Hace dos semanas, abordamos el tema de la recesión para explicar que no se determina mediante dos trimestres consecutivos de caída en el PIB (es más bien una regla de aproximación) y que existen dos escuelas al respecto: la clásica, desarrollada por el NBER en Estados Unidos hace como 90 años y la de crecimiento, impulsada principalmente por la OCDE. Originalmente, el INEGI utilizaba el enfoque clásico (que se encuentra bajo SICCA en su Banco de Datos, BIE). Sin embargo, en 2010 introdujo el SIC, cuyo enfoque son los ciclos de crecimiento. En principio ambos se complementan, ya que se enfocan en aspectos distintos; mientras que la clásica busca periodos extendidos de una caída generalizada y significativa de la actividad económica para decir que existe una recesión, la otra escuela define una “recesión de crecimiento” en función de las desviaciones respecto a la tendencia de largo plazo de la economía.
Si examinamos en forma detenida los datos del SIC y del SICCA del INEGI, queda claro que la economía está en una “recesión de crecimiento”, más no en una recesión clásica. El problema que yo vi desde que el INEGI introdujo el SIC, fue que se utilizan las mismas etiquetas de “recesión”, “recuperación” y “expansión” para ambos enfoques a pesar de que no son conceptos iguales. Me acuerdo muy bien argumentar en el INEGI en su momento que esto iba crear muchísima confusión cuando estuviéramos cerca de una recesión. Pues dicho y hecho.
La existencia de una recesión es algo no deseable y embarazoso para los funcionarios, por lo que existe o no, lo niegan. En Estados Unidos resolvieron la controversia recurrente al establecer en el pleno del NBER un Comité de Fechas de los Ciclos Económicos, que se encarga de determinar y anunciar los picos y valles de la actividad económica. El público en general y los académicos en particular reconocen a este Comité como el árbitro oficial (pueden visitar los resultados en www.nber.org). Dado que en México no existe algo similar, cada vez que nos aproximamos a una recesión se arma el debate y aumenta la confusión. Peor ahora desde que el INEGI introdujo el SIC.
A través de las últimas décadas se ha discutido la posibilidad de tener un Comité similar en México, sin que nadie se haya aventado a tratar de organizarlo. Pero, ¿qué pasaría si lo tuviéramos? Déjame imaginar que fuera miembro de dicho Comité y que tuviéramos que tomar una resolución. Lo primero sería enfocarnos en la escuela clásica, ya que no se trata de determinar si estamos en una “recesión de crecimiento”, sino en un periodo extendido y significativo de una caída generalizada de la actividad económica. Lo segundo, sería enfatizar que la decisión final no se puede tomar antes de que tengamos todas las cifras finales, es decir, ya sin posibilidad de revisar. Esto en Estados Unidos significa que anuncian las fechas, en promedio, alrededor de 12 a 15 meses después de haber concluido el ciclo. La determinación de las fechas no se hace en forma precipitada, ni en atención a las demandas del público. Es más bien un ejercicio académico.
En seguida vendría ya la examinación a fondo de las cifras. El índice compuesto de indicadores coincidentes (del SICCA y no del SIC) establece un pico en noviembre de 2012, pero realmente sin definir una caída significativa ni extendida. En los siguientes 15 meses, marca una disminución en solo seis ocasiones y solamente en una ocasión se presenta caídas en dos meses consecutivos. Al analizar los indicadores coincidentes por separado, prácticamente todos indican lo mismo: no hay caídas significativas, ni extendidas y menos generalizados. Algún que otro presenta síntomas más graves, pero no con la fortaleza necesaria para establecer la existencia de una recesión. Por lo mismo, mi voto tendrá que ser no hemos entrado en recesión en algún momento dado en los últimos dos años.
Aquí proceden unas recomendaciones al INEGI y a los funcionarios. En primer lugar, el INEGI necesita aclarar y explicar mucho (pero mucho) mejor la diferencia entre una recesión clásica y una recesión de crecimiento. El gobierno debe poner atención a la explicación y no descartar las conclusiones del INEGI simplemente porque no le conviene. Al enfrentar la pregunta de que si estamos en recesión o no, el funcionario debería admitir que estamos en una recesión de crecimiento, que significa que estamos en un bache por debajo de nuestro potencial (que sería la tendencia de largo plazo), pero que no hemos caído en lo que es una recesión clásica, es decir, una caída significativa, extendida y generalizada de la actividad económica.