El sector de la construcción resulta ser de los más importantes de la economía, no por su tamaño dentro de la economía (7.5 por ciento) o por su aportación al empleo formal (8.5 por ciento de los asegurados en el IMSS), sino por su aportación a la formación bruta de capital del país. La construcción explica el 68.2 por ciento de la inversión fija bruta (IFB), mientras que la adquisición de maquinaria y equipo aporta el 31.8 por ciento restante. Tiene la característica de ser muy “pro-cíclico”, es decir, jala hacia arriba o hacia abajo el ciclo económico, dependiendo en qué fase nos encontramos. Por lo mismo, una de las políticas económicas más trascendentales que puede instrumentar el gobierno es la del impulso de la infraestructura pública.
Sin embargo, en los últimos seis años la inversión pública ha disminuido -23.7 por ciento. A principios de 1995 representaba 55.0 por ciento del total de la inversión, mientras que a fines del año pasado encontramos que su participación se ha reducido a tan solo 16.2 por ciento de la IFB del país. Si examinamos el PIB por el lado del gasto (también conocido como la demanda agregada), encontramos que el único componente con una contribución negativa al crecimiento económico es justo la inversión pública. Si observamos las tendencias de los tres subsectores de la construcción que reporta el INEGI, vemos que el único que muestra un estancamiento casi permanente en los últimos tres años es el subsector 237 de la “construcción de obras de ingeniería civil”, típicamente asociado con la inversión pública.
¿En qué consiste el subsector 237? El Sistema de Clasificación Industrial para América del Norte (SCIAN) divide el subsector en cuatro ramas: la construcción de obras para el suministro de agua, petróleo, gas, energía eléctrica y telecomunicaciones (2371); la división de terrenos y construcción de obras de urbanización (2372); la construcción de vías de comunicación (2373); y otras construcciones de ingeniería civil (2379). Desgraciadamente, no contamos con información oportuna a este nivel de desagregación para encontrar dónde ha fallado más el gobierno, pero intuitivamente, ha de ser la sub-rama 23712 de la construcción de obras para petróleo y gas, ya que la mayoría de las perforaciones de pozos petroleros han sido improductivos.
En adición al nulo valor agregado de la inversión pública, el gobierno también ha sido responsable por el mal desempeño de otros subsectores de la construcción, en especial, la edificación residencial (2361). Esta rama pasó por una crisis singular desde mediados de 2012 hasta fines de 2013, que casi empujó a la economía en su totalidad a una recesión. El gobierno del sexenio anterior había instrumentado una política de subsidios para impulsar a la vivienda de interés social de tipo horizontal. Sin embargo, el Censo de Vivienda reveló que había una cantidad impresionante de unidades multifamiliares abandonadas o por lo menos sin ocupar, ya que carecían de una infraestructura básica, no tenían suficiente oferta de actividades recreativas, no había servicios de educación y salud suficientes y se ubicaban muy lejos de los centros de trabajo. Al darse cuenta el gobierno de su desatinada política, suspendió el programa y prácticamente paro en seco a la industria de la construcción. El gobierno entrante tardó mucho en aprobar un nuevo esquema y después en fondear la nueva política de subsidios, a tal grado que provocó la quiebra de muchos de los desarrolladores de vivienda. Al final de cuentas, la crisis de la construcción de 2013 fue tan severa como la que experimentó en los años de la gran recesión de 2008-2009.
La organización “México, ¿Cómo Vamos?” se ha dedicado a poner metas para transformar el país. A veces difícil de entender su lógica, ya que pone una meta exageradamente ambiciosa de crecer 6 por ciento anual, junto con otra relativamente mediocre de que la inversión fija bruta alcance solo el 24 por ciento del PIB. Sin embargo, para crecer más, necesitamos incrementar la inversión. Aun así, en 2015 la inversión solo representó 22.2 por ciento del PIB, como producto de la mala inversión pública y políticas desatinadas para impulsar la construcción en general.
Al enfrentarse a la necesidad de recortes presupuestales, el gobierno se ha enfocado a disminuir aún más las obras de infraestructura básica. Todos sabemos que tiene mucha tela para recortar del gasto corriente, pero ha fallado la voluntad política. ¿Qué pasó con el presupuesto base cero? ¿Qué pasó con el Programa Nacional de Infraestructura? Buenas ideas, abandonadas.