Si le preguntáramos a una persona, cuánto estimaría que fuera la inflación en un país en el cual la cantidad de billetes y moneda en circulación ha aumentado más de 21 por ciento y el tipo de cambio se ha depreciado casi 26 por ciento en el último año, es muy probable que nos contestaría que mucho más de 20 por ciento. Si después le dijéramos que así son los datos en México, pero la inflación en los últimos doce meses no llega ni a 3 por ciento, es seguro que no nos va a creer.
La inflación se define como un aumento generalizado y sostenido en los precios, lo cual significa que si solo suben algunos precios y no todos (ya no es generalizado), o bien no suben los precios en forma constante (los aumentos no son sostenidos), no estamos en frente de una situación inflacionaria. Los precios interactúan todo el tiempo mediante cambios en la oferta y la demanda en todos los mercados. Cuando algunos suben y otros no, o bien, incluso unos bajan, es un fenómeno de acomodo en precios relativos. Esto último no solamente es normal, sino deseado, ya que queremos que los precios sean señales de la relativa escasez o abundancia de cada mercancía y servicio. De esta forma el sistema económico realiza una asignación eficiente de los recursos en la economía. Sin embargo, cuando prácticamente todos los precios suben todo el tiempo (inflación), se distorsiona la asignación de recursos, existe una pérdida de poder adquisitivo, causa mucha incertidumbre que perjudica la toma de decisiones y se crean desequilibrios en muchos mercados, que en el extremo pueden causar problemas muy profundos y difíciles de corregir.
Pero, ¿qué causa una inflación? Existen varios factores. Uno de los principales es un exceso de demanda agregada con respecto a la oferta agregada. Esto ocurre cuando una economía utiliza casi la totalidad de su capacidad productiva, es decir, no hay capacidad ociosa. Algunos se refieren a esta situación como a un sobrecalentamiento de la economía. En esta situación, los precios suben para tratar de igualar la oferta agregada a su demanda. Para tal efecto, existe un concepto (no directamente observable) que llamamos el PIB potencial, que es el máximo crecimiento que puede tener una economía sin ejercer presiones inflacionarias. Si el PIB crece a un ritmo mayor al PIB potencial, decimos que existe una brecha (positiva) del producto, que es consistente con una situación que ejerce presiones inflacionarias.
Otro factor es el tipo de cambio. Si la moneda se deprecie constantemente (aumenta el tipo de cambio), los precios de todos los bienes y servicios importados también van a incrementarse. Sin embargo, no siempre estos aumentos se traspasan al consumidor, ya que puede ser que los productores deciden sacrificar parte de sus márgenes para asegurar sus ventas. También cuando el régimen cambiario es de flotación, un aumento en el tipo de cambio no necesariamente es permanente, sino simplemente parte de su volatilidad inherente. Esto lleva a muchos empresarios a mantener constante sus precios en pesos a pesar de una volatilidad en dólares. Cuando existe un proceso de inflación mayor, es más común el traspaso a los precios de los consumidores, al igual cuando existe un régimen de cambio fijo. En cambio, con flexibilidad y ante la existencia de una brecha de producto negativa, el traspaso siempre será mucho menor.
Un tercer factor es un exceso de dinero en la economía. Si hay una cantidad creciente de billetes correteando al mismo número de bienes, el ajuste se realiza vía precios. Sin embargo, cuando la cantidad mayor de dinero es demandada por el público, no existe un exceso de billetes y los precios no tienen porque subir.
¿Qué pasa actualmente en el país? El público demanda más billetes para enfrentar la reforma hacendaria y las medidas de fiscalización de las autoridades, por lo que el Banco Central no está imprimiendo billetes sin una contraparte de demanda. En otras palabras, Banxico acomoda la oferta a la demanda. El incremento en billetes tampoco causa un aumento en las transacciones, ya que la disminuido el uso de otros medios de pago, como tarjetas de crédito y transferencias electrónicas. Existe una brecha negativa de producto (crecemos muy poco), lo que ha frenado el traspaso de la depreciación cambiaria a los precios de los consumidores. Algunos precios claves (como la gasolina, las tarifas eléctricas y el servicio telefónico) han disminuido, lo que ha ayudado a contrarrestar aumentos en otros precios.
No significa que estamos exentos a que eventualmente la depreciación cambiaria ejerce presiones inflacionarias. Sin embargo, mientras perdure la brecha negativa, es muy probable que no veamos un incremento significativo en la inflación.