Poco tiempo después de las elecciones del año pasado, empezaron a aparecer notas con sesgo favorable en los medios extranjeros sobre México. La aprobación de la reforma laboral y la firma del Pacto por México, ayudó a enfocar la vista sobre las posibilidades de crecimiento del país mediante reformas estructurales en vez de los temas del sexenio pasado de violencia, falta de gobernabilidad y una democracia disfuncional. Al iniciar el sexenio aparecieron más y más, que fueron colocando a México por encima de Brasil y los BRICs como uno de los países con más futuro. Publicaciones de mucho prestigio como “The Financial Times”, “The Economist”, “The New York Times” y varios más, no sólo escribieron artículos favorables, sino que en varias ocasiones hasta exageradas.
La economía mexicana tuvo una recuperación sólida de la gran recesión de 2008-2009. En los tres años subsecuentes crecimos a una tasa promedio de 4.3%, motivado por el crecimiento acelerado de las exportaciones no petroleras. En primera instancia, nos vimos favorecido por los cambios estructurales en la industria automotriz en la región que hizo que las exportaciones automotrices duplicaran el nivel que tenían hace diez años. Al mismo tiempo, empezamos a recuperar terreno que habíamos perdido con anterioridad ante China, ya que la brecha de los costos laborales unitarios entre ambos países se fue reduciendo. Finalmente, la depreciación del peso mexicano en 2008 y 2011 nos dio una ventaja competitiva significativa.
De una forma u otra, todo iba muy bien hasta mediados del año pasado. No obstante, a partir del tercer trimestre la actividad económica empezó a desacelerarse. Después de crecer 4.7% en la primera mitad del año, el PIB aumentó sólo 3.2% en la segunda mitad. La pregunta que nos hacíamos al inicio del sexenio era si el fenómeno era simplemente pasajero o si nos enfrentábamos a algo más serio y duradero. Desde que empezamos a recibir noticias de los primeros meses del año, nos fuimos dando cuenta que la desaceleración continuaba pero realmente sin percatar qué tan serio era.
Ahora este viernes el INEGI nos informará cuánto fue el crecimiento del PIB del primer trimestre y se anticipan números muy malos. La expectativa de crecimiento para este periodo es de una tasa anual menor a 1% con la posibilidad de que sea más cercana a cero que al 1%. Pero ya sabemos que la interpretación de la tasa anual de este trimestre se complica mucho por los efectos de calendario, por lo que se recomienda concentrarse en la tasa del trimestre respecto al inmediato anterior a partir de la serie desestacionalizada y corregida por los efectos de calendario. Sin embargo, aun con estas consideraciones anticipamos la tasa más baja desde la primera mitad de 2009, es decir, el peor desempeño de los últimos 15 o 16 trimestres.
La expectativa es de una tasa muy cercana a cero, con ligera posibilidad de que pudiera ser hasta negativa. ¿De qué dependerá? Ya sabemos que las actividades secundarias tuvieron un desempeño negativo, mientras que se estima las terciarias crecieron a una tasa muy baja. La clave va estar en las actividades primarias (influido por las sequías) y la intermediación financiera imputada (que es el equivalente a errores y omisiones).
Inmediatamente surge la pregunta ¿por qué se ha estancado la actividad económica? En principio son tres factores claves que han influido en la marcha de la economía: el agotamiento de factores transitorios positivos, el débil entorno externo y el cambio sexenal. Tuvimos impulsos significativos en las exportaciones en los últimos años a pesar de la recesión europea y el poco crecimiento en Estados Unidos, gracias a cambios estructurales en la industria automotriz y a modificaciones en las ventajas comparativas de China. Sin embargo, fueron de una vez por todas por lo que difícilmente pueden soportar un crecimiento acelerado por un tiempo sostenido. Ahora el ritmo de las exportaciones está en función del crecimiento de la demanda externa, sin el impulso anterior. A esto último, debemos considerar que las exportaciones automotrices a Argentina y Brasil se cayeron ante las restricciones impuestas por ambos países.
El cambio sexenal ha tenido efectos de freno sobre la actividad económica al ver una disminución significativa en la obra pública y en la construcción de vivienda. Ante la desaceleración de las exportaciones, también estamos viendo menos dinamismo en las actividades terciarias. Los primeros indicadores que tenemos de abril es que sigue la misma tendencia. ¿Cuándo tocaremos fondo?