Escrito el 20 de enero de 2020.
En un par de semanas conoceremos la estimación oportuna del PIB para 2020, que se espera sea dentro de un rango de -8.6% a -9.0%. Después la caída espeluznante de -17.0% en el segundo trimestre del año, y pese al aumento de 12.1% en el tercero, la actividad económica aún está -6.9 % por debajo del observado en el primer trimestre del año, o bien, -8.9 % por debajo del primer trimestre de 2019, que fue el último pico que hemos observado. Esto significa que necesitamos crecer 7.4% para regresar al nivel registrado en el primer trimestre de este año, o bien 9.8% para volver a la cresta de principios de 2019. Sin embargo, los indicadores disponibles para el cuatro trimestre de este año señalan un crecimiento entre 2% y 3%, por lo que terminaremos el año significativamente por debajo de la actividad experimentado en 2019.
Las exportaciones, uno de los motores de crecimiento más importantes para el país en los últimos 25 años prácticamente ya se recuperó. La cantidad de dólares que recibimos por las exportaciones en noviembre ya rebasaron los del mismo mes del año pasado. Necesitamos que el volumen de exportaciones crezcan 2.8% o más en el cuarto trimestre para regresar un nuevo máximo histórico, algo que afortunadamente se ve altamente probable. El panorama en 2021 luce favorable ante la recuperación de la economía de Estados Unidos, un tipo de cambio más favorable y el nuevo tratado de libre comercio. Esto es algo muy positivo para la economía mexicana, porque en el pasado la actividad exportadora siempre ha impulsado a la economía interna. Sin embargo, no parece que será suficiente en 2021, ya que los rezagos presentados en los demás componentes del PIB por el lado del gasto se ven difíciles de remontar en el corto plazo.
El consumo de los hogares siempre ha jugado el papel del componente más estable. Sin embargo, su caída de -19.6% en el segunda trimestre fue lo que más contribuyó al desplome en el PIB en el periodo. Aunque empezó a recuperase en el tercer trimestre, todavía se ubica -11.0% por debajo de su nivel en el primer trimestre y necesita crecer 14.6% para regresar al pico observado en el tercer trimestre de 2019. La inversión privada disminuyó -33.1% en el segundo trimestre y a pesar de crecer en el tercero, todavía se encuentra -16.0% por debajo del primer trimestre y necesita crecer 32.6% para regresar al pico observado en el primer trimestre de 2018. Por último, aunque el gasto público (la suma del consumo de gobierno y la inversión pública) fue el componente del PIB por el lado del gasto que menos cayó en el segundo trimestre, no solo necesita crecer 5.2% para regresar a su nivel del segundo trimestre de 2018, sino que es el componente menos dinámico y que menos posibilidades tiene para una recuperación plena ante las restricciones fiscales que enfrenta.
Esto números señalan no solo la magnitud del esfuerzo que se necesita para concluir la fase de recuperación, sino subrayan el hecho de será un periodo frágil, difícil y prolongado. Si tomamos el consenso para el crecimiento económico de 2021 y en adelante que se divulgó en la última encuesta de expectativas del Banco de México de los especialistas en economía del sector privado, encontramos que estaríamos regresando al pico anterior del PIB (del primer trimestre de 2019) hasta el segundo trimestre de 2024, es decir, 16 trimestres después de haber iniciado la recuperación. Si comparamos este periodo de recuperación con las anteriores que hemos tenido, vemos que se asemeja más a la década pérdida de los ochenta (donde tardamos 23 trimestres en recuperar el terreno perdido), a diferencia de las crisis de la Gran Recesión y la tequilera, donde la fase fue de tan solo 6 trimestres.
Tenemos una estimación del crecimiento del PIB de los últimos 124 años, aunque hay que reconocer que todos los datos de hace más de cincuenta años son muy endebles. Aun así, esta recesión aparenta ser la más profunda desde la caída de 14.0% en 1932 en la Gran Depresión mundial. Suponiendo que los datos fueran confiables, la economía mexicana disminuyó 22.2% en los seis años de 1927 a 1932. Sin embargo, en los siguientes cuatro años, de 1933 a 1936, el PIB creció 39.0%, un promedio de 8.6% anual. Estos números sugieren que fue más profunda y prolongada la depresión de los treinta, sin embargo, su recuperación fue mucho más vigorosa que la que anticipamos ahora. Aunque esta comparación resulta interesante, no es muy confiable ante la dificultad de medir el PIB de aquel entonces. Por lo mismo, no podemos descartar que la recesión actual pudiera ser incluso más complicada que la peor que tenemos registrado en nuestra historia.
Aunque las series de los indicadores del mercado laboral no son muy largas, también hay evidencia contundente de que el desequilibrio que estamos observando es de los más difíciles que ha existido en la historia contemporánea de país. La tasa de desempleo extendido, que incluye las personas sin ocupación y disponibles para trabajar, pero que han sido reclasificadas fuera de la fuerza de trabajo tradicional (PEA), registró en abril el 33.8% de la fuerza de trabajo extendido (que incluye la fuerza laboral potencial en su denominador). Aunque ha disminuido notoriamente en los siete meses siguientes, aún en noviembre alcanzó 18.1%, un nivel muy por arriba de los picos anteriores registrados en 1995 y en 2009. Si incluimos a los subempleados en este cálculo para obtener la brecha laboral, la tasa alcanzó 52.9% en mayo. A pesar de la mejora observada en estos siete meses, en noviembre registró una tasa de 31.1%, lo que señala que 20.1 millones de mexicanos necesitan un trabajo de tiempo completo, ya sea que no tiene empleo o que trabajan menos horas a la semana con ingresos menores. Estas cifras del mercado laboral señalan que es una disminución significativa en el ingreso personal disponible de las familias, lo que está detrás de la caída brutal en el consumo de los hogares.
La lectura de la actividad económica indica que no solo tenemos una brecha de producto negativa sin precedente, sino que estará presente por un buen rato. Esto señala una ausencia total de presiones inflaciones por el lado de la demanda en el marco tradicional en el cual analizamos la política monetaria. No obstante, observamos una brecha positiva de inflación en el país, producto de las distorsiones que hemos padecido, tanto de oferta como de demanda. De igual manera, debemos estar atentos a la evolución de los precios relativos de la economía y a que no haya un desanclaje de las expectativas de inflación que pudiera generar presiones al alza en algunos precios. Todo lo anterior marca la importancia de realizar un análisis más exhaustivo de la inflación para entender a fondo su origen y las posibilidades de contenerla. Debemos recordar que una postura monetaria expansiva es eficaz para combatir presiones inflaciones que surgen de un exceso de demanda agregada, pero no tanto para corregir shocks de oferta. Aun así, debemos sopesar seriamente el tamaño, por ahora pequeña, de la brecha inflacionaria contra el tamaño sin precedente de la recesión.
En los dos últimos meses del año hemos presenciado una reducción importante en la inflación, junto con una apreciación significativa del peso y una percepción de riesgo en los mercados baja ya cercana a los niveles que existían antes del inicio de la pandemia. Al mismo tiempo, hemos visto que diez entidades federativas han regresado a semáforo rojo, mientras que los números de contagio y fallecimientos han aumentado notablemente. El recrudecimiento de la pandemia y la necesidad de volver a implementar medidas de confinamiento tuvieron su impacto en los indicadores de movilidad a partir de diciembre, a tal grado que se anticipa una tasa negativa para el IGAE en el mes y posiblemente para el primer trimestre de 2021. Estas condiciones abrieron una ventana de oportunidad importante para continuar reduciendo la tasa de política monetaria en el último trimestre del año, que desafortunadamente no fue aprovechado.
La decisión de política monetaria de febrero estará sujeta al desempeño de las cifras. Si en los primeros dos meses del año, se mantiene la inflación contenida cerca de su objetivo, continua el tipo de cambio apreciándose y no reaparece señales de mayor aversión al riesgo, posiblemente se presente de nuevo una oportunidad para ampliar la postura expansiva actual. Sin embargo, se avecina una burbuja en la inflación en abril, que de no cuidar pudiera ser mayor a lo anticipado y prolongase por más tiempo, no solo cerrando la ventana mencionada, sino evitando espacios para aplicar una postura más acomodaticia por un periodo prolongado. Para la decisión de política monetaria del 11 de febrero tenemos que evaluar si dicha ventana de oportunidad se mantiene abierta y nos permite dar el mayor apoyo monetario que la coyuntura económica demanda.