Hace unos días leí un artículo aquí en Arena Pública que argumentaba que la industria mexicana estaba en recesión exclusivamente por la transición política y que “la debilidad económica mexicana poco tiene que ver con la economía estadounidense”. Me sorprendió la ingenuidad del autor, ya que las exportaciones no petroleras son el motor principal de crecimiento del país, mientras que el gasto público siempre ha carecido de un efecto multiplicador importante. En otras palabras, cunado las exportaciones crecen poco, la economía interna pierde su dinamismo; en cambio, el crecimiento del gasto público tiene una muy baja correlación con el crecimiento del PIB. El mejor ejemplo lo vimos en 2009 cuando la economía se desplomó 4.7 por ciento como consecuencia de la caída en las exportaciones, a pesar del incremento en el gasto público.
El consenso sobre por qué se desaceleró la economía mexicana en 2013 es por un conjunto de factores, tanto externos como internos. Uno de estos es el ciclo político sexenal, pero está lejos de ser el único. Incluso, el gobierno terminó el año con un mayor gasto real respecto a 2012 y un déficit de 2.3 por ciento del PIB (comparado con el presupuesto original 2.0 por ciento). En cambio, las exportaciones, medidas en pesos reales, mostraron tasas negativas a partir del último trimestre de 2012.
El crecimiento del PIB de Estados Unidos se desaceleró de 2.8 por ciento en 2012 a 1.9 por ciento en 2013. Lo mismo sucedió con su producción manufacturera, que después de crecer 3.9 por ciento en 2012, solo avanzó 2.2 por ciento el año pasado. La menor demanda tuvo un impacto significativo en el crecimiento de nuestras exportaciones manufactureras, que en 2013 crecieron la mitad de lo que avanzaron en 2012. Sin lugar a dudas, la desaceleración de nuestro principal motor de crecimiento contribuyó significativamente al estancamiento de la economía mexicana. Decir lo contrario, es no entender el funcionamiento de la economía mexicana.