El Banco de México anunció el viernes, 31 de octubre, su decisión de política monetaria. Tal como se esperaba, se mantuvo sin cambios la tasa de política monetaria. Si nos referimos a la Encuesta Quincenal de Expectativas de Banamex, en la cual participan alrededor de 25 instituciones financieras con injerencia en el mercado de dinero, observamos que ha existido una opinión unánime a partir de la encuesta del 20 de junio, de que las autoridades monetarias mantendrán su tasa sin cambios por el resto del año. A pesar de la sorpresiva reducción de 50 puntos base en el objetivo de la tasa de fondeo interbancario el pasado 6 de junio, todos los analistas mantuvieron la credibilidad en lo dicho de que no habría más cambios en el resto del año. La expectativa en torno a este anuncio no giraba alrededor de un posible cambio en la tasa, sino más bien en los mensajes explícitos e implícitos (entre líneas) en el contenido del comunicado.
Algunos analistas anticipaban un tono un poco más “dovish” en comparación al anuncio anterior, en reconocimiento de una moderación en el desempeño económico de los últimos meses. Dicho y hecho, la Junta de Gobierno subrayó la desaceleración al admitir que la actividad económica parece haber mostrado una «moderada” recuperación, en contraste con el comunicado anterior que decía recuperación “importante» en el tercer trimestre. No obstante, el cambio de adjetivo para la recuperación no fue suficiente como para modificar su balance de riesgos para la actividad económica.
Lo que sí sorprendió fue la introducción de un factor de riesgo adicional para el crecimiento económico. El comunicado concedió que pudiéramos enfrentar una economía menos dinámica ante la posibilidad de que los recientes acontecimientos sociales afectaran las expectativas. Lo sorprendente no fue la consideración de este factor en sí, sino más bien la admisión explícita de una situación política/social potencialmente explosiva. ¿Cómo deberíamos interpretar este hecho? Más que una sobrerreacción a un elemento obvio (pues lo hemos atestiguado), deberíamos verlo como un signo de madurez de la estabilidad macroeconómica del país. En el pasado, una declaración similar hubiera causado una masiva salida de capitales y una segura devaluación.
Aunado a lo anterior, el comunicado incorporó más factores a considerar en el balance de riesgos de la inflación, pero sin inclinar más a un lado o al otro. Por el lado negativo, existe el riesgo de mayores presiones inflacionarias por una mayor depreciación y posibles aumentos en los salarios mínimos, mientras que por el lado positivo, se mencionó la posibilidad de menores precios en los servicios de telecomunicaciones y la posibilidad de que la brecha de producto negativa pudiera neutralizar intenciones de subir precios. Finalmente, se volvió a enfatizar los riesgos de una mayor volatilidad en las variables financieras ante la incertidumbre de los movimientos en las políticas monetarias de los países avanzados (léase Estados Unidos).
En sí, podemos decir que el anuncio fue exactamente lo que anticipábamos, mientras que los cambios de énfasis en el comunicado fueron más o menos previstos. Si bien el IGAE de agosto sorprendió a la baja, en especial el comportamiento de las actividades terciarias, no necesariamente significa cambio de tendencia. Debemos recordar que existe una varianza significativa en la actividad económica, que hace que experimentemos alzas y bajas a lo largo de una tendencia positiva, por lo que no debemos sobrerreacionar a un solo mes más débil que lo esperado.
El problema actual es que por más débil que se presenta el entorno económico externo y la fragilidad de la recuperación interna, enfrentamos cierta incertidumbre ante la finalización del “QE” de la Reserva Federal y las acciones futuras que tomará la política monetaria de Estados Unidos. Debemos estar conscientes de la cantidad exorbitante de bonos mexicanos en poder de fondos extranjeros, que en un momento dado pudiera causar mucha volatilidad en los mercados financieros y la necesidad de subir tasas para minimizar las salidas. En este sentido, queda claro que el siguiente movimiento en la tasa de política monetaria del Banco de México será en acorde a las acciones de la Reserva Federal. Ni antes ni después.