La economía mexicana logró crecer 4.3 por ciento anual en los últimos tres años, cerca de lo doble de lo que había crecido en las tres décadas anteriores. El mejor comportamiento se debió, en una primera instancia, a un efecto rebote de la recesión global que le pegó muy duro a nuestro país en 2008-2009, es decir, al principio simplemente estábamos recuperando el terreno perdido de los años anteriores. Sin embargo, también nos vimos beneficiados por cambios estructurales en la industria automotriz en Estados Unidos que permitió que exportáramos más automóviles, por la depreciación del peso mexicano que ayudó a que nuestras exportaciones fueran más baratas y al incremento en los costos laborales en China, que nos dejó mejor posicionados para competir y vender más al exterior.
Si ponemos atención a estos factores que nos ayudó a crecer, lo primero que observamos es que todos están relacionados con el comercio exterior. En sí, el motor principal de crecimiento de la economía mexicana son las exportaciones no petroleras. Si las exportaciones crecen a una tasa elevada, la actividad económica en general se expanda a buen ritmo. No obstante, cuando las exportaciones no crecen o crecen a una tasa relativamente baja, la economía en general pierde su dinamismo. Desafortunadamente, la economía interna no es lo suficientemente robusta como para sostenerse por sí sola, sin el estímulo que representa las ventas al exterior. Dado que casi 80 por ciento de nuestras exportaciones van a Estados Unidos, nuestras posibilidades de crecimiento están atadas a la demanda por nuestros bienes que proviene de nuestro vecino. En particular, el sector que más exporta y representa alrededor de 30 por ciento de toda la producción manufacturera del país es el automotriz.
Después de casi tres años, el pequeño auge que tuvo la economía mexicana llegó a su fin a mediados del año pasado. La economía de Estados Unidos entró en una etapa de estancamiento y nuestras exportaciones empezaron a crecer a un ritmo mucho más baja. Pleitos políticos en ese país terminaron por atar a las finanzas públicas y obligaron al gobierno a recortar muchos gastos. La producción industrial de Estados Unidos dejó de crecer y su escaso dinamismo afectó a la economía mexicana. Prácticamente al mismo tiempo, empezaron a disminuir los envíos de remesas familiares, que también afectó negativamente al consumo de muchos hogares.
En adición a la situación externa, hubo también otros factores que han afectado a la actividad económica. La construcción entró en una pequeña crisis a mediados del año pasado cuando el gobierno decidió parar los subsidios para la vivienda de interés social, con la idea de elaborar una nueva reglamentación que favorecería la construcción vertical y ubicaciones más centrales. La inversión extranjera directa registró su nivel más baja de las últimas dos décadas, afectada por la percepción de inseguridad pública y violencia en el país. Finalmente, el cambio de sexenio trajo consigo un freno en el gasto público que se vio reflejado en un subejercicio del gasto autorizado en el primer trimestre de este año.
A pesar de todos los signos que apuntaban hacia una desaceleración, desde fines del año pasado los medios estaban enfocados más en el cambio de gobierno y las nuevas posibilidades de aprobar las reformas estructurales prometidas. El nuevo gobierno negoció el “Pacto para México” y puso mucho énfasis en que estas reformas no solo transformarían al país sino que además eran la solución a la falta de crecimiento económico. Sin embargo, hemos visto ahora que las reformas no son la panacea a todos nuestros problemas y que su contribución al crecimiento será más bien a mediano y largo plazo.
A principios de año, la expectativa generalizada era que la economía mexicana podría crecer 3.5 por ciento en 2013. Sin embargo, a raíz del estancamiento de los primeros dos trimestres del año, la expectativa se ha revisado a la baja a 2.7 por ciento. Pero aun así, esta nueva tasa implica una reactivación de la actividad económica en la segunda mitad del año. ¿Cuáles son los elementos que explicarían este supuesto mejor desempeño? Principalmente, se prevé mayor dinamismo en los Estados Unidos que daría pie a una mejoría en las exportaciones. Por otro lado, el gobierno sostiene que ya corrigió el subejercicio del gasto y que ejercerá más en la segunda mitad del año. En adición, también se espera que la construcción empiece a crecer a raíz de la nueva reglamentación que ya se anunció.
Sin embargo, todavía prevalece la incertidumbre en torno a la recuperación de la economía. Aunque prácticamente todos anticipan eventualmente una mejoría, no queda claro si será ya a partir del tercer trimestre, hacia fines de año, o bien hasta el año próximo. Aunque la producción industrial de Estados Unidos da signos de mejorar, todavía no ha recuperado los niveles que existían antes de la recesión de 2008-2009. Si bien es cierto que el gobierno empieza a ejercer su gasto, no queda claro que por sí solo puede inyectar suficiente dinamismo para reactivar la economía. Esperemos que la construcción empiece a contribuir algo más, pero se necesita que más sectores ayuden al crecimiento. Todavía faltan las reformas más importantes y complicadas, entre las que están la energética y la fiscal. Por lo mismo, prevalecen muchas incógnitas que obscurecen el camino para la toma de decisiones en temas de inversión.
En los siguientes seis meses, México (al igual que muchos países emergentes), enfrenta un reto importante en materia de estabilización. Desde 2008 Estados Unidos ha implementado una política monetaria expansionista sin precedentes, que ha aumentado la liquidez en prácticamente todo el mundo. La mayor parte de estos recursos financieros han fluido hacia países emergentes en busca de una buena combinación de riesgo/rendimiento. En los últimos años, México ha recibido enormes recursos del exterior, a tal grado que ya casi superan las reservas internacionales que posee el Banco de México. Dado que la economía estadounidense está por superar las metas impuestas por la Reserva Federal (su banco central), ya es inminente el momento en que empezará a dimitir esta política. Esto significa un retiro gradual de la liquidez, que presionará al alza las tasas de interés y los precios de la mayoría de los activos financieros. Sin dudas, también significa que el peso mexicano se depreciará.
El reto que México tendrá que enfrentar y superar será la volatilidad que impondrá el anuncio y eventual cambio en la política monetaria de Estados Unidos. No queda claro la cantidad de recursos que saldrán del país, ni las repercusiones que alterarán momentáneamente la estabilidad financiera del país. Dilma Rousseff, Presidente de Brasil, ha dicho que este fenómeno es el equivalente a un tsunami financiero, por los impactos potenciales que pudiera tener en los países emergentes. El gobierno y el Banco de México argumentan que México está bien posicionado para aguantar exitosamente el embate y salir bien librado. En principio, el cambio en la política monetaria se dará en el momento en que la economía de Estados Unidos atraviesa buen momento, situación que México deberá aprovechar para incrementar sus exportaciones y acceder a un escenario de mayor crecimiento. No obstante, significa que vamos a enfrentar mayores tasas de interés, una moneda más depreciada y volatilidad financiera que pudiera mermar la confianza de los consumidores y productores.
¿Podrá México superar el momento? Por lo pronto, habrá que estar preparados. Si lo logramos, no tenemos más que esperar mejores tiempos.