El Banco de México anunció que en la semana que terminó el 30 de mayo, la base monetaria aumentó 14.1 por ciento respecto a la misma fecha del año pasado. Aunque el comunicado dice que se estima que su comportamiento sea congruente con el patrón estacional de la demanda por base monetaria, llama la atención que el crecimiento sea significativamente superior al crecimiento del PIB nominal, que en el primer trimestre creció 5.1 por ciento. En una economía sana, la velocidad de circulación del dinero es relativamente estable, lo que significa que el crecimiento de la base monetaria se ubica cerca del de la producción real total de la economía multiplicado por el nivel de precios (equivalente al PIB nominal). Sin embargo, como la base crece mucho más que el PIB, algo inadvertido sucede.
Suele suceder que aumenta la velocidad de circulación del dinero cuando la economía pasa por un proceso inflacionario. La velocidad está inversamente relacionada con la demanda de dinero. Si existe mucha inflación, preferimos mantener saldos monetarios menores, ya que aumenta su costo de oportunidad al mantener un activo financiero en forma líquido, que no percibe interés. Si graficáramos la relación de la base monetaria al PIB nominal en las últimas cinco décadas, encontramos primero cierta estabilidad en la década de los sesenta, que se ve interrumpida en 1976 y 1982, años de devaluaciones. A partir de la década de los 80, con la existencia de una inflación persistente, disminuye esta relación que refleja la demanda por saldos monetarios de forma significativa. A partir del comienzo de este siglo, ya con una inflación mucho más baja, vemos su recuperación.
Este comportamiento es lógico, pues el valor del dinero se pierde muy rápido cuando hay más inflación, por lo que la gente no está dispuesta a mantener saldos en efectivo. En cambio, en un escenario de estabilidad de precios, el costo deja de ser elevado, aumenta la demanda y disminuye la velocidad de circulación. Esto refleja una doble causalidad entre la base y la inflación: en el largo plazo, aumentos no deseados de la base monetaria repercuten en la inflación, mientras que un incremento en la inflación reduce la demanda por saldos monetarios. Esto sucede porque el dinero no es tan solo un medio de cambio para realizar transacciones, sino también funciona como reserva de valor.
Pero si regresamos a la gráfica, encontramos que en los últimos diez años, no solo se recuperó la demanda por dinero, sino que continúa creciendo, incluso mucho más allá de lo que sería normal para una economía estable. En el primer trimestre de 2014, la relación de la base monetaria al PIB nominal registró un máximo histórico de 5.3% y sigue creciendo. ¿Por qué? ¿Qué ocurre en la economía mexicana que la gente quiere y utiliza cada vez más y más dinero?
La primera y más obvia respuesta la encontramos en la economía informal. La cantidad de transacciones que se realizan a diario en nuestra economía es mucho mayor a lo registrado en las cuentas nacionales. Los incentivos para operar en la informalidad no solo han ido creciendo en forma constante en la última década, sino que las políticas del gobierno los han intensificado mediante medidas que cada vez hacen menos atractivo operar en la formalidad. Las últimas reformas han motivado a mucha gente a dejar de utilizar los bancos, las tarjetas y demás instrumentos que los fiscalizan, ya que no pueden sobrevivir con tantos impuestos, pagos, derechos, aprovechamientos y abusos burocráticos.
Estudios revelan que la economía informal es mucho menos productivo que la formal. En la medida en que el gobierno sigue apoyando la informalidad y combatiendo la formalidad mediante reformas fiscales y medidas como los subsidios de desempleo y el [seguro] popular, tendremos menos crecimiento económico. Peor aún, el gobierno está empeñado en fortalecer los segmentos de la economía corporativista y oligopólico, que menos funciona y más obstáculos representa para el resto de la sociedad. Aunado a todo esto, seguimos observando aumentos en la delincuencia y la inseguridad pública.