Una de las consecuencias más significativas de la gran recesión de 2008-2009 fue el agotamiento de la política fiscal en la mayoría de los países desarrollados y en algunos emergentes. El sobreendeudamiento obligó a muchos países a prácticamente abandonar la política fiscal dejando solo a la política monetaria como instrumento para reactivar sus economías. Uno de los casos más notorios fue Estados Unidos, que embarcó en una política expansiva sin precedentes, llevando primero su tasa de política monetaria a casi cero y después inyectando 85 mil millones de dólares mensuales a la economía. La Reserva Federal se propuso comprar bonos de largo plazo para reducir sus tasas y así aplanar la curva de rendimientos. El resultado fue que los bonos gubernamentales de todos los plazos llegaron a registrar tasas equivalentes menores a 2%.
El incremento en la liquidez llevo a los fondos de inversión a buscar una mejor relación de riesgo/rendimiento, por lo que hubo un gran flujo de capitales hacia países emergentes. Los países que más recibieron inversión de cartera fueron los que ofrecían mejores fundamentos, ya que todavía prevalecía cierto miedo al riesgo a raíz del derrumbe de los activos financieros en 2008. Los bonos gubernamentales de México fueron de los más demandados, no solamente por la estabilidad macroeconómica que hemos logrado, sino también porque se incluyó al país en el Índice Global de Bonos Soberanos (WGBI) en 2010, que era una lista selecta básicamente de países desarrollados. Como consecuencia, la curva de rendimientos en México también se aplanó considerablemente y la moneda se apreció.
Desde que la Reserva Federal empezó con su política actual, una de las inquietudes más grandes era cómo terminar el ciclo expansivo. De la misma manera en que no hubo una política de tal envergadura en su historia, tampoco había idea de cuál podía ser la estrategia de salida. Esto ha dado pie a que todos los mercados y participantes han estado muy conscientes de la tarea difícil que tiene por adelante las autoridades monetarias, ya que será prácticamente imposible evitar ajustes bruscos en los precios de todos los activos financieros.
La relación entre el rendimiento de un bono y su precio es inversa. En la actualidad, los bonos tienen mucha demanda, lo que hace que sus precios suben y sus rendimientos sean bajos. En el momento en que empieza a disminuir esta demanda, sus precios empezarán a bajar y aumentará el rendimiento. Esto significa que antes de que ocurra (para evitar pérdidas) habría que tratar de vender estos bonos. Dado que la disminución en liquidez significa un influjo menor de dólares, también se debe esperar una depreciación del peso, por lo que el tipo de cambio aumentará. Por lo tanto, los fondos de inversión buscan vender estos bonos cuanto antes y dejar su dinero en instrumentos de muy corto plazo en dólares. Ante la expectativa de estos reacomodos, se esperaría que se empinara la curva de rendimientos. Finalmente, cuando suben las tasas de interés, los bonos se hacen más atractivos que la permanencia en las bolsas de valores. Por lo mismo, también implica una transferencia de renta variable a renta fija.
Los cambios en los precios de los activos financieros ocurren con frecuencia a través de los ciclos económicos. El problema que existe actualmente es que nunca había existido tanta liquidez como ahora, por lo que se espera que estos cambios se magnifiquen. Las reacciones en los mercados mundiales la semana pasada fueron apenas una probadita de la inestabilidad financiera potencial que pudiera surgir si no se maneja una estrategia de salida adecuada.
La Reserva Federal no tiene otra más concluir su fase monetaria actual. El reto está en el cómo y en el cuándo. El haber anunciado la posibilidad de empezar a disminuir el ritmo de expansión en un futuro cercano pudo haber sido una decisión mucho más acertada de lo que los mercados y analistas admiten. No se puede abrir una olla de presión de golpe; se tiene que primero enfriar y después abrir poco a poco. El anuncio de la semana pasada fueron las primeras gotas de agua fría y a pesar de la volatilidad, los ajustes no fueron trágicos.
Debemos esperar más momentos de alta volatilidad en los siguientes meses (y posiblemente año) en la medida en que se vaya implementando la estrategia de salida. Sin embargo, a diferencia de otros momentos difíciles cuando entrabamos en recesión, ésta se va instrumentar cuando la economía se haya recuperado, lo que significa que habrá mucho ruido pero al final de cuentas deberíamos seguir creciendo.