El tipo de cambio para solventar obligaciones (el famoso “fix”) llegó a 15.4544 pesos por dólar el viernes pasado, precio que rebasó el previo máximo histórico de 15.3650 observado el 2 de marzo de 2009. Como sabemos, lo que empujó el precio del dólar a estas alturas fue el reporte laboral de Estados Unidos de febrero, que señala una fortaleza de su economía mayor a la anticipada. Esto significa que aumenta la posibilidad de que la Reserva Federal empieza la tan esperada ronda de incrementos en su tasa de política monetaria antes de lo esperado. Un aumento en la tasa de fondos federales seguramente desplazará la curva de rendimientos de los bonos de Estados Unidos hacia arriba, lo que hará que la relación de rendimiento/riesgo de estos instrumentos mejore visiblemente. En su momento, esto deberá atraer capitales de todo el mundo hacia nuestro vecino, lo que fortalecerá todavía más al dólar. Lo que estamos viendo ahora es que el mercado se está adelantando a lo inevitable.
El peso fue una de muchas monedas afectadas, al ver el dólar apreciarse contra prácticamente todo el mundo. Si volteamos a ver el tipo de cambio peso/euro, encontramos que está muy cerca de los niveles observados a mediados de 2008. Si examinamos la trayectoria del peso versus las monedas de los países emergentes, incluso podemos ver que en muchos casos, el peso se ha depreciado menos respecto al dólar que muchos otros países. Sin embargo, pocos países como México dependen del dólar en la misma proporción que nosotros, por lo que este tipo de comparaciones no reducen el estrés ni sirve mucho de consuelo.
Estados Unidos y muchos otros países, han seguido una política monetaria exageradamente expansiva a lo largo de los últimos seis años. Esto ha producido una liquidez mundial sin precedencia, que a su vez ha buscado dónde refugiarse en un mundo financiero. En el abanico de opciones, México ha ofrecido relativamente buenos rendimientos, mientras que la percepción de riesgo soberano ha mejorado sustancialmente. Esto ha provocado un influjo de dólares, dirigidos principalmente al mercado de bonos gubernamentales, a tal grado que la proporción de deuda pública interna en manos de extranjeros ha crecido a niveles muy elevados. El Banco de México dio a conocer la balanza de pagos de 2014 hace unas semanas, que señala que México ha recibido casi 100 mil millones de dólares en inversión de cartera en los últimos dos años.
Las autoridades monetarias han advertido desde hace tiempo que la vulnerabilidad más marcada del país radica en estos flujos. El mercado busca rendimientos, por lo que la ronda de aumentos en la tasa de interés en Estados Unidos pudiera provocar una salida de capitales sin precedentes, que en un escenario extremo podrían situar al tipo de cambio por encima de 20 pesos por dólar en un muy corto plazo. Afortunadamente, es un escenario de poca probabilidad, ya que el Banco de México tendrá que responder (o anticiparse) primero con aumentos en la tasa de política monetaria para evitar un deterioro en el diferencial de rendimientos. En seguida, tendrá que poner a disposición del mercado los dólares suficientes para evitar un desastre. El Banco Central tiene alrededor de 200 mil millones de dólares en sus reservas, más un crédito contingente de 70 mil millones adicionales con el FMI.
Las preguntas que nos debemos hacer son sobre la respuesta de las autoridades monetarias. ¿Esperarán a que la Reserva Federal empiece a subir su tasa, o bien, se anticiparán para mandar un mensaje al mercado? ¿Seguirá con sus subastas de montos pequeños ante movimientos diarios mayores a dos por ciento en el tipo de cambio, o bien, empezará a intervenir en el mercado con colocaciones mayores discrecionales? En principio, el Banco no tiene un objetivo para el tipo de cambio, sino solo busca minimizar la volatilidad que resulta de periodos de alta especulación. Sin embargo, tarde o temprano tendrá que asumir la responsabilidad de una intervención mayor para evitar un escenario extremo. Hay que recordar que estas decisiones las toma la Comisión de Cambios, integrado por tres miembros del Banco de México y tres de la SHCP, en la cual el Secretario de SHCP tiene el voto de calidad en caso de empate.
¿Qué debemos esperar? En el muy corto plazo seguirá la volatilidad y la depreciación del peso, posiblemente en periodos recurrentes, hasta que finalmente tanto la Reserva Federal como el Banco de México tomen decisiones. En el mediano plazo, deberá regresar la normalidad y el peso empezará a apreciarse. Pero en vías de mientras, ¿hasta dónde llegará el tipo de cambio?