Después de una tendencia al alza por cuatro meses consecutivos en la inflación anual, el INEGI reportó que la tasa de febrero fue 0.20% y que la anual bajaba a 3.87% de 4.05% del mes anterior. En principio la nota parece positiva, ya que no sólo baja la inflación, sino que se ubica de nuevo por debajo del umbral de 4%. Sin embargo, al analizar un poco la información, encontramos que hubo una caída significativa en los precios de frutas y verduras que explica casi por sí sola el hecho de que la tasa general fuera tan baja. Dado que estos precios suben y bajan significativamente todo el tiempo, la lectura directa de la inflación se distorsiona.
¿Qué tanto bajaron estos precios? La disminución del subíndice de frutas y verduras fue 5.29% respecto al mes anterior (-1.75% en la primera quincena y -6.98% en la segunda) Si los precios bajaran al mismo ritmo todos los meses, tendríamos una disminución de 47.93% en el año (lo que se llama la tasa anualizada). La baja en febrero de estos precios hizo que la tasa general fuera 0.18 puntos porcentuales menos. En otras palabras, si no hubieran bajado estos precios, estaríamos observando una tasa mensual de 0.38%, idéntica a la observada en el mismo mes del año pasado. El problema es que sabemos que en un futuro impredecible estos precios volverán a subir, por lo que no podemos bien a bien entender la trayectoria de la inflación.
¿Entonces cómo sabemos si la noticia de inflación fue realmente buena o mala? Precisamente para eso existe el desglose de la tasa general entre la subyacente y la no subyacente. La tasa no subyacente (cuya ponderación representa 23.3% del total) agrupa los precios de alta volatilidad (agropecuarios) y los controlados por el gobierno (energéticos y tarifas autorizadas) en un subíndice, ya que son precios cuyo comportamiento es distinto a los demás; los primeros por su alta volatilidad y los segundos por obedecer a una naturaleza política y no a la oferta y demanda normal. Al restar el componente no subyacente al índice general, nos queda el subyacente que agrupa 76.7% de todos los precios del índice total y, que refleja la trayectoria de la inflación general en el mediano plazo. Si graficamos las tasas general y subyacente anuales, vemos claramente que la subyacente marca la tendencia, mientras que la general se comporta con más volatilidad pero de una forma u otra alrededor de esa tendencia.
Esto significa que la subyacente es al final de cuentas más importante, ya que es más indicativo de lo que realmente está pasando. La tasa subyacente de febrero fue 0.43% (5.22% anualizada), la más alta para febrero de los últimos tres años. Con esta tasa, la anual sube por quinto mes consecutivo, pero se ubica tan solo en 3.37%. Aunque la tendencia alcista pudiera preocupar, una tasa anual de 3.37% no puede ser tan mala ya que se encuentra más cerca del objetivo puntual de 3% que del tope del rango de variabilidad de 4%. Sin embargo, al desglosar esta tasa encontramos comportamientos distintos entre sus componentes.
El índice subyacente está conformado por precios de mercancías (45.0%) y de servicios (55.0%). En general las mercancías son bienes comerciables, lo que significa que se pueden intercambiar relativamente fácil con el exterior. Si los precios internos suben, podemos importar los mismos productos del exterior a precios más baratos, mientras que si bajan existe un incentivo para exportar. Esto significa que su comportamiento va estar influido por el tipo de cambio y por los precios en el exterior. En cambio, los servicios no son comerciables por lo que reflejan más las presiones internas como el propio ciclo económico, la brecha del producto y el poder adquisitivo de la población (medido principalmente mediante salarios).
La tasa anual de los precios de las mercancías llegó a 4.75% en febrero, la más alta de los últimos 23 meses, mientras que la de servicios registró 2.23%, la cuarta tasa más baja desde que existe información sobre lo mismo. En principio, podríamos pensar que la mayor presión sobre las mercancías es reflejo de la depreciación que ha sufrido el peso en los últimos nueve meses, mientras que la tasa tan baja de los servicios es resultado de la fragilidad de la economía interna que prevalece desde la recesión de 2008-2009. Sin embargo, al examinar todavía un mayor desglose, volvemos a encontrar comportamientos distintos.
Las mercancías están compuestos de productos alimenticios, que incluyen bebidas y tabaco y representan 42.9%, y de no alimenticios que conforman el 57.1% restante. La tasa anual de los primeros alcanzó 7.30% en febrero, mientras que los segundos registraron una tasa de 2.82%. Claramente la inflación subyacente ha resentido incrementos significativos en los precios de los alimentos, mientras que los demás han aumentado por debajo del objetivo de 3% del Banco de México.
Sin embargo, la tendencia alcista de los precios de los alimentos llegó a su pico hace cinco meses y ahora parece que empiezan a bajar, mientras que la tasa anual de los no alimenticios ha subido en los últimos cuatro meses. Esto nos hace pensar que la presión inflacionaria que ha ejercido los precios de los alimentos empieza a ceder, mientras que la depreciación de la moneda ha ejercido una ligera presión en los últimos meses. Dado que hemos visto una nueva apreciación desde principios del año, podríamos pensar que el efecto de lo último será marginal.
El ejercicio anterior nos lleva a ver la importancia del desglose del índice de precios en categorías con comportamientos similares. No basta con ver los precios de mercancías en general, sino resulta necesario ver el desglose entre alimenticios y no alimenticios. De igual manera, no es suficiente ver los precios agropecuarios, sino debemos separar el comportamiento de los precios de frutas y verduras de los pecuarios. También encontramos diferencias entre los precios de los energéticos con los de los autorizados por el gobierno.
Tenemos la ventaja de ser de los pocos países que producen información sobre el comportamiento de los precios con una frecuencia quincenal. Esto nos permite aislar mejor los incrementos cuya naturaleza son de una vez por todas de los que son sostenidos a través del tiempo. Desafortunadamente, los boletines de prensa que informan sobre los precios no proporcionan la misma información cada quincena. Los boletines de las primeras quincenas dan una información detallada sobre el comportamiento de los primeros 15 días del mes, pero los de la segunda quincena se concentran en todo el mes y omiten la información detallada de los últimos 15 días en si. Esto nos obliga a complementar la información proporcionada en los boletines con los datos quincenales que se encuentran en el Banco de Información Económica (BIE) en el sitio de Internet del INEGI.
Sin embargo, de manera inexplicable, el INEGI omite el desglose pertinente de los precios de mercancías (en alimenticios y no alimenticios) y de servicios (en vivienda, educación y otros) del índice subyacente y de los agropecuarios (en frutas y verduras y pecuarios) y de los controlados por el gobierno (en energéticos y tarifas autorizadas) del índice subyacente. Afortunadamente, se puede obtener este desglose valioso en el sitio de Internet del Banco de México. Sin embargo, no hay que olvidar que el responsable ahora del INPC es el INEGI. Posiblemente, esta falta de información en el BIE es resultado de un lapsus temporal, que pronto se resolverá. Habrá que estar atentos.