Prácticamente el mundo entero está atento a la creciente probabilidad de que Grecia se declare en suspensión de pagos, al no liquidar los 180 millones de dólares que debe al Fondo Monetario Internacional (FMI) antes de la media noche del último día de junio. También está pendiente al referéndum que el electorado griego llevará a cabo este domingo (5 de julio) para ver si se acepta o no las exigencias de austeridad de las autoridades europeas y el FMI. El plebiscito trae implícito un voto de confianza al gobierno de Alexis Tsipras, quien dice que renunciará a su cargo si el pueblo voto “si” y una eventual salida de Grecia de la Unión Europea si el voto mayoritario es “no”. Sea lo que sea el resultado, queda claro que no habrá final feliz para Grecia: un programa draconiano de austeridad pero con recursos internacionales, o bien, un colapso económico de un país sin ningún apoyo de afuera.
La máxima preocupación de la comunidad internacional es sobre las afectaciones en los mercados mundiales y qué pasará a la economía mundial. El daño ocasionado por la quiebra de Lehman Brothers está todavía en la mente de muchos, por lo que el miedo de una nueva crisis financiera mundial no ha dejado dormir bien a muchos. Sin embargo, lo más probable es que el resto del mundo enfrentará problemas relativamente modestos. Muchos han señalado que Grecia es un país demasiado pequeño (11 millones de habitantes y una economía menor al dos por ciento de toda la zona Europea), por lo que su comercio exterior simplemente no pinta en ningún lado. También dicen que realmente no hay peligro de contagio, ya que a nadie le tomará por sorpresa, mientras que Europa y el FMI están mucho mejor preparados para lidiar con todos los problemas que pudieran surgir.
Sin embargo, las repercusiones internacionales son lo de menos. Son casi irrelevantes, comparado con el sufrimiento que enfrentará el pueblo griego en los próximos años. A la fecha, se estima que la actividad económica ya disminuyó más de una cuarta parte, mientras que el desempleo supera el 25 por ciento. Lo más seguro es que se pondrá mucho pero mucho peor en los siguientes años, sin importar cuál sea el resultado del referéndum. Es muy probable que enfrentará una quiebra sistémica de su sistema financiero, lo cual llevará a una pérdida de ahorros de un porcentaje significativo del país; habrá enseguida un desplome del consumo y de la inversión, junto con un gobierno sin recursos para reparar la situación.
Ante lo que está pasando, vale la pena recordar nuestras propias experiencias. Primero, tenemos a Argentina que en 2001 decidió declarar una moratoria, ante un caos económico y político no tan diferente a la que enfrenta Grecia ahora. En término de dólares, la economía argentina disminuyó más de 70 por ciento en el siguiente año, con daños severos en prácticamente todo el país. Nos acordamos de las historias de la gente formada en McDonald’s, pero no para entrar a comer en forma normal, sino en la salida de atrás para esperar que sacaran la basura y poder escavar para encontrar algo para comer.
Dentro de lo que cabe, Argentina tuvo suerte. En los siguientes años, llegó el boom de los commodities, que le permitió salir adelante. El boom permitió obtener recursos del exterior vía la exportación de soya, carne y otros bienes a precios elevados. La situación le permitió al gobierno imponer impuestos elevados a estas exportaciones para equilibrar sus finanzas. En poco tiempo, el gobierno de Kirchner operaba con superávit fiscal y externo, que coadyuvó su recuperación. Sin embargo, Grecia tiene pocas exportaciones y escasas posibilidades de enfrentar un boom similar.
Tenemos la experiencia mexicana de los ochenta, que enfrentó una deuda externa impagable. Las consecuencias fueron una década completa sin crecimiento y un incremento significativo en la pobreza. Finalmente, México encontró la salida, primero mediante una renegociación de su deuda con una quita (el Plan Brady) y después, con recursos para sanear la deuda obtenidos a través de las privatizaciones. Finalmente, pudimos crecer de nuevo, pero ya a una tasa muy disminuida y décadas después seguimos pagando las consecuencias. Pero Grecia no tiene activos para privatizar o posibilidades de obtener ingresos no recurrentes que pudieran llevar a una posible recuperación.
Grecia está en un callejón sin salida; todas sus opciones significan un deterioro difícil. Lo que queda es tomar nota y aprender. No podemos permitir gobiernos que prometen maravillas, sin pensar bien en las consecuencias.
Jonathan, no son 180 mil millones de dólares, sino solamente 1.8 mil millones los que Grecia dejó de pagar al FMI en la fecha que indicas en tu artículo. Extraño error para alguien que, como tú, conoce tanto de economía. Saludos.