Los últimos tres gobiernos iniciaron el sexenio prometiendo encauzar reformas estructurales que nos ayudarán a crecer más. Pero a diferencia de Fox y Calderón que no cumplieron, Peña Nieto construyó el Pacto para México, que produjo alrededor de una decena de reformas. Ahora sí, México debe crecer mucho más, ¿o no?
Claramente, no queda claro. Al iniciar la administración actual, la Secretaría de Hacienda dijo que el crecimiento “inercial” (sin reformas pero con un entorno externo favorable) era alrededor de 4.0 por ciento. En cambio, si se aprobaran todas las reformas estructurales que iba a proponer el Poder Ejecutivo, el crecimiento sería superior a 5.0 por ciento anual. En su momento, se dijo que en 2013 creceríamos 3.5 por ciento; en 2014 cerca de 4.0 por ciento; en 2015 ya con las reformas en marcha, 4.7 por ciento; y a partir de 2016 más de 5.0 por ciento promedio anual. En ese momento, el crecimiento promedio anual del sexenio (con reformas) estaba proyectado en 4.6 por ciento, lo doble del observado en los 30 años anteriores.
Dos años después, el gobierno puede presumir el logro de todas las reformas, incluyendo las leyes secundarias correspondientes y un entorno externo favorable, por lo que podemos descartar el escenario inercial. Sin embargo, ahora el gobierno nos dice que el crecimiento de 2015 será 2.7 por ciento, muy por debajo de su proyección original. Aun en el caso de que se logré crecer 5.2 por ciento en promedio en los últimos tres años del sexenio, el promedio no alcanzará la tasa prometido de 4.6 por ciento, sino apenas 3.7 por ciento. En otras palabras, el promedio del sexenio terminará por debajo del crecimiento inercial de 4.0 por ciento con todo y reformas.
Sin embargo, debemos considerar las proyecciones del gobierno como el escenario optimista, el cual no queda claro que se vaya materializar. Prácticamente todas las proyecciones de las instituciones financieras, analistas privados y organismos internacionales apuntan hacia un crecimiento mucho menor. Hasta ahora, no me acuerdo de una sola institución (fuera del gobierno) que anticipa un escenario similar al oficial.
Por ejemplo, tomemos el caso de Moody’s Investor Service, la empresa calificadora internacional de mayor prestigio mundial. Sin lugar a dudas, ve las reformas estructurales como algo positivo, que va a mejorar las posibilidades de crecimiento económico en el futuro. Las ve como un quiebre histórico que aumenta la habilidad y capacidad del país para crecer. Implican un cambio de reglas que remueve o por lo menos reduce las barreras de entrada a muchos mercados. Existe ahora una expectativa de mayor inversión y fortaleza económica que incrementa el crecimiento potencial en alrededor de un punto porcentual completo. Entonces, ¿cuál es el problema?
La estimación de Moody’s del crecimiento potencial antes de las reformas era de 2 a 3 por ciento. Gracias a la aprobación de las mismas, ahora se eleva a un rango de 3 a 4 por ciento. En otras palabras, la estimación inercial original del gobierno mexicano era demasiado optimista, casi dos puntos porcentuales por encima de la proyección de Moody’s. El Fondo Monetario Internacional (FMI) opina igual, al decir que las reformas estructurales de México suben su crecimiento potencial de 2.5 por ciento a 3.5 por ciento. En otras palabras, necesitamos mucho más que reformas para crecer en forma sostenida por encima de 5 por ciento.
Otra promesa modificada del gobierno gira en torno a los plazos en que se podrá apreciar el mayor potencial de las reformas. Hace un par de años, nos dijeron que ya a partir de 2015 (sino es que antes) íbamos a experimentar mayor crecimiento. Ahora nos dicen que no será hasta 2016. Sin embargo, el consenso apunta hacia un horizonte de mucho mayor largo plazo. De nuevo, Moody’s habla de tres etapas en un escenario “post-reformas”: la primera es de la aprobación, tanto de reformas como de leyes secundarias de 2013 a 2014. Aquí hubo un grado mayor de pesimismo y escepticismo, combinado con la resaca del cambio de sexenio y la reforma fiscal, cuyo resultado fue crecimiento por debajo del potencial inercial. La segunda etapa, de 2015 a 2017 es de un cierto regreso a la normalidad, cuyas características principales son de absorción, entendimiento y de aprovechamiento inicial, por lo que podemos describir a esta etapa como de transición. En estos años, el crecimiento promedio andará entre 3 y 4 por ciento. Finalmente, tenemos la etapa final de consolidación, a partir de 2018, que debería traducirse en mayor inversión y crecimiento continuo. Si todo marcha bien, alcanzaremos la parte superior del nuevo rango al crecer alrededor 4 por ciento a partir de 2018.
Pensemos en un escenario un poco más optimista que el de Moody’s, pero sin ir al extremo del gobierno. Creo muy factible crecer alrededor de 4 por ciento promedio en la segunda mitad del sexenio, con algún que otro año incluso por encima de 5 por ciento. ¿Por qué no? Ya lo hemos logrado en muchas ocasiones: en los últimos 20 años hemos crecido por lo menos 5.0 por ciento en cinco ocasiones (1996, 1997, 2000, 2006 y 2010). Sin embargo, el verdadero reto no es crecer por encima de 4 o 5 por ciento en un año dado, sino mantener un promedio superior a 4 sin nunca crecer menos de 3 por ciento. Para esto, necesitamos construir la habilidad de que la economía interna pueda crecer sanamente independientemente del entorno externo.