El profesor norteamericano, Orley Ashenfelter, de la Universidad de Princeton es un reconocido experto sobre temas de Economía Laboral. Acaba de publicar un artículo (http://www.nber.org/papers/w18006) sobre salario reales y sus comparaciones internacionales. Para realizar dichas comparaciones utiliza el mismo concepto que ha utilizado la revista The Economist desde hace tiempo atrás para medir la sub o sobrevaluación de las monedas, que son las hamburguesas de McDonald’s conocidas como la Big Mac.
Existen restaurantes McDonald’s en alrededor de 120 países, en los cuales se producen productos similares con los mismos ingredientes, recetas y procedimientos. Operan con un protocolo estandarizado para los empleados y sus sistemas están diseñados para ser lo más parecido posible en cualquier lugar del mundo. Su manual de 600 páginas de Operaciones y Entrenamiento cubre todos los aspectos de la preparación, incluyendo el uso de tiempos y fotografías de color. Esta estandarización mundial es casi única, por lo que su producto se presta para múltiples estudios que involucran comparaciones internacionales.
El más conocido es la comparación de precios del Big Mac dividido entre el tipo de cambio, para así expresarlos todos en dólares de Estados Unidos. Finalmente, se divide el precio (en dólares) de cada país entre el de Estados Unidos para obtener la diferencia porcentual. En teoría, si el precio en un país es superior al de Estados Unidos, el porcentaje indica el grado de subvaluación de la moneda, al igual que si es inferior indica el grado de sobrevaluación. La idea es que sí la moneda del país está correctamente valuado, los precios del Big Mac en ambos países deberían ser iguales. Aunque algunos han criticado el índice Big Mac del Economist por simplista, muchos estudios (incluso del FMI y el Banco Mundial) han señalado su utilidad.
En general, existen muchos problemas en las comparaciones internacionales, empezando por el hecho de que los tipos de cambio frecuentemente no están alineados adecuadamente. Muchas veces puede una moneda se puede depreciar significativamente versus otra moneda sin que refleje un cambio similar en el poder adquisitivo de la moneda dentro del país. Esto ha llevado a muchos estudios sobre cómo se puede realizar comparaciones adecuadas.
Uno de los más famosos fue realizado por la Universidad de Pennsylvania hace varias décadas para poder comparar los PIBs per cápita de distintos países. En vez de dividir el PIB per cápita entre el tipo de cambio para expresar los indicadores en una misma moneda, el estudio se dedicó a ver los diferenciales de inflación y así ajustar por el poder adquisitivo de cada país. Este método, llamado paridad de poder adquisitivo (PPA) es ahora utilizado comúnmente por el Banco Mundial para clasificar países por su PIB per cápita.
En principio, se dividen los salarios nominales entre un índice de precios para obtener una buena medida del poder adquisitivo del salario, llamado el salario real. También, se dividen los salarios nominales entre los precios de los bienes producidos para obtener una buena medida del costo laboral, llamado costo laboral unitario. Por lo mismo, los salarios reales, la productividad laboral y el poder adquisitivo son conceptos conectados y resultan estar en el centro del análisis económico moderno de los mercados laborales. Sin embargo, cuando uno quiere realizar estudios internacionales, surgen problemas de comparabilidad, ya que estamos hablando de productos y tecnologías distintos.
En principio, si difieren los salarios reales de un lugar a otro, entonces los precios de los bienes no comerciables también deben diferir. La razón es que el salario real indica el costo de un factor de producción que es importante en producir un bien no comerciable. En otras palabras, diferencias en los precios de los insumos resultarán en diferencias en precios de los productos. La teoría de comercio internacional nos dice que los precios de los bienes comerciables deberían ser iguales en diferentes países ante ciertos supuestos de libre comercio, pero si la productividad difiere en la producción de bienes comerciables, entonces los precios de los bienes no comerciables también tienen que ser distintos. Por lo mismo, la comparación (bien hecha) de salarios reales y costos laborales unitarios deben ser buenos reflejos de productividad y poder adquisitivo.
Para poder realizar dichas comparaciones, el Profesor Ashenfelter utiliza el mismo principio que existe detrás del índice del Big Mac, que es el que estamos comparando productos y tecnología similares ante estándares rigurosos que deberían reflejar productividades similares. El estudio toma los salarios de trabajadores que realizan exactamente el mismo trabajo en más de 60 países, es decir, en producir Big Macs (llamado el MacSalario). Lo primer que encuentra es que los salarios de personas con las mismas capacidades realizando los mismos trabajos, es decir los MacSalarios, difieren de un país a otra hasta diez veces.
Enseguida, Ashenfelter divide el MacSalario entre el precio del Big Mac para obtener una medida de Big Mac por hora trabajado (BMPH), que sería equivalente al costo laboral unitario. Una de las conclusiones que encuentra es que el MacSalario ajustado por PPA tiende a ser mayor al BMPH, siendo la razón que el Big Mac es relativamente más caro que el conjunto de bienes que se considera apropiado para la indexación de salarios en países menos desarrollados. Sin embargo, es importante señalar que el BMPH no depende de ajustes por el tipo de cambio, por lo que las distorsiones cambiarias no influyen en su cálculo.
La mayoría de los estudios internacionales que comparan salarios utilizan los datos preparados por el Bureau of Labor Statistics de Estados Unidos, que consiste en salarios y costos de compensación en la manufactura. Ashenfelter concluye que aunque los trabajos no son directamente comparables, la utilización de los datos de los MacDonald’s de todo el mundo pudiera proveer comparaciones más homogéneas.
Interesante artículo…