El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de actualizar su documento semestral de las perspectivas de la economía mundial, conocido como el WEO (World Economic Outlook). El titulo de su publicación es “Se atenúa la demanda y se empañan las perspectivas”. A comparación con los números que tenía en octubre, las proyecciones de crecimiento mundial se revisan a la baja (por 0.2 puntos porcentuales) en 2016 y 2017, fundamentalmente por una mayor debilidad prevista en las economías emergentes. La buena noticia es que todavía se espera mayor crecimiento en 2016 (3.4 por ciento) que en 2015 (3.1 por ciento) en la ponderación global. Sin embargo, el crecimiento de los países emergentes en 2015 fue el más bajo desde la gran recesión de 2008-2009. La mala noticia es que el comportamiento de las economías emergentes se ve muy variado y enfrenta muchos retos, a tal grado que es posible que no superemos el crecimiento observado el año pasado.
El FMI estima que el crecimiento del PIB de México en 2015 fue 2.5 por ciento, que coincide con los consensos de la mayoría de las encuestas de expectativas. Sin embargo, para este año anticipa un avance de 2.6 por ciento, por debajo de la opinión generalizada de 2.8 por ciento en las encuestas. En otras palabras, espera que el crecimiento en 2016 será prácticamente igual a la observada en 2015, a pesar de nuestras reformas estructurales y la estabilidad macroeconómica que presumimos.
Si la economía mexicana crece más ahora, será porque se sostendrá el consumo privado, mejorará la inversión privada y aumentarán las exportaciones. Lo que limitará el crecimiento es el gasto público, que enfrenta el reto de la consolidación fiscal, y posiblemente la política monetaria, que afronta el desafío del repliegue paulatino de la política en Estados Unidos. Sin embargo, el riesgo más grande que tenemos es precisamente el panorama mundial, que dicta no solamente la demanda de nuestras exportaciones, sino también la valoración de peso y las presiones inflacionarias. Dentro de éste entorno, la salud de la economía de Estados Unidos es esencial, en especial, la expansión de su sector manufacturero.
Resulta interesante que el FMI ve que los riesgos principales que enfrentan las economías emergentes en general (y México en lo particular), son las mismas del año pasado: 1) la desaceleración económica y las desequilibrios desconocidos de China, 2) la caída de los precios de los commodities, en especial del petróleo crudo, y 3) los cambios, aunque paulatinos, en la postura monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos. Si no se manejan estas tres transiciones críticas de manera adecuada, el FMI advierte que el crecimiento mundial podría descarrilarse.
El primer riesgo es posiblemente el más inquietante, ya que es el más difícil de entender. China acaba de informar que su economía creció 6.9 por ciento el año pasado, ligeramente menos que el 7.3 por ciento reportado para 2014. Sin embargo, como bien apunta The Economist, la caída pronunciada de su mercado bursátil, el colapso global en los precios de los commodities y la presión creciente sobre el renminbi, hacen pensar que la realidad no es tan buena. Las dos preocupaciones principales son que el crecimiento económico es mucho menor a lo que dice el gobierno y que lo peor todavía está por venir. Todos acuerdan que la brecha entre los datos oficiales de la economía china y las percepciones del mercado se han acentuado y es un abismo. El problema es que desconocemos la extensión de sus desequilibrios y sus posibles consecuencias.
El segundo, la caída en los precios de los commodities, está muy relacionado con el primero: menos demanda proveniente de China ha contribuido a la baja en los precios. Sin embargo, también existe una sobreoferta, que empezó con los avances tecnológicos en Estados Unidos (gas pizarra) y ahora se complica con el regreso iraní al mercado petrolero. No se prevé el final de este ciclo en el corto plazo, por lo menos no éste año.
Finalmente, seguimos enfrentados a la política monetaria de la Reserva Federal. Nos habían dicho que habría un regreso a la normalidad en el momento en que empezara a aumentar su tasa. Sin embargo, el momento ya paso y nuestra moneda sigue depreciándose. La incertidumbre se mantiene y el tipo de cambio lo refleja. Tampoco se espera que esta situación cambiara pronto.
¿Ahora qué podemos esperar? Ante las últimas cifras económicas, más revisiones a la baja en las expectativas de crecimiento, más cambios al alza en la proyección del tipo de cambio y más modificaciones hacia una inflación esperada mayor.