El Ministro Zedillo

Publicado en Reforma el 28 de septiembre de 1999

 

La revista Euromoney sorprendió a todos la semana pasada al otorgarle a José Angel Gurría el premio del Secretario de Finanzas del año.  Más que otorgarle a México un reconocimiento, reveló su ignorancia sobre la operación política actual de nuestro país.

Debemos admitir que el Presidente Ernesto Zedillo es realmente diferente a todos los presidentes que hemos tenido a lo largo de nuestra historia.  Para empezar, es el único que nunca hizo nada para llegar a ser Presidente.  No es miembro de la familia revolucionaria, como la gran mayoría de los presidentes que han surgido después de la Revolución.  No cumple con los requisitos que hace tiempo delineó el politólogo norteamericano Peter Smith en su libro “Los Laberintos del Poder”.  La mayoría de los analistas políticos dirían que ni siquiera es político.

Precisamente de esto último nace el odio y falta de comprensión de muchos politólogos hacia el Presidente.  Tratan de entenderlo desde la óptica de un político y a través de la teoría política.  Sin embargo, la lógica de Ernesto Zedillo no es la de un político, sino más bien la de un economista.  Es en este sentido que podríamos decir que Zedillo como Presidente es buen economista, más no un buen político.  Por lo mismo, es más fácil que un economista entienda al Presidente y las acciones que ha realizado a través del sexenio, que los politólogos tradicionales que han dedicado años a analizar las figuras presidenciales y el presidencialismo en México.

A muchos le queda claro que al Presidente no le gusta la política política y le fascina la política económica.  Resulta fácil imaginarnos un día en Los Pinos con Ernesto Zedillo y varios miembros de su Gabinete haciendo antesala.  El primero pasa y le empieza a explicar el problema de Chiapas y la necesidad de resolver el conflicto cuanto antes.  Zedillo lo interrumpe y le dice que lo vea con Roberto Albores.  Pasa el segundo y le trata de explicar la gravedad de la huelga de la UNAM y el daño que pudiera terminar por ocasionar.  Igual lo interrumpe y le dice que es asunto del Consejo Universitario.

Así pasa con uno y otro hasta que le toca turno a José Angel Gurría.  Inmediatamente le dice que cierre la puerta y empieza a remangarse la camisa.  Desaparece su gesto de aburrimiento y sonríe.  Antes de permitirle la palabra a Gurría empieza a explicarle algunos nuevos aspectos de la política macroeconómica.  Al llegar al tema de la política cambiaria, pide que los acompañe Guillermo Ortiz para que juntos le expliquen a Gurría lo que van hacer.

La fama de José Angel Gurría proviene de su habilidad de negociador inclusive antes de la crisis financiera de 1982.  El fue quien viajó por todo el mundo contratando deuda en el transcurso del sexenio de López Portillo.  Posteriormente participó en todas las renegociaciones, que fueron como cinco en la década de los ochenta.  Su buen desempeño lo colocó como Subsecretario de Hacienda en un puesto creado especialmente para él.  Finalmente, Zedillo lo pone como Secretario de Hacienda pensando que haría muy buen papel negociando con la Cámara de Diputados ya dominada por la oposición.

Sin embargo, tenemos que reconocer que como economista Gurría no está en las mismas ligas que Ernesto Zedillo o Guillermo Ortiz.  Precisamente, Zedillo nombra a Ortiz Gobernador del Banco de México porque sale sobrando en Hacienda.  Dicen por ahí que Zedillo escribió partes enteras del Pronafide de su puño y letra.  En cambio, poner a Ortiz en el Banco de México hacía mucho sentido ya que así Zedillo podría confiarle toda la autonomía necesaria pues sabía que es un buen economista que piensa igual que él.  Al final de cuentas, ¿qué haría Zedillo si no se ocupara de la política económica?  Es su pasión, lo que realmente sabe bien y lo que le gusta hacer.

Es con esta misma lógica que podemos entender la política económica del gobierno.  Zedillo llegó al poder sumergido en una gran crisis económica que le restó todo margen de maniobra.  Tuvo que emprender maniobras totalmente impopulares para sacar al país de una gran recesión lo más rápido posible.  Ya que lo logró, por más cosas buenas que llegara hacer, ni con milagros podría restablecer el poder adquisitivo que los mexicanos tuvimos antes de 1995.  De allí su frustración y su obsesión por evitar una nueva crisis económica en el año 2000.

Con toda la lógica de un buen economista, Zedillo se sentó a analizar todas las crisis anteriores y a hacer una lista de todas sus causas.  De allí en adelante se puso a diseñar políticas para evitar cada punto en su lista.  Difícilmente podemos pensar en alguna acción de política económica que haya realizado el Presidente sin consultar su lista.  Es tanta su obsesión por evitar la crisis, que podríamos apostar que primero estaría dispuesto a que perdiera el PRI antes de permitir un descalabro económico.

Sus críticos han señalado que su estrategia se ha limitado al ámbito económico y que no le ha dado el peso suficiente a lo político.  Puede ser cierto, pero de nuevo hay que recordar que su lógica es de economista y por lo mismo, tiende a subestimar los peligros políticos.

¿Es sana esta obsesión?  Hasta cierto punto habría que admitir que sí.  Por primera vez en 30 años parece que vamos a terminar el sexenio sin desequilibrios macroeconómicos y el próximo Presidente, sea quien sea, va poder iniciar su sexenio con el pie derecho.  Difícilmente podríamos estar en esta situación sin que Ernesto Zedillo hubiera estado algo menos que obsesionado con el tema.

La parte negativa es que existen demasiados problemas políticos sin resolver.  Nuestras instituciones políticas se encuentran en un estado sumamente frágil, justo cuando nos enfrentamos a las elecciones más significativas casi de todo el siglo.  Resulta difícil argumentar que no ha faltado liderazgo político en un momento clave.  Sin embargo, si pudiéramos elegir de nuevo al Presidente para 1995, a la luz de todo lo que ha pasado, Zedillo sería un excelente candidato con todo y lo que no pudo hacer.

La situación macroeconómica del país está en una situación envidiable para afrontar los riesgos del año entrante.  Esto es justamente lo que pretende reconocer la revista Euromoney.  Sin embargo, se equivocaron al otorgárselo a José Angel Gurría.  El receptor del premio de Ministro de Finanzas del año es Ernesto Zedillo.

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