de una pesimista, que es el valor de 50. El indicador en si tiene dos ventajas importantes. En un momento dado, nos sitúa el grado de optimismo que tiene el consumidor y nos va diciendo cómo cambia esta percepción con el tiempo.
El problema surge cuando la encuesta, todavía en su etapa de prueba, arrojaba siempre valores por debajo de 50, es decir, de pesimismo relativo. En su momento, el INEGI no vio con buenos ojos divulgar un indicador de confianza que dijera siempre que no hay confianza, es decir, que el consumidor siempre era pesimista. En su afán de no publicar un indicador de pesimismo, el INEGI en su momento decidió esconder la primera ventaja del indicador, es decir, el que nos sitúa el grado de optimismo relativo que tiene el consumidor en un momento dado y sólo publicar cómo va cambiando en el tiempo. Esto lo hizo al convertir cada uno de sus cinco componentes en un índice en dónde enero de 2003 es igual a 100. Por lo mismo, si en julio de 2018 el índice reporta un valor de 102.0, significa que el nivel de “optimismo” se ubica dos por ciento por encima del valor que existía en enero de 2003, pero esconde el hecho de que ese nivel todavía se sitúa en el nivel de pesimismo. De hecho, en toda la historia de la encuesta (209 meses), el indicador nunca ha estado en la zona de optimismo.
El problema no se queda simplemente en el hecho de que el índice esconde el nivel relativo de optimismo/pesimismo en un momento dado, sino que lleva a errores analíticos sin que el usuario se dé cuenta. Justamente por esto es por lo que vuelvo a tocar el tema. Dos economistas de mucho prestigio y a los cuales respeto mucho, acaban de caer en el engaño que provoca el índice. Rodolfo Navarrete, el Economista Principal de Vector escribió en un reporte hace algunos días, que tanto la confianza al consumidor como la empresarial aumentaron mucho en julio, pero que lo más relevante no sólo fue el fuerte movimiento, sino que también el que pasara de la zona de desconfianza a la zona de confianza, “arriba de los 100 puntos en el caso de los consumidores y arriba de 50 puntos en el de los empresariales”. Jamie Reusche, Senior Credit Officer de Moody’s Investors Service, dijo básicamente lo mismo en su presentación en el Seminario “Inside Latam” hace apenas tres semanas.
Fue muy notorio la noticia del brinco espectacular que dio la confianza del consumidor en julio, especialmente ante la pregunta sobre la percepción futura de la situación económica del país, después de las elecciones presidenciales. No obstante, al rebasar los 100 puntos, no podemos decir que el consumidor entró a la zona de confianza, pues el nivel de 100 de enero de 2003 es igual a 42.2 puntos dentro de la escala de 0 a 100. Al quedar por debajo de 50, todavía se ubica en de la zona de pesimismo. A pesar del incremento histórico en la confianza en ese mes, no podemos decir que el consumidor mexicano ahora es optimista, sino solo que es menos pesimista, pero todavía sigue siendo al fin y al cabo pesimista. De hecho, ninguno de los cinco componentes del indicador registró máximos históricos, mientras que solo dos (que se refieren a la situación futura) se ubican en la zona de optimismo. Sin embargo, esto no se puede saber si uno se refiere al “índice” de confianza en vez del “indicador”. Irónicamente, la confianza empresarial no aumentó tanto como la del consumidor en ese mismo, pero éste sí logró rebasar el umbral de los 50 puntos para ubicarse ya en la zona de optimismo.
Muchos comentaristas ( y yo ) de radio y t.v.deberian leer y releer este artículo.