Aunque falta más de un mes para empezar a tener las cifras oficiales para el 2015, estamos ya a una semana de cerrar lo que ha sido un año totalmente atípico. De entrada, crecimos un poco más que en los dos años anteriores, pero no se siente; la tasa de desempleo disminuyó a su nivel más bajo desde mediados de 2008, pero la gente se queja de la falta de empleos bien remunerados; la inflación registró su mínimo histórico, pero la mayoría se lamenta del deterioro en su poder adquisitivo; el consumo de los hogares crece a las mejores tasas observadas desde fines de 2012, pero las exportaciones no petroleras están prácticamente estancadas; el gobierno federal reporta inversión pública histórica, pero el INEGI dice que ésta será el sexto año al hilo con tasas negativas; y, se ha armado un buen debate sobre el salario mínimo en el cual el punto central es su nivel tan bajo, pero el aumento promedio anual resultó ser el más elevado desde 1976.
Si analizamos el comportamiento de la economía mexicana de los últimos 20 años, encontramos que el principal motor de crecimiento del país son las exportaciones no petroleras. Si éstas avanzan a una buena tasa, la economía interna responde con buen crecimiento. Sin embargo, si no crecen, o bien, aumentan a una tasa muy baja, el resto de la economía no logra desarrollar un dinamismo suficiente. Si extrapolamos el comportamiento de los primeros diez meses del año, podemos prever que las exportaciones no petroleras terminarán 2015 con un flujo de apenas uno por ciento por encima del año anterior. En principio, esto implicaría una economía estancada. No obstante, el consumo familiar crece a tasas cercanas al 4 por ciento, mientras que la inversión privada avanza a un ritmo superior al 7 por ciento.
En el pasado, cuando el peso mexicano sufría una depreciación significativa, a los pocos meses se observaba una mejoría notable en las exportaciones. El empuje al exterior reactivaba la economía y en los siguientes años crecíamos más. Sin embargo, a pesar de una depreciación que ya ronda alrededor de 30 por ciento, no hemos visto mejoría en las exportaciones. Incluso, si combinamos el estancamiento en las no petroleras con las petroleras (que cayeron más de 40 por ciento en el año), observamos un deterioro importante en la balanza comercial. No obstante, si analizamos las cifras en pesos reales (en vez de dólares nominales), encontramos que las exportaciones totales han crecido más de 10 por ciento en el año y terminará como el componente del PIB por el lado del gasto que más contribuyó al crecimiento en 2015.
Hoy (miércoles 23 de diciembre) conoceremos la inflación de la primera quincena de diciembre. Según la última Encuesta Quincenal de Expectativas de Banamex (que se levanta entre alrededor de 25 instituciones financieras), se anticipa una tasa de 0.31 por ciento para la quincena y 0.46 por ciento para el mes. En forma sistemática, la inflación ha sorprendido a la baja en comparación al consenso, pero si supongamos que en esta ocasión le atinan, la inflación general terminará este año por debajo de 2.2 por ciento, la mínima histórica para el INPC. Para la mayoría de la gente es difícil absorber la idea de una tasa tan baja cuando el peso sufre una depreciación significativa. Por ejemplo, la inflación en 2008 superó 6.5 por ciento después de haber sufrido una depreciación superior al 26 por ciento.
¿Qué pasó con el comportamiento de los precios en 2015? Primero, hubo un colapso en los precios de los commodities en los mercados internacionales. Esto significa que muchas importaciones resultaron más baratas en pesos reales a pesar del ajuste cambiario. Segundo, hubo ciertos precios claves (con ponderaciones significativas en el INPC) que bajaron de precio en 2015, como la gasolina (el promedio ponderado del país), las tarifas eléctricas industriales, el servicio telefónico nacional de larga distancia y el servicio de telefonía celular. Tercero, hubo algo de suerte con los precios agropecuarios (en especial los pecuarios), que no contribuyeron este año con aumentos significativos. Cuarto, se operó todo el año con una brecha negativa de producto, lo cual significa que no hubo presiones inflacionarias por el lado de la demanda agregada. Al final de cuentas, sí hubo un reacomodo en los precios relativos, pero no un aumento generalizado (y menos sostenido) en los precios. Por ejemplo, el rubro de mercancías no alimenticias (que contiene la mayoría de los bienes importados, en especial bienes duraderos) fue el que más aumentó en el año (después de las colegiaturas).
Definitivamente, un año atípico. ¿Y 2016?