Al día siguiente del destape del PRI, el presidente designó a Alejandro Díaz de León para Gobernador del Banco de México. No hubo sorpresa, pues era el primero en las listas de casi todos los analistas. A pesar de que era buen candidato y tiene todas las credenciales necesarias para el puesto, la decisión tuvo una gran dosis de elementos políticos y al final de cuentas resultó crucial la amistad y proximidad con el grupo cercano al presidente. No obstante, es una persona muy bien calificado y obtuvo el beneplácito de prácticamente todos los que analizan y vigilan el banco central de nuestro país, tanto internos como en el exterior. Su designación augura continuidad y todavía mayor consolidación de una institución autónoma y bien cimentada.
De entrada, continuará trabajando con tres miembros sólidos de la Junta de Gobierno y un staff de los mejores economistas del país. Su primera tarea, que es el próximo anuncio de la decisión de política monetaria para el jueves de la semana entrante (14 de diciembre), está prácticamente lista. En principio, no se espera movimiento en la tasa objetivo, aunque la Junta estará muy atento a las noticias de inflación de la segunda quincena de noviembre y seguramente estarán evaluando los posibles impactos de la reforma fiscal de Estados Unidos y la política monetaria de la Reserva Federal. Dónde sí se pondrá mucha atención es en la redacción del anuncio y en las minutas, que saldrán dos semanas después. Los analistas buscarán cambios de estilo en la redacción y diferentes énfasis en los balances de riesgos. No obstante, podría ser todavía muy temprano para notar cambios sustanciales.
Díaz de León llega cuando la inflación esta en su punto más elevado de los últimos 16 años, en un momento en que es muy probable que la Reserva Federal acelere su descarga de su hoja de balance y decide programar más aumentos en su tasa objetivo. Dada la aprobación de la reforma fiscal, que crea incentivos para la repatriación de capitales y cambios en las decisiones de inversión de empresas multinacionales, será muy difícil para el Banco de México reducir el diferencial de tasas, aun en el caso de que la inflación empieza a disminuir rápidamente a principios del año entrante. No va ser un camino fácil para la Junta de Gobierno, por lo que el nuevo Gobernador estará en la mira de todos.
Una de las primeras áreas de oportunidad esta en las tan criticadas minutas de las reuniones de la Junta de Gobierno referente a la decisión de política monetaria. En especial, el FMI ha dicho que son excesivas, repetidas, aburridas y que no cumplen su acometido, ya que no ayudan a anticipar bien la dirección futura de la política monetaria. A pesar de que el Banco ha presumido su política de comunicación y transparencia, aparentemente existe amplio espacio para mejorar.
No obstante, el manejo adecuado de la política monetaria no es necesariamente el reto principal para el quien toma ahora el timón. Más bien va ser la consolidación de su liderazgo y el establecimiento de su autoridad, después de que dos grandes personajes ocuparon la silla principal. Tanto Guillermo Ortiz como Agustín Carstens eran economistas de mucha fama y reputación, de carácter fuerte y hasta cierto punto, autoritarios. Los dos eran conocidos por sus desplantes cuando alguien se les ponía enfrente. No les gustaba, ni toleraban mucho, discrepancias intelectuales y mucho menos, votos independientes. Sus grandes dones de liderazgo imponían respeto casi absoluto. El tema no es que le falta liderazgo a Díaz de León, sino más bien lo tiene que demostrar y ganar a pulso.
Donde más lo va a tener que manifestar es en la propia administración del Banco. Recordemos que, en los años anteriores, aumentó significativamente el número de funcionarios y hubo gastos superfluos y cuestionables. El nuevo gobernador tendrá que meter orden, más austeridad y ponerle más atención directa al buen manejo de la institución.
Finalmente, falta la designación del quinto miembro de la Junta. El presidente ha ganado fama en otorgar poca importancia a este tipo de puestos. Ojalá que ahora no sea el caso. También debemos recordar que el periodo de ocho años de Manuel Ramos Francia concluye el 31 de diciembre de 2018, al mes escaso de empezar el nuevo sexenio. El contar con una Junta completa es crucial para su buen funcionamiento y es señal de respeto institucional.