A partir del primer trimestre de 2010, México creció en promedio 4.1% anualizado con respecto al trimestre anterior por diez trimestres consecutivos. No obstante, a partir de mediados del año pasado, el promedio se redujo a 2.0% durante los últimos tres trimestres. Queda claro que el factor principal fue la desaceleración de las exportaciones no petroleras, más como consecuencia del agotamiento de factores temporales que impulsaron su crecimiento que por un cambio en la demanda externa. Sin embargo, también hubo otros factores que contribuyeron a la desaceleración.
Uno fue una disminución significativa en la inversión en construcción, como consecuencia de cambios en las leyes y regulaciones en el último año del sexenio de Calderón. Parece ser que hubo cambios en las reglas para las instituciones financieras, como las Sofoles que apoyaban la construcción de vivienda de interés social y residencia media, a tal grado que quedaron suspendidos una gran cantidad de proyectos. Como ya se venía el fin del sexenio, no hubo una definición propia por parte de la administración saliente; pero igual el gobierno nuevo no parece haber aportado a la solución. En adición a los proyectos privados, la situación del sector se ha complicado con atrasos en las obras de ingeniería civil y pesadas, típicamente asociadas con la inversión pública. Independientemente del tipo de construcción, todos los segmentos muestran una clara tendencia negativa que empezó a mediados de 2012 y sigue a la fecha.
Pero el factor más controversial ha sido el gasto público. Aunque siempre existe una desaceleración en el gasto a principios de cada sexenio, en esta ocasión hubo una disminución significativa, mucho más profundo en comparación a cualquier otro cambio de gobierno. Un estudio del CEESP señala que en los primeros cuatro meses del año hubo un subejercicio del gasto por 80 mil millones de pesos, cantidad que pudiera explicar cerca de medio punto del PIB. Pero más que el monto en sí, lo grave es que esta decisión del gobierno coincide con el estancamiento de la actividad económica, por lo que actúa como una política procíclica, es decir, contribuye a frenar la marcha de la economía en un momento crítico.
En principio, pudiéramos pensar que lo que no gastó el gobierno en la primera mitad del año, lo pudiera hacer en la segunda mitad. Si el mayor gasto coincide con una mejora en la economía de Estados Unidos, pudiéramos ver una reactivación de la economía. Si además se aprueba la reforma fiscal, posiblemente estaremos viendo un nuevo auge.
El problema es que así no se suman los números. El gasto público no se suma directamente al PIB, ya que el PIB es un concepto de valor agregado y no de valor bruto. Si tratamos de correlacionar el gasto reportado cada trimestre en los reportes de finanzas públicas de SHCP con el gasto que reporta el INEGI en cuentas nacionales, encontraremos muchas sorpresas. El cálculo del PIB involucra la estimación del valor bruto de la producción y el consumo intermedio; lo que se agrega al PIB es la diferencia entre ambos conceptos. El cómo se aplica esto al gasto público es un verdadero misterio. En el pasado hemos tenido trimestres con crecimiento en el gasto público a nivel de cuentas nacionales y con disminuciones reportados en el reporte de finanzas públicas (y viceversa). Esta contabilidad cruzada es una verdadera caja negra.
También tenemos que tomar en cuenta el financiamiento del gasto, ya que los impuestos también se tienen que restar. En principio, si el gobierno le quita dinero a las empresas y a los hogares para gastar, no queda claro si el PIB debe subir o bajar. ¿La reforma fiscal tendrá un efecto positivo o negativo sobre la actividad económica? ¿Tendrá mayor impacto negativo un aumento en los impuestos directos que los indirectos? Algunas personas argumentarían que el sector público es mucho menos eficiente, ya que desperdicia el dinero en burocracia y corrupción. Si este es el caso el gasto público tiene un multiplicador menor a uno y la reforma fiscal ayudará a frenar el crecimiento del PIB.
Hoy mismo (miércoles 19) reportará el INEGI la oferta y demanda global de bienes y servicios, que nos va mostrar el desglose del PIB entre consumo privado, gasto de gobierno, inversión y exportaciones netas al primer trimestre. Al analizar estos datos vamos a saber exactamente qué elementos explicaron el raquítico crecimiento del periodo y en qué proporciones. En principio, deberíamos esperar que el gobierno tuviera un impacto negativo ante la retracción del gasto.