Ayer, martes 7 de julio, el INEGI dio a conocer las cifras de junio de la Encuesta Nacional sobre la Confianza del Consumidor (ENCO). Sin embargo, a diferencia de los 170 meses anteriores (pues la Encuesta se levanta desde abril 2001), ahora nos presenta dos versiones, uno llamado Índice (tradicional) y otro llamado Indicador (balance), junto con diez subíndices adicionales que salen de la misma encuesta. Es una forma mucho más transparente y abierta de presentar los resultados, que va a enriquecer el análisis de la Encuesta. Al mismo tiempo, la publicación de los diez subíndices adicionales es una apertura de información importante, ya que estos datos existen desde 2003. Aunque pasaron prácticamente 13 años para que se diera la apertura, no queda nada más que felicitar al INEGI. ¡Enhorabuena!
Como se sabe, el Indicador de Confianza del Consumidor se construye mediante cinco indicadores parciales, que recogen las percepciones sobre la situación económica actual y esperada del hogar, la situación económica presente y futura del país y qué tan propicio es el momento actual para la adquisición de bienes de consumo duradero. Cada uno de los indicadores parciales tiene un valor entre cero y 100, dónde cero indicaría una situación extrema de pesimismo total y 100 una similar de optimismo total. Para obtener el Indicador, se promedia el nivel de los cinco componentes y se obtiene los que se llama un “indicador de difusión”, cuyo análisis consiste en estudiar su nivel (dentro de su intervalo de cero a 100) y su trayectoria a través del tiempo. Para este propósito, la referencia obligada es el nivel de los 50 puntos, que representa el umbral entre las respuestas optimistas y pesimistas.
Cuando el INEGI empezó a levantar la encuesta en 2001, se percató que los consumidores mexicanos siempre eran (en términos relativos) pesimistas, pues en los primeros años de construir el Indicador, nunca había superado el umbral de los 50 puntos. Es importante entender que el umbral de 50 realmente no es una referencia para ver si la confianza es consistente con mayor o menor consumo. Más bien, es cuestión empírica encontrar un nivel en el Indicador señale cuál pudiera ser ese punto. No obstante, conocer los niveles de cada uno de los cinco subíndices y del Indicador general, no solo es ilustrativo, sino que permite realizar comparaciones en forma debida.
Sin embargo, hace casi 13 años (cuando el Presidente del INEGI era Gilberto Calvillo) el Instituto decidió que no convenía reportar el Indicador de esta forma, ya que no quería que supiéramos que los consumidores siempre son pesimistas. Para tal efecto, se decidió convertir el Indicador en Índice, al igualar el valor de cada uno de las cinco preguntas a 100 para enero de 2003. De esta forma, se le restó el valor analítico del Indicador al ya no conocer el nivel de cada pregunta en un momento dado. Pero la frustración es todavía mayor, ya que esta conversión trae muchos problemas adicionales (que por falta de espacio no puedo explicar aquí).
La buena noticia es que el INEGI tomó la decisión valiosa (y valerosa) de publicar el Indicador en su forma original, de tal forma que ahora en adelante podemos conocer el balance entre el optimismo y pesimismo en un momento dado. Ahora sí, podemos comparar los subíndices entre si y la Confianza del Consumidor con la Empresarial. En adición a esta apertura, el INEGI también publica a partir de ahora las diez preguntas adicionales (en forma de índices) que contiene la encuesta.
¿Qué falta? Primero, no queda claro porqué el INEGI da a conocer las dos versiones, el Índice (tradicional) y el Indicador (balance). Continuar con la publicación del índice tradicional sólo va crear confusión, sin contribuir para nada con mayor valor analítico. Por ejemplo, en junio el Indicador aumentó 0.58 puntos mientras que el índice 1.98 puntos. ¿Cuál es el bueno?
Lo segundo es que las diez preguntas adicionales se publican como “índices” en vez de “indicadores”. Con la apertura que ha dado el INEGI, esto me parece medio absurdo. Tengan cuidado, ya que estos índices no son comparables entre si y tampoco con los componentes del Indicador. Por ejemplo, no podemos comprar las posibilidades de comprar bienes de primera necesidad (99.1) con las posibilidades de salir de vacaciones (93.9). En cambio si fueran indicadores (en vez de índices), veríamos que las compras de primera necesidad (30.2) son mayores a las de vacaciones (24.7).
Esperemos que el INEGI tome nota de esto último. Sin embargo, reconozco que lo presentado es un verdadero hito histórico en términos de indicadores.