La Segunda Mitad de 2018

Después de meses de una campaña presidencial intensa, llena de acusaciones, difamaciones y contradicciones y con tres debates, finalmente tuvimos las elecciones. En sí, el resultado no fue una sorpresa ya que las encuestas proyectaban la victoria de AMLO desde el principio. No obstante, el aplastante margen, que lo han bautizado como un tsunami, fue inusitado. Ahora empezamos otra etapa de cinco meses en la cual tenemos un presidente electo y otro que ya es un “pato cojo”. Iniciamos una transición de gobierno en la cual ni uno ni otro tienen mucho poder, pero la economía sigue allí viva. ¿Qué podemos anticipar para el resto del año?

En el pasado, hemos visto casi siempre cierta aceleración en la actividad económica en la primera mitad del último año de cada sexenio, para después experimentar una desaceleración significativa en la segunda mitad. En principio, no tenemos por qué anticipar algo diferente. El primer trimestre ya mostró mucho vigor con una tasa de crecimiento de 1.1 por ciento. Fue el mejor comienzo de un año desde 2006 y el cuarto mejor trimestre de este sexenio. Hubo una mejoría en el consumo de los hogares y un brinco fuerte en el gasto público, no solo mediante el consumo de gobierno (que se anticipaba), sino también con un aumento marcado en la inversión pública. El único componente del PIB por el lado del gasto que mostró cierta desaceleración respecto al trimestre anterior fueron las exportaciones, sin embargo, aún así registraron un avance sólido de 2.5 por ciento. De mantenerse este ritmo de crecimiento, el PIB crecería 4.6 por ciento en el año.

No tenemos muchos datos del segundo trimestre, pero por lo menos hay evidencia de una desaceleración importante en abril. La inversión fija bruta disminuyó -1.3 por ciento en el mes respecto a marzo, mientras que el consumo de los hogares cayó -0.8 por ciento. Las exportaciones muestran una desaceleración continua en los cinco primeros meses del año, evidente en la tendencia-ciclo tanto de las exportaciones totales como en las manufactureras. Sin embargo, en esto último hay que tener cuidado, ya que las exportaciones de mercancías que reporta INEGI mes con mes son los dólares que recibimos por lo que exportamos, que no necesariamente va de la mano con el crecimiento de las exportaciones en las cuentas nacionales, es decir, en la contabilidad del PIB. Para esto último el INEGI tiene que convertir a pesos y deflactar (quitar el efecto de aumento de precios) para tratar de aproximar un concepto de volumen. También en las cuentas nacionales se incluyen servicios, mientras que la balanza comercial solo abarca mercancías. En muchas ocasiones, vemos un aumento (o disminución) en el monto de dólares que recibimos y una caída (incremento) en el volumen exportado. Dado que en el segundo trimestre hubo una depreciación de la moneda versus una apreciación en el primer trimestre, no queda nada claro cual será el volumen exportado ahora en comparación a los primeros tres meses. Aún así, es de esperar que el segundo trimestre no tenga el mismo crecimiento para el PIB que observamos en el primero.

El brincó notorio en el consumo de gobierno del primer trimestre se debe considerar como transitorio. En prácticamente todos los sexenios, se va una modificación en la calendarización del gasto público en el último año. Lo típico es que hay más gasto en la segunda mitad del año, pero en el último año se carga el gasto en el primer semestre ante los gastos relacionados con el proceso electoral. Ya para la segunda mitad del año, el gobierno no tiene recursos y como ya va de salida, hay una disminución notoria en su gasto. Este sexenio no tiene porque ser diferente. Al mismo tiempo, es altamente probable que la inversión privada muestre cautela ante el cambio de gobierno en espera de reglas nuevas al iniciar el siguiente sexenio. Este fenómeno fue muy notorio en 2012 y esperamos lo mismo ahora. Incluso, los planes de inversión enfrentan ahora mayor incertidumbre que antes, ya que permanece la inquietud alrededor del desenlace de las negociaciones del TLCAN. Por lo mismo, el crecimiento esperado del PIB para el año, que gira entre 2.2 y 2.4 por ciento, debe ser producto de un mejor desempeño en la primera mitad y una desaceleración en la segunda.

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