La Copa Mundial empieza mañana y Brasil está en la mira de todo el mundo. Su equipo es por mucho el favorito, pues no solamente tiene a Neymar da Silva Santos y un muy buen equipo, sino la indiscutible ventaja de jugar en casa. En cambio, México tiene prácticamente nulas posibilidades de ganar el campeonato y una batalla cuesta arriba simplemente para llegar al cuarto partido. Sin embargo, en medio de esta gran fiesta de futbol, llama la atención el caos que parece reinar en el país ante la multitud de protestas, huelgas y manifestaciones. De no resolverse rápidamente, estamos enfrentando la posibilidad de observar una Copa muy accidentada.
El problema central es que una buena parte de la población no estuvo de acuerdo con el gasto exorbitante que realizó el gobierno de Dilma Rousseff en los preparativos, especialmente cuando la economía está estancada y existen muchas carencias por otros lados. También los sindicatos han aprovechado la situación política para chantajear al gobierno ante la posibilidad de que se paralice el transporte durante el Mundial. Pero no solo enfrenta Dilma la urgencia de resolver el problema inmediato, sino que también ha disminuido sustancialmente su popularidad faltando ya menos de cuatro meses para las elecciones presidenciales. Aunque todavía lleva la delantera sobre el Senador Aécio Neves y el ex gobernador Eduardo Campos, ha perdido más de diez puntos porcentuales en las encuestas desde febrero.
El pobre desempeño del PIB en el primer trimestre prácticamente eliminó el poco optimismo que quedaba para el crecimiento de 2014. Las últimas encuestas señalan que Brasil no llegará ni siquiera al 2 por ciento este año. Por el lado de la oferta no hay indicios de una posible mejora en la producción industrial, mientras que por el lado de la demanda permanecen estancados el consumo de los hogares y las inversiones. En adición al anémico comportamiento de la economía, el Banco Central sostiene una tasa de interés real elevada para tratar de cumplir con su objetivo de inflación.
Ante esta coyuntura, llama la atención las declaraciones del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que descalificó a los que han criticado a Brasil y dicho que México ha lo desbancado como la promesa futura de América Latina. Lula dijo que después de revisar los fundamentos económicos mexicanos, encontró que todo es peor que en Brasil. Para ejemplificar la lentitud de México, dijo que la reforma energética mexicana fue algo que se hizo con Petrobras hace 20 años y que no hay ningún indicador comparable a los brasileños.
Al ser por mucho los dos países más grandes de América Latina, siempre se están comparado. Por un lado, las dos economías se han caracterizado por tener una tasa promedio de crecimiento muy bajo en los últimos treinta años, mientras que por otro lado, han ofrecido promesas similares de que en algún momento podrán despegar. En principio, Brasil aparentemente ha registrado una tasa de crecimiento económico ligeramente superior al que ha presentado México. Sin embargo, en materia de estabilidad económica, México ha mostrado mejores calificaciones que Brasil. Brasil gana en recepción de inversión extranjera directa, mientras que México sale adelante en materia de finanzas y deuda pública.
Es aquí donde resulta interesante la tesis que acaba de presentar Juan Mendoza en el ITAM sobre una evaluación diferente de la trayectoria de crecimiento económico de México y Brasil. Se utilizó una metodología desarrollada por Vernon Henderson para medir el crecimiento mediante el empleo de imágenes satelitales para ver la intensidad de las luces de los distintos países en el tiempo. La hipótesis central es que hay una relación constante entre la intensidad de las luces visto desde el espacio y el crecimiento económico. Sin entrar en detalle en cómo se desarrolló el estudio, las conclusiones principales fueron que mientras existe una probable subestimación en el crecimiento económico de México entre 1992 y 2008 de 0.43 por ciento promedio anual, existe una supuesta sobreestimación para Brasil en el mismo periodo de 0.99 por ciento. El estudio encontró que el crecimiento reportado de 2.69 por ciento por el INEGI para México debería haber sido 3.12 por ciento y en Brasil, en vez de 3.26 por ciento de crecimiento oficial, realmente se registró 2.27 por ciento. De ser cierto, la escasa ventaja que nos llevaba Brasil en el desempeño económico en las últimas décadas se convierte en una pequeña desventaja.
Al final de cuentas, lo más seguro es que Brasil nos ganará el partido el próximo martes 17 de junio. Bien por ellos.
Pronóstico:
México 2 Brasil 1