La teoría cuantitativa del dinero parte de una identidad, que relaciona el valor de las transacciones en la economía con la cantidad de dinero que circula. Aunque la formulación original se le atribuye a Jean Bodin en el siglo dieciséis, muchos economistas como Hume, Fisher, Marshall, Pigou, Von Mises, Keynes y Friedman, contribuyeron a su elaboración, que básicamente establece la relación entre la oferta y la demanda de dinero. Su formulación es relativamente simple: MV=PQ, dónde M es la cantidad nominal de dinero en circulación, V es la velocidad de circulación, P es el nivel de precios y Q es el número de transacciones en la economía, o bien, el nivel de producción.
En un principio, V se consideraba constante, de tal forma que la cantidad de dinero en circulación tenía que crecer proporcionalmente al nivel de producción, ya que de lo contrario aumentaría el nivel de precios, es decir, se produciría inflación. Posteriormente, se interpretó a V como la inversa de la demanda de dinero, de tal forma que depende del ingreso, el nivel de riqueza y las tasas de interés. No obstante, se supone que esta función es estable a largo plazo, por lo que de todos modos cualquier incremento desproporcionado en la circulación de dinero produciría más inflación.
El nivel de producción (Q) es un concepto similar al PIB real que si lo multiplicamos por P, obtenemos el PIB nominal. Ante una demanda de dinero estable, esto significa que la tasa de crecimiento de los billetes y moneda en circulación debería ser similar al crecimiento del PIB nominal. El INEGI reportó hace poco que el PIB nominal creció 5.8 por ciento en 2014, por lo que esperaríamos que la oferta monetaria estaría creciendo a un ritmo más o menos similar. El problema es que el Banco de México nos dice que la base monetaria (billetes y monedas) creció a un ritmo anual de 19.0 por ciento, es decir, más de tres veces el crecimiento del PIB nominal.
Si la demanda de dinero fuera estable, estaríamos ante una bomba inflacionaria. Sin embargo, la tasa anual se ubica por ahora en 3.0 por ciento, que es exactamente el objetivo puntual del Banco de México, mientras que las expectativas de las autoridades monetarias son que termine el año ligeramente por debajo de ese nivel. Esto significa que no tenemos una demanda estable, sino más bien creciente. La gran pregunta es ¿por qué?
Hay varias hipótesis al respecto y como suele suceder, lo más seguro es que la respuesta es una combinación de todas ellas. La primera es la tasa de interés tan baja, lo que desincentiva el ahorro y aumenta la demanda por dinero. No obstante, si fuera así deberíamos observar mayor consumo, que realmente no es el caso. La segunda es un mayor crecimiento de la economía informal, que típicamente se maneja con dinero en efectivo. Sin embargo, los datos del INEGI y del IMSS sugieren más bien lo contrario. La tercera es que se haya expandido mucho más la economía ilegal (léase narcotráfico), pero no hay mucha evidencia que soporte un crecimiento tan elevado. La cuarta es que ya estamos viendo el gasto electoral, que típicamente maneja más efectivo. No obstante, el crecimiento de la base monetaria ha sido elevado desde el año pasado, por lo que no es fenómeno de los últimos meses.
Finalmente, hay una quinta hipótesis, que parece ser la más probable. Las reformas fiscal y financiera del año pasado, en combinación con otras medidas instrumentadas por las autoridades fiscales para reducir el lavado de dinero han llevado a una mayor fiscalización de todas las transacciones cotidianas que se realizan en la economía. Esto ha llevado a que mucha gente y empresas estén evitando utilizar el sistema bancario y demás formas que alertan a las autoridades de sus transacciones. Por ejemplo, se dice que el SAT ahora sabe cuándo viajó, a dónde, cuánto gasto y hasta qué compró. Para mucha gente, ésta intromisión de las autoridades en la vida privada no solamente es intimidante, sino incluso un abuso. La consecuencia es que la gente prefiere cada vez más manejarse en efectivo y así evitar el uso de las tarjetas de crédito, los pagos vía el sistema bancario y demás transacciones fiscalizables, lo que ha llevado a un incremento significativo en la demanda de dinero.
De ser cierto, significa que podemos agregar otro factor a la larga lista de puntos negativos de la reforma hacendaria. En sus intentos de reducir el lavado de dinero, de fiscalizar más a la gente y de reducir las oportunidades de evadir impuestos, la SHCP ha logrado exactamente lo contrario. En otras palabras, otra política fiscal que no ha funcionado bien.
Abundando más, originalmente M, se refería a MEDIOS DE PAGO, no a billetes y monedas en circulación, es decir, si las estampitas de la virgen de Guadalupe eran aceptadas como MEDIO DE PAGO, la cantidad de estampitas (y el valor) formaban parte de M. La actual identidad, realmente es una SOBRE SIMPLIFICACIÓN de la identidad original, ya que no solo los bienes NUEVOS (PIB) se adquieren con medios de pago, sino también los USADOS, así como considerar que actualmente hay muchos mas medios de pago, que el dinero. Obviamente, si la gente deja de pagar con TARJETA, y prefiere ahora el efectivo, la conclusión es como señala Jonathan. Saludos