Tuve la oportunidad de asistir esta semana a varias reuniones de economistas que hacemos cada mes. Primero, a la comida de economistas que patrocina Banamex (desde principios de los 70), donde expuso Nydia Iglesias, la politóloga de casa, la situación política actual y las perspectivas del cambio de sexenio. Después al desayuno del Consejo Asesor Técnico del CEESP, donde invitaron a Jesús Silva Herzog Márquez para hablar sobre las perspectivas políticas de México. Finalmente, al Comité de Estudios Económicos del IMEF, con la asistencia de José Carreño, corresponsal en Estados Unidos de El Universal, para platicar sobre las elecciones de Estados Unidos y las perspectivas políticas de aquel país. Muchas ideas, muchas reflexiones, mucha perspicacia. Trataré de resumir en mis palabras lo más relevante, con un poco de añadido personal. Aunque muchas de las ideas que aquí presentó no son mías, la interpretación sí lo es.
Las expectativas del sexenio de EPN son interesantes, ya que reaparece la promesa de que algunas de las famosas reformas se puedan aprobar y que México podrá crecer mucho más que el promedio decepcionante de los dos sexenios anteriores. Sin embargo, están más atenuadas que las que existían al inicio del sexenio de Fox, donde existía una gran esperanza por el cambio y la llegada de la democracia. Fox también prometió reformas, pero sufrió la disfuncionalidad de un nuevo sistema político y la llegada de la recesión norteamericana al inicio de su sexenio, para registrar un sexenio de bajo crecimiento y casi nula reformas.
Las expectativas al inicio de la administración de Calderón fueron más complicadas por el cerrazón de las elecciones. Tampoco logró reformas relevantes, sufrió una recesión norteamericana todavía peor y se entabló en una gran guerra contra los carteles de droga que generó una violencia en el país que será siempre el primer recuerdo de su sexenio. Al final de cuentas, terminó con un crecimiento promedio todavía por debajo de su antecesor.
Tanto Calderón como EPN empiezan sus sexenios con mucho ruido político, semejante al de Salinas después de las elecciones de 1988. Salinas resolvió esos primeros problemas con firmeza, acciones contundentes y promesas de mejoría. Calderón simplemente dejó que AMLO mismo se autodestruyera y buscó arrancar con la inercia de un sistema político sin mayor definición. La renuncia de AMLO al PRD y una aparente división de la izquierda ahora promete despejar el camino a EPN.
La oposición y los medios han subrayado las debilidades de EPN; es mal orador, no lee mucho, no tiene un nivel cultural muy amplio y no es de grandes ideas. Sin embargo, así empezó Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos y muchos (yo no) lo consideran como uno de los mejores lideres que ha tenido ese país. Pero prácticamente nadie ha buscado anticipar lo que pueden ser las cualidades de EPN y lo que deberíamos esperar de él como presidente.
Lejos de un afán de defender a EPN, Silva Herzog buscó describir a EPN como líder y así tratar de vislumbrar cómo será el próximo sexenio. De entrada, la característica número uno de EPN es que es una persona sumamente disciplinado. Ha resistido múltiples ataques y agresiones, tanto de adentro de su partido como por fuera. Esto lo ha convertido en un sobreviviente; hay que recordar que empezó a ser considerado como el máximo contendiente del PRI para la presidencia prácticamente desde el inicio de su periodo como gobernador. Como consecuencia, enfrentó más críticas, emboscadas y embestidas que cualquier otro. A lo largo del camino, no cometió el error de responder o de entablarse en una discusión sin salida.
Siempre trató de ser pragmático y flexible, nunca un dogmático. Está acostumbrado a tomar los ataques de la oposición como críticas constructivas y convertirlas en políticas propias. Por ejemplo, los tres pilares de su visión actual provienen de temas que los demás partidos usaban en su contra: corrupción, transparencia y la relación con medios. EPN siempre ha mostrado ser adaptable y político de consenso, incluso a tal grado de parecer a veces algo gelatinoso (que también pudiera ser un rasgo negativo).
Se ha manejado con mucha frialdad político. Si algo o alguien no funciona, o lo ve como posible amenaza, no duda en accionar, en reemplazar o cambiar de política. Busca no defender lo indefendible, aunque a veces sí ha cometido el error (como en el caso Montiel) de hacerlo. Esto nos lleva a pensar que buscará armar un gabinete funcional, opuesto al estilo Montessori de Fox y alejado del de Calderón de permitir acceso sólo a sus muy allegados. Seguramente, persona que no entiende o que no funciona será removida rápidamente.
En resumen, EPN busca ser un político prudente, moderno y responsable. La gran duda es que operará dentro del PRI, que es conocido como una gran confederación de intereses, por lo que habría que preguntar qué entenderá como responsable. ¿Buscará consensos dentro de su partido o más a nivel nacional? ¿Protegerá intereses o accederá a los reclamos unánimes de combatir monopolios?
EPN enfrenta grandes retos en su sexenio pero también grandes oportunidades. El regreso del PRI es un trauma para un segmento importante del país. Nos han dicho que regresa un nuevo PRI, moderno, innovador, que ha aprendido del pasado. EPN tiene no sólo el reto de probar que su partido ha cambiado y está comprometido con la nación, sino también una gran oportunidad para definir la nueva democracia mexicana y hacer que funciona. Sabe bien que si no demuestra que el PRI dejó atrás el autoritarismo y que puede operar dentro de las nuevas reglas de la democracia, cimentará las bases para una segura derrota de su partido en 2018. Sabe bien que uno de sus mayores retos es terminar su sexenio con mayor crecimiento, más empleos y bienestar para la mayoría.
Todavía no conocemos al verdadero EPN, pero por lo menos vemos que los incentivos están bien alineados como para tener buenas expectativas. Por lo pronto, no nos queda otra más que esperar a ver.
Wow! con lo que dice José Carreño, es que simplemente no se ha sentado a ver la otra cara de la moneda, y mucho menos del porque el ruido político. Éste cual no es solo contra EPN, sino contra todo el aparato que representa el partido. Así que. efectivamente deberá evitar a toda costa el autoritarismo, por que sino, le caerá el pueblo encima y los narcotraficantes también (económico y social)