A estas alturas, la noticia la conocen todos. El viernes pasado, el INEGI divulgó los resultados correspondientes al Módulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS) de 2015, que son usados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) para la medición multidimensional de la pobreza. Resulta que introdujo cambios en los criterios para la captación y verificación de los datos, de tal forma que ya no sea comparable la información con años anteriores. Pero posiblemente lo que más controversia causó fue que las modificaciones implican una aparente mejoría notable en la pobreza, sin fundamento, sin consulta y sin debate, que hicieron vibrar hasta los cimientos la propia autonomía del INEGI. Peor aún, en la conferencia que dio el Presidente del INEGI, se le preguntó que va ser el Coneval para la estimación de la pobreza intertemporal; respondió que habría que preguntarle a Coneval, básicamente deslindándose de la responsabilidad del daño hecho. En ese momento, no me quedó claro si Santaella estaba consciente del error que estaba cometiendo.
Quedó clarísimo la molestia de Coneval. No tardó en emitir su posicionamiento, acusando al INEGI de incongruente, resaltando la falta de transparencia y planeación. Dijo que el INEGI actuó de forma unilateral, sin el debido debate técnico y justificación. La consecuencia es una ruptura en la evolución histórica de las mediciones de pobreza. Los tuits del Secretario General de Coneval causaron un verdadero revuelo al expresar su enojo. Todos los medios hablan del tema, en reportajes a ocho columnas, en editoriales, columnas, sin menospreciar la convulsión en los medios sociales. Incluso, ya aparecen peticiones mediante change.org para la rectificación de la información.
He sido un INEGI “watcher” desde hace décadas. Mi pasión por los datos y por los indicadores me han llevado a admirar y querer al instituto. He aplaudido cambios y mejorías, al igual que he criticado muchos aspectos, siempre con el afán de ser un crítico constructivo. Sin embargo, no me acuerdo que el INEGI haya procedido antes de tal forma, que generara tanta sospecha y que haya gestado un golpe tan severo a su credibilidad. ¿Simple ingenuidad de un nuevo presidente sin experiencia? ¿Cumplimento de una agenda preestablecida y cargada con su llegada?
En diciembre del año pasado (miércoles, 2 de diciembre) escribí en esta columna un artículo titulado “Humo Blanco para INEGI”. En su momento, había mucha preocupación en torno a la designación de su próximo presidente. Algunos esperaban que la SHCP impusiera un títere como ocurrió en la Función Pública, o bien, alguien muy allegado a la administración federal actual. El miedo extremo era que el INEGI se convirtiera en una especie de INDEC de Argentina, que inventa sus datos para acomodar los gustos del gobierno, o en un INE de Venezuela que simplemente dejó de publicar información incómoda. Al conocer la designación, comentamos que Santaella tenía los grados académicos necesarios y algo de experiencia relacionada a algunas funciones propias del INEGI, pero que tendría que enfrentar una curva de aprendizaje importante. No obstante, lo que más preocupaba era su experiencia y habilidad política para las negociaciones, decisiones importantes y situaciones propias de la autonomía. En su momento, le dimos el beneficio de la duda, esperando que fuera un excelente presidente.
No me queda claro que motivó al INEGI a proceder de esta forma. Tengo que confesar que me quedé estupefacto al escuchar la noticia. Me gustaría pensar que fue un error relacionado a la falta de experiencia política y no resultado de una agenda que negoció antes de su llegada. Todavía creo en el INEGI, en su proyecto, en sus indicadores y todo lo que queda por hacer.
No hay duda del daño hecho. Por lo pronto, vamos a ver cómo va lidiar con lo acontecido y reparar el golpe a su credibilidad. En diciembre, dijimos que seguiríamos con las críticas constructivas, observaciones pertinentes y vigilancia permanente. Ya quemó su primer cartucho y redujo gravemente sus grados de libertad para más equivocaciones. Por el bien del INEGI y del país, no voy a retirarle el beneficio de la duda. Sin embargo, ahora creo que todos estaremos mucho más atentos, mucho más exigentes y mucho más demandantes.