Desde enero del año pasado la inflación general ha promediado 3.5%, fluctuado dentro en un rango de un punto porcentual (entre 3 y 4%). En los quince meses que van de enero de 2011 a marzo de 2012, la tasa anual mínima fue 3.04% (marzo 2011) y la máxima 4.05% (enero de 2012). Si nos enfocamos en la inflación subyacente, la estabilidad ha sido todavía mayor, ya que ha mostrado un promedio de 3.24%, fluctuando en un rango de apenas un cuarto de un punto porcentual. La tasa mínima fue 3.12% en mayo 2011 y la máxima de 3.37% en febrero de 2012. Nunca hemos gozado de un periodo extendido similar con una tasa promedio tan baja y con tanta estabilidad.
Sin embargo, al analizar los distintos componentes de la inflación encontramos comportamientos muy diferentes. Primero, el componente no subyacente muestra mucha volatilidad como era de esperar: su variación va de 2.5% (marzo 2011) hasta 6.4% (enero 2012), básicamente en función de las grandes fluctuaciones en los precios de las frutas y verduras. En enero de 2011 la tasa anual fue 7.5%, mientras que en noviembre fue menos 8.2%. Esta gran variabilidad es totalmente normal y sumamente difícil de evitar, por lo que no sorprende. Simplemente se ha complicado más últimamente a raíz de las sequías y demás problemas climatológicos que se han presentado.
No obstante, el otro componente del no subyacente, el de los precios de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno, muestra comportamientos muy distintos. Mientras que los precios de los energéticos suben sistemáticamente (hasta más de 8% a tasa anual), los incrementos en las tarifas autorizadas permanecen siempre muy por debajo de la inflación general (su tasa anual promedio de los últimos 15 meses es de 2.3%). Aquí se ve reflejada la política del gobierno de ir aumentando gradualmente los precios de los energéticos para evitar que el subsidio se agrande demasiado, mientras que busca controlar el impacto sobre la población mediante aumentos pequeños en las tarifas que requieren de su autorización.
El hecho de que el componente no subyacente muestra más volatilidad y comportamientos heterogéneos a su interior es precisamente la razón por la cual se busca la separación de estos precios de los demás. Muchas veces observamos grandes aumentos (o disminuciones) en los precios no subyacentes, sin que necesariamente signifique cambios de tendencia en el mediano plazo de la inflación general. Es muy común ver aumentos significativos en unos meses, que se neutralizan con disminuciones posteriores.
Por lo mismo, es mucho más común encontrar menos variación y una tendencia más clara en el componente subyacente. Aun así, el hecho de que el componente subyacente haya mostrado una variación de apenas un cuarto de punto porcentual en los últimos 15 meses es inusual: estamos observando mayor estabilidad en el componente más estable. Pero lo más interesante es que al interior del subyacente encontramos mucha heterogeneidad: mientras que los precios de los alimentos (procesados) han mostrado incrementos sustanciales (hasta 7.5% a tasa anual), todos los demás precios, tanto de mercancías distintos a alimentos y de servicios, aumentan a ritmos menores de 3% (e incluso a veces menores a 2%). Si no fuera por los incrementos en los alimentos, el Banco de México ya hubiera cumplido con objetivo de tener una tasa de inflación de 3% en promedio.
En principio, la inflación subyacente se divide entre mercancías y servicios porque sus incrementos obedecen a factores distintos. En general, las mercancías son bienes comerciables por lo que tienen mucha influencia de los precios del exterior y del tipo de cambio. En cambio, los servicios no son comerciables por lo que sus precios obedecen mucho más al ritmo de la actividad económica y los salarios. Las tasas anuales de los precios de los servicios han permanecido relativamente bajas a raíz de que los últimos años son de recuperación posteriores a la crisis de 2008-2009. Los precios de las mercancías no alimentarias no han mostrado mayores incrementos a pesar de la depreciación de la moneda, seguramente por factores similares.
Sin embargo, los precios de los alimentos (que incluyen bebidas y tabaco) han mostrado aumentos significativos a raíz de varios factores. Primero, los precios de dos productos sobresalen por sus incrementos mayores y sus ponderaciones relativamente elevados en el índice: las tortillas y los cigarros. El Banco de México ha señalado repetidamente en sus informes que sin estos dos productos el subíndice de mercancías alimenticias ha tenido incrementos no tan distintos a los demás componentes. Segundo, la influencia del exterior es importante ya que los precios de los alimentos a nivel global han aumentado más que las inflaciones promedios.
Todo lo anterior significa que el Banco de México tiene una buena oportunidad para llegar más cerca a su objetivo puntual de 3%, siempre y cuando los incrementos en los precios de los alimentos procesados empiezan a disminuir y que la actividad económica no se acelere demasiado. Después de que la tasa anual de los precios de los alimentos alcanzaron un máximo en octubre del año pasado (7.5%), hemos visto una disminución paulatina (que en marzo de 2012 llegó a 6.6%). Sin embargo, los últimos indicadores de actividad económica apuntan hacia un mayor crecimiento que lo previsto.
Para la Revista Ejecutivos de Finanzas (IMEF)- Mayo 2012